CAPITULO 3.

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En la vida, por increíble que parezca, he hecho cosas buenas. Pero eso no es algo de lo que me guste hablar. No negaré que también he hecho cosas malas… Cosas muy, muy malas si le preguntan a las personas que he lastimado en el transcurso. Y, ¿por qué lo he hecho? Obvio…, para conseguir lo que quiero.

 Sí, es cierto que encuentro un cuestionable placer al jugar con las personas, engañarlas, traicionarlas, lastimarlas…, hasta cierto punto, claro. Porque a pesar de lo que la gente cree, no soy un maldito enfermo psicópata. Bueno, no tanto. Aunque, si he de ser sincero, me gusta que lo crean, ya que eso me proporciona un poder de intimidación sobre los de más. Lo cual tiene sus contras, sí… Pero también tiene sus ventajas.

 También es verdad que cuando algo no sale como yo quiero y/o como lo planeé, tiendo a desespérame y a descontrolarme. Pero cuando eso sucede, en muy pocas ocasiones existe la posibilidad de cambiar el juego a mi favor, incluso, antes de entrar en él. Y da la casualidad que esta es una de aquellas contadas ocasiones.

 Lo que estoy a punto de hacer, me deja una sensación bastante agridulce. Lo he hecho antes, sería inútil negarlo. Simplemente, lo que me desagrada es tener que compartir mis planes. Sobre todo porque no tengo de otra. Así que, dejando de lado la incredulidad de Alex y Jared al malinterpretar mi decisión de deshacernos de la competencia importada, mejor conocida como: Paolo Fiorentinni; me alejo de ellos, saco el celular que me dio el FBI y marco la opción rápida número 1.

─ ¿Qué quieres, Nicholas? ─responde Dominic, después del primer tono.

─El número 1, ¿en serio? ─pregunto para molestarlo.

─ ¿Qué quieres? ─repite, claramente irritado.

─Escuchaste lo que les dije a Alex y a Jared, ¿cierto?

─Por supuesto. El micrófono que lleva Alex, no es de adorno─ me dice.

─ ¿Ah, sí? ¿Dónde lo lleva? ─pregunto curioso, la verdad.

─ ¿Por qué no se lo preguntas a Jared? ─me sugiere y el irritado, ahora, soy yo─. Por última vez, ¿qué quieres?

─Un revolver. Y que este cargado.

 Pido sin la menor vergüenza.

.

 ─ ¿Dónde, diablos, estabas? ─sisea Jared, mirándome furioso.

─También te eché de menos, hermanito─ le digo con una sonrisa.

─Esto no es gracioso, Nick─ interviene Alex─. Markov ya sabe que estamos aquí. Tu amigo el italiano vino hace un rato con órdenes de llevarnos con él. Pero, obviamente, tú no estabas.

─ ¿Y qué le dijeron?

─Que estabas en el baño─ responde Jared.

─Y así fue─ confieso.

─ ¿Por media hora? ─me cuestiona.

─Discúlpame por tener necesidades biológicas.

 Jared esta por replicar y Alex por intervenir, cuando Paolo Fiorentinni aparece frente a nosotros con una estúpida sonrisa de suficiencia en su estúpido rostro.

─Vaya, vaya… Pero si es Nicholas Anderson─ dice con su insufrible acento.

─El único y original─ respondo con mi mejor sonrisa.

─Creí que estabas en prisión, Nick.

─Y yo creí que estabas muerto, pero ya ves… A ninguno se nos ha cumplido nuestros deseos.

Libertad Y Obsesión.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora