Chica Problemática

Capítulo 2 - Nos toca hablar de Jasper.

Pasado de Jasper, ¿Peor que el de Peridot? No me pregunten, sólo lean:

Capítulo 2 - Nos toca hablar de Jasper.

Otra vez llegaría tarde al colegio. Tenía práctica de fútbol americano con el conjunto de idiotas que dirigía como capitana. Sí, única mujer en el equipo, y además, la líder. Era la que más se destacaba en fuerza y rudeza.

Más tarde tenía que ir al gimnasio y después a trabajar. Trabajaba duramente en una cafetería nocturna para mantener el alquiler de su pequeño apartamento. El año anterior había compartido una renta con una mujer que fingió ser su madre el tiempo que ésta lo precisó, ¿Por qué alguien tenía que fingir ser su madre?

A sus cinco años, Jasper vivía un caos. Su padre era un golpeador y abusador. Ella tuvo la desgracia de ser golpeada por su progenitor, avergonzándose de las marcas que éste le dejaba en la piel a la hora de ir al kínder. Su madre era la que más daño recibía, física y psicológicamente. Su marido abusaba constantemente de ella, y amenazaba con matarlas a ella y a su hija si a alguna se le ocurría abrir la boca.

Cansada de esto, la madre de Jasper reaccionó. Un día, cuando el hombre quiso abusar de ella sexualmente, sacó una navaja de su bolsillo y le cortó la arteria carótida. El abusador murió desangrado, pero no fue el único en fallecer esa noche. La asesina se quitó la vida segundos posteriores al homicidio. La niña escuchó todos los hechos desde su habitación. Entrar al cuarto de sus padres, y ver tales imágenes, hizo que su niñez termine por completo en ese instante. Corrió al patio delantero de su casa y comenzó a llorar.

Al día siguiente, los vecinos la encontraron en el mismo estado de trauma. Ese día lo recuerda como si fuera una estúpida canción de comercial, se te pega en la cabeza como un chicle en el zapato.

- ¡Jasper! ¿Qué ocurrió? -preguntó el padre de uno de sus compañeros asustado, que no recibió respuesta alguna. La pequeña miraba a un punto fijo, con el semblante endurecido y la cara pálida. El hombre sospechó que algo malo, muy malo había pasado, ya que la puerta de la vivienda estaba abierta, y parecía no haber movimiento dentro de la casa. Temeroso, llamó a su esposa para que atienda a la criatura mientras él averiguaba qué había sucedido- ¿Señor y señora Aspis? -cuestionó mientras entraba en la morada con cautela. Ninguna respuesta. Subió las escaleras y se encontró con dos puertas abiertas. Una que parecía pertenecer a la habitación de un infante, y la otra, que parecía ser una pieza normal. Al acercarse a la segunda, su olfato no pudo describir el olor que sintió comparable con algo. Era un olor penetrante, fuerte, una mezcla de olor que se percibía como carne combinada con hierro viejo. Al introducirse al lecho, no necesitó tener que seguir tratando de descifrar el hedor. Lo vio. Sangre por todos lados. Las paredes, color melocotón, bañadas por un rojo punzó intenso. Un hombre desnudo, una mujer con la remera quitada violentamente. Ambos cuerpos cortados en el mismo lugar. Un corte horizontal en el cuello de ambas personas.

Lo primero que hizo el hombre, fue vomitar por la pestilencia. Luego corrió a encontrarse con su esposa y exigirle que llame a la policía. La mujer, confundida, obedeció a su marido y llamó a la policía.

Las patrullas no tardaron en aparecer. Eran dos de estas y la misma cantidad de ambulancias.

Jasper seguía en estado de shock. Ningún niño debería ver tales escenas, ¡Ninguna persona! ¿Cómo su madre no pensó en ella al cometer tal barbaridad?

Las ambulancias se llevaron los cuerpos para realizar una autopsia. La niña pasó la noche en la comisaría. No le pudieron sacar algún tipo de información. No comió la comida ofrecida por el comisario. Tampoco durmió. Frustrados, los policías, que buscaban facilitar la situación tanto para ellos, como para la pobre criatura, solicitaron la colaboración de una psicóloga especializada en estos casos.