Capítulo IV: ¿Realidad? - Fragmento 2/5

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Levanté exaltado la mitad de mi cuerpo, con taquicardia, en lo que parecía una habitación de hospital. Me agarré la cabeza con las manos y volví a tirarme sobre la cama, una pesadilla...

—Parece que no fueron dulces sueños —dijo Gera que estaba sentado al lado de mi cama.

—Ni cerca —confesé aún cubriéndome el rostro—... ¿Me desmayé?

—Sí, pero no te preocupes, a veces pasa —comentó tratando de calmarme.

—¿El resto también se desmayó? —pregunté bajando las manos y volteando a verlo.

—No —contestó después de meditarlo un momento—, solo vos.

Me inundó la misma sensación que el día de la iniciación, ¡seguro todos pensaban que era un exagerado! ¿Qué pasaba conmigo? ...En la iniciación no me podía mantener en pie, ahora termino desmayándome... ¿¡Tan débil soy!? Me inquieté al recordar los últimos detalles.

—Bueno,... tampoco te castigues tanto, pasó, ya está —al parecer había entendido la expresión de mi rostro.

—Pero en la iniciación pasó casi lo mismo —insistí.

—Tiene que ver con la cantidad de energía que estás moviendo, emociones diferentes, formas de ser a las que no estás familiarizado, nosotros para abreviarlo decimos que ponemos en movimiento energía estancada, eso agota el cuerpo —explicó con seguridad—. Esta vez, te ocurrió porque fuiste el único que exhibió una forma de ser diferente, en la iniciación sin duda tuvo que ver con la intromisión en tu viaje personal de un ente ajeno, el que te advirtió que no hicieras nada.

—¡Entonces ustedes sabían que él había estado en mi viaje! —Exclamé.

—Él y otros, estuvieron en el viaje de varias personas. Por eso se mareaban, en particular, los que levantaron la mano no estaban mareados, nunca alcanzamos a llegar a todos, algunos a su vez son más resistentes a la intromisión —explicó tratando de aclarar el asunto—. Es la única manera que tenemos para ayudarlos durante su iniciación.

Me sentí más cómodo, ahora veía que no era un tema de debilidad.

—Y la mayoría sabe de esto ¿no? —pregunté más aliviado retomando el tema de los desmayos.

—¿Te preocupa mucho lo que los demás piensen de vos? —expresó con ojos entrecerrados, tratando de ver a través de mí.

—No me gustan que tengan una idea errónea de mí —respondí de inmediato—, siempre intento ser amable, respetuoso y no me gusta llamar la atención.

—¿Cuánto tiempo pensás que invertís en crear una imagen correcta de vos en otra persona? —inquirió en un tono de voz particular.

—No sé —me descolocó la pregunta, nunca me lo había planteado.

—Porque te puedo asegurar, que invertís muchísima energía en ese intento —agregó confiado—, incluso cuando estás solo, diciéndote lo mal que quedaste en alguna situación y pensando cómo corregirlo.

Me sentí identificado con lo que Gera aseveraba, pero no tenía ganas de hablar de eso ahora.

—Gera, la verdad, quiero descansar ahora —dije tratando de no sonar cortante.

—¡Sí, claro! Descansá, dormí una siesta —propuso levantándose del asiento.

—No, dormir no —aclaré—; prefiero estar un rato acostado, tranquilo.

—Te dejo solo, igual está cerca la enfermera, cualquier cosa pulsá el botón verde del respaldo —comentó y salió del cuarto.

Me quedé en silencio, necesitaba procesar lo que había pasado en el día, sentía que si no podía analizarlo, iba a volverme loco. Por momentos no tuve la certeza de distinguir si estaba o no conectado, si no me hubieran contado sobre los antifaces no tendría la menor idea del momento exacto en que terminó mi experiencia en la realidad y comenzó el horrendo entrenamiento; ahora mismo, podría seguir conectado.

Memorias de AkashaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora