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Ha llegado el verano y hace mucho calor, una noche Peeta me pregunta si me importa que se eche a dormir sin camiseta. Le digo que no me importa, hasta que llega la hora de acurrucarme en su pecho y claro, no es lo mismo sin camiseta, no se dónde poner mi mano, normalmente la pongo en su pecho pero ahora me da mucho apuro. Finalmente la pongo donde siempre. Hoy parece estar bastante inquieto, no se como calmarlo, así que distraídamente le acaricio un poco con mi mano, noto las pequeñas cicatrices de su torso y paso un dedo por ellas, son suaves y diminutas, supongo que el Capitolio las redujo todo lo que pudo, a simple vista, si no lo sabes, no se aprecian.

En un momento mi mano baja a su costado y noto que se tensa, separo mi cabeza un poco para mirarlo, quizás lo haya incomodado, pero está con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa. Vale, acabo de descubrir que Peeta tiene cosquillas. Como parece que los dos estamos bastante despiertos vuelvo a pasar mi mano por la zona, esta vez él se retuerce un poco, sigo y él se remueve cada vez más, no para de reírse, y como me encanta escucharlo reír tan a gusto yo tampoco paro.

- Para, para, por favor – me suplica riendo – no puedo más. Ya descubriré donde escondes tus cosquillas y me vengare.

Yo no puedo evitar reírme con su comentario, espero que no las encuentre.

Después de tantas risas caemos rendidos.


Y así pasan las semanas, hasta que una mañana Peeta se levanta pronto, ha quedado con un arquitecto. Debe pensar que sigo dormida y un momento antes de marcharse deposita un suave beso en mis labios para después salir corriendo de la habitación y de la casa. Yo me quedo muy quita, a pesar de que él ya se ha ido. Es una sensación tan cómoda que me asusta. Si en sus brazos me pareció estar en casa, como si fuese el lugar que me pertenecía por derecho, en sus labios había encontrado mi hogar. Y ahora que lo sabía no tenía ni idea de como actuar.

Esa tarde no apareció, a la hora de cenar vino sólo Haymitch.

- Peeta estaba hoy muy ocupado, me pidió que te dijera que llegaría tarde – dice Haymitch. Y se me queda mirando, como esperando alguna reacción o una explicación de por qué Peeta se retrasaba. Quiere saber si ha pasado algo, pero yo sigo con mi cena, ignorándolo.

Cuando estoy preparándome para irme a dormir aparece.

- Lo siento – dice nada más entrar al cuarto – estuvimos hasta tarde con los diseños. Hay mucho por hacer. He cenado algo donde Sae.

Asiento y nos tumbamos. Ninguno dice nada más.

A la mañana siguiente soy yo esta vez la que se levanta antes, ayer se le veía cansado así que lo dejo dormir. Y también soy yo esta vez la que antes de salir del cuarto le doy un rápido beso y me voy corriendo.

El por qué del beso no lo sé, sólo quería volver a sentir esa sensación. Me llevo la comida al bosque, y como hace calor y no tengo ganas de volver aún me dirijo al lago. Hacía mucho que no venía, siempre me ayuda a relajarme nadar en él. Me quedo allí hasta tarde, pero decido regresar, si Peeta está en casa se preocupará por mi. Sabe que nunca vuelvo tan tarde de cazar.

Al llegar él y Haymitch me están esperando con la cena ya servida.

- Lo siento – les digo algo avergonzada, no creí que fuera tan tarde – me fui al lago y no me di cuenta de la hora.

- No pasa nada preciosa, pero ahora siéntate – dice Haymitch – se va a enfriar la comida.

Tras cenar y recoger todo nos dirigimos a dormir. Sin decir nada de nuevo. Haymitch se ha marchado con expresión interrogante, sabe que pasa algo, pero antes de hablar con nadie primero me tengo que aclarar yo sola. Además sé que él y Peeta hablan bastante, así que es probable que si Peeta tiene alguna duda o pregunta recurra a él. Tiene buena relación con Johanna y sobre todo con Annie pero supongo que si necesita hablar de estos temas, hablará con Haymitch.

Dreams come trueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora