4. La mansión destartalada.

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La Corte.

La blancura y la fuerte luz del lugar estaban comenzando a hartarlo. Se suponía que después de haber visitado ese lugar místico durante más de quinientos años debería de influir en el hecho de que su vista ya estuviese acostumbrada, pero en realidad era todo lo contrario; pensaba que cada vez que regresaba a ese lugar, la luz se hacía cada vez más insoportable, más deslumbrante.

James era lo único que le daba color a aquel lugar, y parecía por completo un pez fuera del agua. Con sus jeans gastados y agujerados y su camisa de franela a cuadros; rodeado por la luz inmaculada y por las leves formas que estaban en círculo a su alrededor, examinándolo. Recordó las primeras veces que tuvo que visitar aquel lugar, los ojos le habían ardido al grado de que cuando regresaba le comenzaban a llorar, pero ahora al menos podía fingir que se había acostumbrado a todo, con su pose recta y seria, y con su semblante impenetrable, casi sin atisbo de molestia. Pero la luz tenia vida, parecería pulular a su alrededor, cual polvillo de hada, sólo que menos benévolo. Lo examinaba, asegurándose de que fuese él, que seguía estando de su lado, que aún era digno de estar en su presencia. Y no es que aquel ente fuera ególatra, pero era el puente entre la máxima energía y los Animas, así como los Animas eran el puente entre él y los humanos, no podía andarse con medias tintas. La cortesía y la amabilidad no eran lo suyo. Representaba el bien, la justicia. La Corte estaba dispuesta a sacrificar peones y devastar a sus fuerzas en el campo de batalla de ser necesario, su meta era el bien mayor y todo aquello tenía un precio.

—James Nolan, Superior de la Costa Este de Estados Unidos de América; a sus órdenes—. Había repetido esas palabras por al menos unos setenta años, desde que lo habían asignado a aquel lugar en específico, pero en sí, siempre decía lo mismo, variando América por Europa, u Oceanía...

Esperó pacientemente, tratando de enfocar algún rostro, pero como todas las veces que lo había intentado durante novecientos años, no logró encontrar ninguno. Sólo había luz.

—Superior —la voz en aquel lugar en específico era diferente, en ocasiones sonaba como un montón de personas hablando al mismo tiempo, niños, hombres y mujeres; en otras era unificada y potente, una sola voz —esta es una reunión extraordinaria, en este momento todos los líderes del mundo están siendo informados. Es prioridad máxima el encontrarle.

Aquello había sido prioridad máxima desde hace cerca de cien años y aún no había señales de aquel niño. No era necesario el recordarle de qué hablaban, era información de primera mano al volverte de alto grado, una misión extra a todas las demás. Pero durante los últimos diez años el nivel de energía en el mundo estaba alterado de manera extraordinaria, era cada vez más difícil el traer nuevos Animas mientras que los Tenebras se multiplicaban por montones.

Soltó un suspiro cansado, debió de haberse imaginado que la reunión trataría de lo mismo una vez más. De inmediato se dio cuenta de su error, al ente, la Voz o como sea que le llamaran, no le gustaba cuando sus Superiores mostraban el menor signo de debilidad o incluso de emoción. La idea era ser disciplinado a más no poder, por esa misma razón había avanzado tan rápido.

—He mandado a un par de grupos a que buscaran, pero no ha habido noticias— dijo, sabía que era exactamente lo mismo que les había dicho dos días atrás, pero es que no había otra verdad—. Tuve dos bajas, pero seguimos en ello. Buscarlo es nuestra máxima prioridad.

Habían estado buscándolo durante al menos todo el inicio de la humanidad, desde que se definió lo que era bueno y lo que era malo, la luz y la oscuridad, los Animas y los Tenebras, pero jamás habían logrado dar con él. La leyenda decía que aparecería cuando el mundo más perdido estuviese, y con todo lo que sucedía ahora por todas las partes del mundo, y con todas las bajas que los Animas estaban sufriendo día a día, era más que seguro que no tardaría en aparecer, la cosa estaba en encontrarlo antes de que ellos lo hicieran. Pero las excusas no eran aceptables, dos bajas no eran nada en comparación con lo que estaba en juego, se suponía que James debía de entender lo importante de su misión, por algo estaba donde estaba. El ente se alejó, diversificándose como si de pronto el lugar fuera habitado por cientos de personas, todas presionando hacia un mismo objetivo, el dejar en claro que las cosas tenían que salir como ellos decían, era la única manera. No podían perder el último round, aquello implicaría el perder la guerra. Y nadie perdona a quien ha hecho tantos sacrificios en vano. La luz del lugar pareció opacarse, la habitación de repente parecía mucho más pequeña, como si se encogiera en torno a James.

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