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Subir al tren nos cuesta a los cuatro. Muchos recuerdos vienen a nosotros. Effie está más acostumbrada a viajar en tren pero se nota que está tensa, al igual que nosotros.

Una vez dentro apoyo mi cabeza en el hombro de Peeta y él pasa un brazo por mis hombros. Haymitch se pierde en el vagón bar.

Sae se ocupará de vigilar a Buttercup durante nuestro viaje. Sigo sin quererlo pero me preocupo porque el asqueroso bicho siga vivo, sobreviviendo, como yo. Delly y su hermano supervisarán las obras en la panadería estos días. Ellos ya están terminando de restaurar la tienda de sus padres.

Por la tarde llegamos al Distrito 4. En la estación está mi madre, Johanna y Annie con un niñito precioso, tan parecido a su padre, que me abrazo fuertemente a mi madre intentando ocultar las lágrimas que amenazan con salir sin piedad de mis ojos. Nos quedamos un buen rato abrazadas, Peeta lo hace con Annie. Se hicieron muy cercanos tras su paso por el Capitolio.

Una vez que todos nos hemos saludado vamos hacía casa de Annie. Mi madre se despide, como siempre tiene mucho trabajo en el hospital. Pero promete pasarse mañana por la fiesta de cumpleaños.

Annie, Peeta y Effie preparan la cena mientras el resto ponemos la mesa.

- Tenemos mucho de que hablar descerebrada - me dice Johanna al pasar por mi lado. Y luego se dirige a Haymitch - he reservado algunas botellas para ti y para mi para la alegrar un poco la fiesta de mañana.

Haymitch le hace una señal de aprobación, mientras yo niego con la cabeza, estar par siempre igual.

Tras la cena las chicas recogemos la mesa. Haymitch y Peeta están muy entretenidos jugando con el pequeño Finn. Supongo que le hace falta una figura masculina, está disfrutando mucho al poder pasar tiempo con ellos. Desde la cocina los oímos correr y reír como locos. Haymitch enseguida se cansa y se acomoda en un sillón. Peeta y Finn siguen jugando hasta que Annie obliga a su hijo de mala gana a irse a la cama. Luego nos quedamos hablando en el salón.

Me empieza a entrar sueño y recuesto mi cabeza en el hombro de Peeta, y como pasa siempre me duermo profundamente, cuando me despierto sigo en el sofá, pero Johanna, Effie y Haymitch ya se han ido a dormir y yo no estoy en el hombro de Peeta sino en su regazo. No se cómo he llegado hasta allí. Annie y Peeta charlan tranquilamente, se nota que hablan a menudo por la familiaridad con la que lo hacen.

Me despido de ellos para irme a dormir, Peeta insiste en acompañarme pero le digo que no hace falta y me marcho sola.

Annie nos ha instalado en la antigua casa de Finnick, cada uno tenemos un dormitorio. Mi madre se ofreció a alojarnos por compromiso, ya que en su casa no cabe más que una o dos personas. Supongo que esperaba que yo me fuera allí, pero si ella está siempre en el hospital yo iba a estar sola, además muy lejos de Peeta.

Me despierto sobresaltada por una pesadilla. Estoy sola en la cama. Hay un gran silencio, pero es un silencio molesto y no entiendo porqué. Hasta que me doy cuenta, estoy acostumbrada a escuchar los latidos del corazón de Peeta, eso es lo que me falta. Y no sabía que podía extrañar tanto ese sonido.

La cama se me hace grande y fría, a pesar de que hace calor. Tantos meses durmiendo juntos ahora me cuesta conseguirlo sin él.

Me debato internamente entre ir a su habitación o no, pero al final lo hago. Si me quedo aquí no pegaré ojo y si consigo volver a dormir solo habrá horribles pesadillas, como la de hace un momento con Finnick, estar aquí hace que no pueda sacarlo de mi cabeza.

Llamo despacio a su cuarto y entro. Lo veo tumbado boca arriba con los brazos bajo su cabeza, despierto mirando al techo. Parece que él tampoco puede dormir solo.

- ¿Pesadillas? - me pregunta, yo asiento - no sabía si querías que durmiera en tu cuarto por eso me he venido al mio. Pero no consigo conciliar el sueño.

- Yo tampoco - le digo.

- ¿Quieres que demos un paseo por la playa? - dice de repente.

Yo acepto, y salimos de la casa sin hacer ruido. La playa está al lado de la Aldea y a estas horas está completamente vacía. Andamos por la orilla con el agua, fría a estas horas, mojándonos los pies. Después de un rato nos sentamos. Y es como estar de nuevo en la playa del Vasallaje, Peeta y yo haciendo guardia, solo nosotros, la playa y el cielo. Nos miramos a los ojos y creo que él está reviviendo lo mismo. Se acerca a mi, quedando a centímetros de mi cara y espera, como dándome tiempo a hacer lo que mejor se me da, a alejarme, a huir, pero no lo hago. Y sigue avanzando hasta que sus labios rozan los míos. Y también se siente igual que ese día. Cada beso me hace querer otro más.

Comienza siendo un beso suave y lento pero luego se vuelve demandante, lleno de necesidad y hambre, Peeta me recuesta sobre la arena y el beso vuelve de nuevo suave. Él se separa y se recuesta a mi lado. Después de un rato mirándonos nos giramos a ver las estrellas. Me acerco más a él y me abraza. Tras lo que parece una hora, en la que no nos hemos movido Peeta habla.

- Deberíamos volver, podemos intentar dormir un poco.

Asiento. Él se levanta y me ofrece su mano para ayudarme. Su mano y la mía no se sueltan de camino a la casa. Vamos directos a su cuarto y conseguimos dormir un rato.

Dreams come trueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora