Así fue pasando una semana entera y luego otra. Bruno actuaba demasiado gentil, siempre preocupándose porque yo me sintiera cómoda y cosas así. Supongo que es cierto que una relación depende de dos personas, por eso debíamos esforzarnos para que todos creyeran la mentira que vivíamos. No estaba mal, a pesar de todo. Nos veíamos muy seguido y cada día aprendíamos cosas nuevas del otro, incluso Effy comenzó a encariñarse con él. También nos llevábamos bien con sus amigos, cosa rara de mi parte porque yo no solía hablar con nadie que no fuera mi mejor amiga.
-Juuuuuuuules. – Me llamó Ian, acercándose junto con Alex. Effy y yo dejamos de hablar y los saludamos con la mano. – Nos veremos el viernes, ¿verdad?
-¿El viernes? ¿Qué pasa el viernes? – Preguntó mi amiga. Me encogí de hombros y contemplé a los muchachos.
-Veo que Brunito aún no les dijo. Iremos al cine con unos amigos más; ambas están invitadas. – Dicho esto, dio una palmada en la espalda de Alex y se marchó hacia otro grupo de chicos.
Alex se nos quedó viendo por unos instantes y luego se sentó en el suelo. Effy y yo lo imitamos para poder quedar a su altura. No podía correr la vista de él porque, a pesar de que habían pasado varios días y nos llevábamos de maravillas con varios de los amigos de Bruno, Alex era como una excepción. No hablaba nunca y casi siempre pasaba desapercibido para todos, menos para mí. Sus ojos devolvieron mi mirada y, aunque sentí la necesidad de apartarme, no lo hice.
-Ian olvidó decirles que luego del cine iremos a la fiesta de cumpleaños de Pipo. – Mencionó, mientras sacaba una paleta de su pantalón y la metía en su boca.
-¿Quiénes irán? – Preguntó Effy, ahora curiosa. Él se encogió de hombros y ella bufó. – Iré a hablar con él para preguntarle.
Acto seguido, se levantó, dejándome sola con Alex. Me acerqué a su lado, aún no muy segura de que debía de decir para poder entablar una conversación.
-Tienes lindos ojos. – Comenté, mientras intentaba no ponerme en modo tímido. Los desplazó hacia mí, forzándome a mantenerle la mirada.
-Gracias. – Respondió, indiferente, apoyando su cabeza contra la pared. Yo misma lo imité, pero no quité mis ojos de él.
Estudié cada parte visible de él. Su pelo desarreglado, que caía por su rostro. Su pecho, que subía y bajaba tranquilamente, como siguiendo el ritmo de una lenta melodía. Su recta y larga nariz, demasiado perfecta para ser de verdad... Guardé ese pensamiento en lo más profundo de mi cerebro y continué mi trabajo. Dos delgadas cejas marcaban el ceño fruncido de su rostro y generaban profundas arrugas alrededor de sus ojos, que de momento mantenía cerrados. Sus pestañas eran cortas, pero, de todas formas, la mirada del muchacho no podía ser más penetrante y cautivadora. Sus labios, que formaban una línea roja en su piel blanca, no eran muy gruesos. Mordió su labio y unas pequeñas arruguitas aparecieron en las comisuras de su boca cuando no pudo evitar sonreír, al mismo tiempo que volvía a abrir los ojos y los dirigía hacia mí.
Me incomodó notablemente y empecé a jugar con mis manos. Rara vez lo había visto sonreír, pero tenía una sonrisa que te quitaba el aire.
-Me estabas mirando. – Afirmó, sin quitarme los ojos de encima. Lancé un suspiro y asentí.
-Me llamas la atención.
-¿Por qué? – Inquirió, curioso. Creo que era la primera vez que lo veía interesado en algo. No sabía qué decirle, abrí mi boca pero ningún sonido salió por ella. Afortunadamente, fui salvada por un grito de Bruno, quien corría hacia mí. Me ayudó a incorporarme y me miró emocionado. Detrás de nosotros, Alex se levantó y con un movimiento de cabeza, se despidió de mi supuesto novio.
-¿Sí irás el viernes?
-¿A la fiesta o al cine? – Sus brazos se ubicaron en mi cintura al notar que varios de sus amigos se acercaban.
-Ambos.
-Oh, no, a ella no le gustan para nada las fiestas. – Respondió Effy por mí, llegando por detrás de mí. Sonreí, satisfecha por la respuesta de mi amiga.
-Irás, así tenga que arrastrarte. – Sentenció. Lo miré anonadada; Effy estallaba en carcajadas a mi lado. ¿Por qué ambos se empeñaban por sacarme de mi casa y, encima, lo hacía repitiendo las mismas frases? Puse los ojos en blanco, malhumorada. Abrí la boca para hablar pero él colocó su dedo índice para callarme. – No acepto peros.
Besó levemente mis labios y luego se marchó. Effy sonreía divertida mientras empezaba a decirme aquellas cosas que pensaba ponerse. Para ser honesta, en lo que quedó del día, no le presté la menor atención a nadie. Las clases me las pasé mirando por la ventana, admirando cómo el sol iba cambiando de lugar, provocando distintos efectos luminosos. Los rayos que entraban por la ventana y calentaban mi piel me recordaban al pelo de Alex. Sonreí ante semejante comparación, mas, luego, volví a enfocarme en el paisaje que mostraba mi ventana. Era prácticamente invierno y por fuera podían verse los árboles casi pelados y el viento que movía las débiles ramas. Alguna que otra hoja salía disparaba, bailando por los aires, incluso varios pájaros abrían sus picos para emitir lo que supuse que serían bellas melodías, sonido que no podía escuchar porque un vidrio se interponía entre ellos y yo. Todo eso era muchísimo más interesante que el viejo barrigón que estaba dando una clase de matemáticas a pocos metros de mí.
Como la última hora la tuvimos libre, Effy y yo decidimos pasarla en nuestro refugio del subsuelo. Ella había traído unos dibujos y fotos que quería pegar en el muro, ya cubierto por cientos de imágenes. Yo me lancé sobre el sillón y la observé hacerlo. Me cubrí con una manta, que dejábamos ahí específicamente para los días fríos de invierno, y puse un poco de música con mi celular.
Ella comenzó a tararear mientras continuaba con su labor y yo me limité a tomar mi libro. Cuando hubo terminado, me obligó a mantener una charla sobre qué ropa me pondría para el viernes y cosas por el estilo. Di la conversación por acabada luego de 15 minutos de aburrido parloteo de su parte.
-¿Qué estabas haciendo con Alex? – Inquirió mientras se acercaba al pizarrón de la antigua aula escolar. Me encogí de hombros.
-Lo estaba observando. Él es muy callado y no habló conmigo.
-Con que te gusta observarlo... - Recalcó ella. Abrí la boca, buscando palabras para defenderme, y negué con la cabeza. Ella sólo rio. – Al menos te llama la atención...
Me di por vencida y dejé caer mi rostro. Sí, me intrigaba no conocer nada de él. Además, por lo que había visto, era todo lo contrario a Bruno y no lograba entender por qué eran mejores amigos. Entonces miré a Effy, tan enfocada en su dibujo que no notaba mi mirada. Bueno, tal vez sí comprendía su relación, de todas formas sería agradable poder conocer algo más de él... algún día.
-Qué obra de arte... debería dedicarme a esto. – Declaró mi amiga, una vez que hubo terminado su trabajo. Observé el pizarrón y ocurrió algo que jamás me había pasado: me ruboricé frente a Effy.
Ella notó mi expresión y comenzó a reír hasta casi quedar inconsciente por falta de aire. Yo no veía qué era lo gracioso. En el pizarrón había dibujado torpemente dos figuras, que supuse serían humanas, besándose con mi nombre y el de Alex escrito sobre ellas.
Clavé mi mirada sobre ella, sintiendo que prácticamente salían dagas de mis ojos, y me crucé de brazos. Volví a examinar el dibujo gigante al otro lado del salón. Negué con la cabeza y me dejé caer sobre mis piernas, aún cubiertas por la manta. Effy se acercó a mí y me estrujó entre sus brazos.
-Por fin a mi pequeña amiga le gusta alguien. – Chilló bajito, cerca de mi oído.
-No me gusta nadie, simplemente me da curiosidad. – Repliqué.
Ella rodeó los ojos y se levantó al escuchar el timbre. Era hora de irnos por fin. Tomé mis cosas y seguí a mi amiga fuera de nuestro escondite.
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El frío de tu amistad
Fiksi RemajaEffy era todo lo que Jules tenía. Su mejor amiga, su hermana. El día que aceptó ir a una fiesta con ella, cambió la forma en que vivía, su visión del mundo y sus sentimientos. Un nuevo amigo, Bruno, trae consigo una propuesta escandalosa que Ju...