Capítulo III: Confusión

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                                                                                                                                                                                         Liah

Octubre 16, Año 2050

Tengo 15 años, estamos en la playa disfrutando del fin de las vacaciones, estoy sentada en una de esas sillas plegables observando junto a mi madre el mar, y en él a mi padre y Dylan jugando a salpicarse agua, Dylan le dice a mi padre algo en el oído y ambos salen corriendo en dirección a nosotras, en pocos segundos tenía a mi hermano sobre mí empapándome toda mientras sacudía su cabello con intención de mojarme y a un lado se encuentra mi padre haciendo lo mismo con mamá mientras le acaricia la barriga de unos pocos meses de embarazo. De repente el estruendo del impacto de algún objeto muy pesado contra el suelo me despierta y se evapora de mi mente la imagen del más hermoso recuerdo familiar que poseo.

Me levanto de un salto de la cama y salgo de mi habitación lo más rápido que el enredo de las sabanas me lo permite. En la sala están todos con cara de miedo.

– ¿Qué fue eso? ¿Están todos bien? – Digo apresurada acercándome a mis hermanos y a mamá

– No sabemos qué sucede, pero justo antes del sonido se cortó la electricidad. No sé si debemos salir o esperar a que amanezca para ver fuera – Dijo mamá

Hasta ese momento no me había dado cuenta que no había electricidad, enciendo las luces de emergencia y miro el reloj, marca las 4:00 hrs.

– Solo falta 1 hora para el amanecer, creo que no importa si salimos de una vez – Opiné

– Yo voto por salir, si va a pasarnos algo seguramente también nos pasaría aquí dentro – Dijo Lucy

– Opino lo mismo, salgamos de una vez, quiero saber que está pasando allí fuera – Añadió Keet.

– Ninguno de ustedes va a ir a ningún lado, Keet y Lucy se quedarán aquí con mamá mientras que Dylan irá conmigo a averiguar qué pasa, nadie sale hasta que yo no les diga que es seguro.

– ¿Por qué tenemos que hacerte caso? – Refutó Keet

– Porque yo estoy a cargo. Ahora se quedarán aquí y solamente salgan cuando yo lo indique, si tardamos mucho en volver, vayan a buscarnos después del amanecer.

– ¿Estás segura de que quieres hacerlo? – Preguntó Dylan

– Si, ¿Por qué? ¿Tienes miedo?

– Para nada, hagámoslo.

Atravesamos lentamente el umbral de la puerta principal, un humo negro y olor a quemado se extendía por toda la calle, caminamos varias cuadras y las calles estaban absolutamente solas, nadie más había decido salir a ver qué sucedía. Aunque no encontrábamos nada, cada vez se hacía más denso el humo que nos cubría y las cenizas en el aire hacían más difícil el trabajo de respirar, avanzamos aproximadamente 15 cuadras más y a medida que caminamos el aire se iba despejando dejando la nube negra por encima de nuestras cabezas, cuando por fin llegamos al sitio donde parecía haber sucedido comenzamos a ver los lugares afectados, la carretera estaba llena de grietas y un montón de cables enredados cubrían la calle, aproximadamente a 300 metros de nosotros se encontraban los restos de un helicóptero estrellado y una torre de electricidad estaba sobre él, la cola se estaba quemando y era lo que producía esa cantidad de humo, Dylan y yo nos acercamos corriendo hasta el lugar, fue fácil ver dentro del helicóptero ya que el accidente le había despegado las puertas, parecía haber varias personas allí pero no podíamos entrar mientras la cola estaba encendida, corríamos un riesgo bastante grande. Cuando nos íbamos a alejar para pedir ayuda escuchamos un ruido, era algo mas como un gemido o una queja.

Attwater - El TeoremaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora