Capítulo 3

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-Ponte esto. – Susurró Effy en mi oído cuando salíamos de la última clase del día. Tomé la prenda que me había pasado y la contemplé, horrorizada.

-No pienses que eso tocará mi cuerpo. Iré tal como estoy vestida ahora. – Me lanzó una mirada reprobatoria. Rodeé los ojos y dejé salir un suspiro. - ¿Desde cuándo tengo que ponerme bonita para salir con un desconocido? Además, te recuerdo que sólo estoy yendo porque tú me obligas.

-Cállate, la pasarás bien.

Iba a decir algo más, pero alguien tocó mi hombro. Me volteé y mi corazón empezó a bombear demasiado rápido para mi gusto. Bruno estaba detrás de mí y sonreía tranquilamente. Hice mi mayor esfuerzo para empujar la ansiedad fuera de mí y dibujar una sonrisa. Me despedí de mi amiga para seguí al muchacho, quien había comenzado a caminar por los pasillos, en dirección a la puerta.

Por fin salimos a la calle y cuando estuvimos fuera del constante griterío de los estudiantes, posó su mirada a mí. Como venía caminando por detrás de él, frenó su paso y esperó hasta que lo alcanzara. En ese momento, recostó su brazo alrededor de mis hombros y siguió camino. Crucé mis brazos sobre mi pecho y desvié la mirada hacia un costado.

-Iremos al restaurante de un amigo de mi padre, espero te guste. – Comentó, levantando la vista hacia la calle. Moví mis ojos lentamente hasta él, procurando observarlo sin girar mi rostro para que no lo notara.

Su perfil era perfecto. Su corto cabello marrón oscuro hacía un movimiento extraño terminando casi en punta del lado izquierdo, su boca, pequeña y rosada, no dejaba de fruncirse y ser lamida por su lengua y sus ojos... tenía unos ojos que podrían matarte si mirabas por mucho tiempo. Eran grandes, color verde oscuro con sus pestañas negras los hacían resaltar, y daban a su expresión un toque simpático y tierno al mismo tiempo.

-Me estás observando hace mucho tiempo, ¿qué pasa por tu mente? – Mis ojos se corrieron, sorprendidos, y volvieron a enfocarse en el suelo.

-¿Por qué me invitaste? – Pregunté, sintiendo que el calor recorría mi cuerpo. Él aún mantenía su brazo a mí alrededor, lo cual para mí no era nada cómodo. Me dedicó una pequeña sonrisa y detuvo su andar frente a un local.

-Entremos, te lo explicaré mientras comemos.

Abrió la puerta y la sostuvo mientras yo entraba. Después, se separó de mí y fue a saludar a un hombre que estaba detrás de un mostrador. Suspiré aliviada, al verme libre de su agarre. Unos segundos más tarde, llegó hasta mí y me guió hasta una mesa ubicada al lado de una ventana. Se sentó frente a mí y sus ojos intimidantes me recorrieron durante un rato. En mitad de su acción, un mesero llegó para tomar nuestro pedido y volvió a retirarse. Menos de cinco minutos después, ya había regresado con la orden. Cansada de tanto silencio, carraspeé, al notar que no tenía intención de hablar.

-Lo siento. – Se disculpó, dibujando una mueca. Se removió en su asiento, dando indicios de nerviosismo. No era usual que alguien se pusiera nervioso por mi culpa. Después de conjeturar un poco, acabé por deducir que todo esto no podría tratarse de mí, sino de otra cosa. Ablandé un poco mi expresión y dejé que una sonrisa asomara, de repente menos nerviosa.

-Dime qué necesitas, Bruno. Te escucho. – Su expresión cambio de completo nerviosismo a total confusión. No pude evitar soltar una risita, frente a lo cual él comenzó a reír conmigo. Lamí mis labios y volví a hablar. – Vamos, con confianza.

-Veras... estoy saliendo con una chica llamada Celeste. – Fue pronunciando cada palabra casi con miedo, esperando mi reacción. Asentí e hice una señal para que continuara. Tomé los fideos que había pedido con mi tenedor y los llevé a mi boca, procurando no hacer una bestialidad y acabar toda machada, cosa bastante común en mí. – Pero ella tiene novio y parece que está pasando por varios problemas, por lo que no quiere dejarlo para no hacerlo sufrir más.

-¿Entonces...?

-Quería... necesitaba... necesito tu ayuda. – Levanté las cejas, dándole a entender que eso era obvio. Él rodeó los ojos y continuó. – Sería... de gran ayuda que fingieras ser mi novia.

Me atraganté con la comida y casi escupo todo en su cara. Estiré el brazo para tomar el vaso de agua colocado delante de mí y le di un largo trago. Lo miré, sin creer lo que acababa de decirme; él mordía su labio inferior, seguramente pensando qué decir.

-Escucha, sé que es raro, pero él empezó a sospechar y lo único que queremos es que él no sufra y... digamos que no confío tanto en mis amigas como para pedirles algo así. Estarías salvando mi vida y mi felicidad, todo junto. –Añadió, suplicante. Mi vista se paseaba por todo el lugar, de repente más confundida de lo que había estado en todo el día.

-¿Confías más en mí que en tus propias amigas? – Inquirí. Un leve asentimiento me dio la respuesta. Respiré hondo y dejé que todo el aire me abandonara. – ¿Por qué?

-Porque eres tímida, tranquila y no harás un escándalo por ello, características que mis amigas definitivamente no tienen, y Celeste estará de acuerdo. Por favor, Jules. Me pondré de rodillas si eso quieres.

-Vale, aceptaré. – Respondí en un susurro, momentos después, antes de siquiera pensármelo dos veces. Sabía que si analizaba la situación, acabaría por mandarlo al demonio y ahora mismo su desesperación había logrado enternecerme. Decidí que, si podía ayudarlo, lo haría.

La sonrisa gigante que apareció en su rostro no tuvo precio. Incluso se levantó y me rodeó con sus brazos en lo que para mí fue un incómodo abrazo. Se alejó, con la sonrisa iluminándole los rasgos, y me miró divertido, dejando escapar una carcajada. Iba a hablar para preguntar qué pasaba pero me interrumpió. Volvió a sentarse y estiró su brazo hacia mí, tomando una servilleta para pasarla por mi boca.

-Debes aprender a comer, pareces una bestia. – Me sentí acalorada de repente y de inmediato quise marcharme del lugar.


El frío de tu amistadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora