Habían pasado 15 minutos de silencio, media hora encerrados en el baño, cuando sentí un leve apretón en mi mano. Alex no me miraba directamente, sino que admiraba el contacto de su mano con la mía. Escuché su respiración un poco más agitada.
-Vivo solo con mi padre desde que tengo uso de la memoria.
Murmuró, como perdido en un trance. Hizo una pausa interminable, hasta que le devolví el apretón y lo alenté a continuar.
-Siempre me trató mal, decía que era mi culpa haber terminado con él porque mamá no me quería. Para cuando cumplí 10 años, no había un insulto que él no me hubiera gritado ni un reproche que le faltara hacerme. Entonces empezó a pegarme y debo admitir que creí merecerlo, a veces aún lo hago. Primero fueron un par de golpes, algo inocente, pero comenzó a pasársele la mano cuando asumió que yo era gay, simplemente porque no tenía amigas en la primaria; tampoco tenía amigos pero a él poco le importaba, también me echaba la culpa de eso. Imagínate que ahora, con 17 años, la cosa sólo empeora. No está nunca en casa y cuando aparece o me maltrata o se encierra en su habitación. Bruno... me ayuda a soportarlo y honestamente ya nada me importa. Pero hay veces que simplemente necesito un... cable a tierra, para acercarme a la realidad, tú sabes.
Lo contemplé durante varios segundos, sin capacidad de recuperar el habla. Me levanté y me senté a su lado, tomando su mano y acercándola a mí, para rodearla con las mías. La estrujé, procurando animarlo luego de haberme hecho semejante confesión. Me recosté sobre su hombro y cerré los ojos, estrujando mi cerebro en busca de las palabras adecuadas para decir.
-Yo...
No pude continuar porque unas sirenas inundaron el aire junto con unos destellos azules que podían vislumbrarse fuera de la ventana del baño. En el piso de abajo, comenzaron a oírse gritos y voces potentes. Demonios. Pensé para mis adentros. Lo que faltaba para arruinar la noche era la policía. Inconscientemente me acerqué más a Alex.
-Si nos quedamos aquí no vendrán a buscarnos. – Mencionó, sereno. Estiró el brazo para apagar la luz y fingir que no había nadie en la habitación, y luego lo pasó por mi hombro, acercándome a él en lo que juro que fue la acción más reconfortante que jamás presencié. Le agradecí en un tono apenas audible y él volvió a sonreír por unos instantes.
Otra media hora pasó volando para que decidiéramos bajar. Las sirenas y el griterío se habían calmado hacía un rato, pero estar en el baño era tan pacífico... Sí, esas palabras suenan ilógicas en la misma oración. Alex no soltaba su agarre en mi cintura, en gesto protector.
Grité el nombre de mi mejor amiga, de repente asustada de que algo pudiera haberle ocurrido pero mis temores desaparecieron cuando la vi aparecer de debajo de una mesa junto a Pipo y Natalia. Ian bajó corriendo las escaleras, seguido por Bruno; de Celeste no había ni rastro. Alex se alejó de mí cuando Bruno se acercó, rodeándome la cintura desde atrás. De no ser porque estaban todos presentes, le habría pegado.
Pipo miraba su casa con desgano y supuse que yo sentiría lo mismo al pensar en limpiar todo ese desastre, la mismísima Segunda Guerra Mundial parecía haberse desarrollado en la sala. Tomó una bolsa tirada por ahí y comenzó a juntar basura, esparcida por todos lados.
-Bueno chicos, pueden ir al cuarto de juegos y esperarme ahí. Hay pizza y helado en la heladera.
-Alto ahí, muchacho. – Le llamé a Ian, que ya comenzaba a subir las escaleras. Fui hasta Pipo y tomé la bolsa de sus manos para ayudarlo a recoger cosas.
Poco a poco, y con nada de ánimo, todos empezaron a colaborar. Dos horas más tarde y ya teníamos todo metido en bolsas y casi perfecto, sólo faltaría dejar abiertas las ventanas toda la noche para que el feo olor desapareciera.
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El frío de tu amistad
Fiksi RemajaEffy era todo lo que Jules tenía. Su mejor amiga, su hermana. El día que aceptó ir a una fiesta con ella, cambió la forma en que vivía, su visión del mundo y sus sentimientos. Un nuevo amigo, Bruno, trae consigo una propuesta escandalosa que Ju...