CAPITULO 1.

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La noche es cerrada. El viento fresco de primavera me besa la cara y me susurra al oído. Después de tres asquerosos meses en los que estuve encerrado en aquella fría y gris celda de la prisión de Sing Sing, procuro pasar todo el tiempo que puedo al aire libre. En mi opinión, no hay peor castigo para un ser humano que la reclusión, el aislamiento. Mi corta estancia en prisión ha sido dura, no lo niego. Pero, sin embargo, repetiría todas y cada una de las acciones que me llevaron a donde lo hicieron. Lo haría todo de nuevo, sólo para estar justo donde estoy ahora.

Sonrío sólo de pensar en lo curiosa que es la capacidad, que tenemos los seres humanos, para crear planes y estrategias que generan reacciones en cadena. Mucha gente cree que la capacidad de planear y predecir ciertos sucesos se debe a que cierto individuo tiene una inteligencia superior a la común. Eso es cierto, ya que muchos de los criminales más grandes y famosos de la historia tenían, o tienen, una gran inteligencia.

En mi caso, debo decir, sólo se trata de conocimiento. Conocimiento puro, de las personas que me rodean. Y claro, la astucia no está de más. Pero... yo no soy un criminal cualquiera.

Escuché decir, una vez, por ahí que todo tiene una historia, sólo es cuestión de buscarla. En otras palabras, todo tiene un motivo. Y los que no lo tienen, bueno... esas personas son unas sociópatas. Según las personas que me rodean, yo soy uno de ellos. En simples palabras, no siento culpa alguna. Yo no le encuentro nada de malo en no experimentar una de las peores sensaciones que puede tener un humano. Pero claro, el malo del cuento, soy yo. Por lo tal, no le veo el lado malo a nada de lo que yo hago. Lástima que los demás sí, de lo contrario todo sería más divertido.

Puedo escuchar, perfectamente, como la puerta de mi casa se abre; pero permanezco donde estoy, en la terraza de mi cuarto de juegos, dejando que el viento sople en mi cara.

Después de que el FBI me pidiera ayuda para resolver un caso y de que yo dictara mis condiciones, acepté. En el momento en que tres oficiales aparecieron en mi celda, para llevarme ante el agente que me encerró, decidí que aceptaría cualquier trato que me propusieran. Cualquier cosa por salir de aquella prisión de mierda. Aunque claro, no lo haría sin poner a sudar a las personas que conspiraron en mi contra.

─ ¿Qué mierda quieres de mí ahora, Nicholas?

La voz de Alex hace que abandone mis pensamientos. La sonrisa que se formó en mis labios, al escucharla, se borra en el instante en que me giro y la veo de la mano de Jared; los agentes Dominic Brown y Robert Cooper me miran impasibles detrás de ellos. Alex me mira furiosa, llena de odio y rencor. Mi hermano, por otro lado, me dirige una mirada aburrida pero en sus ojos puedo notar cierto brillo. Un brillo que tiene todo hombre que ha conseguido todo lo que quiere en su vida y tal vez más.

No me cabe la menor duda de que me está restregando en la cara el hecho de que él se quedó con Alex.

─ ¿Acaso no fui lo suficientemente específico sobre a quien quería aquí? ─ le pregunto al agente Brown.

Dominic Brown ni siquiera se molesta en responderme. Jared lo hace en su lugar.

─ ¿En serio creíste que la dejaría sola contigo?

─Soñar no cuesta nada─ digo como si nada, haciendo un enorme esfuerzo porque no se note mi satisfacción─. Pero ya que estas aquí, podrías serme útil.

Claro que me será útil..., y mucho. Nunca está demás tener un esbirro personal. Y quién mejor que él, con Alex de por medio.

─ ¿Qué es lo que quieres, Nick? ─Alex vuelve a cuestionar─. ¿Por qué no dejas de fastidiarnos la vida?

Libertad Y Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora