Dedicado al demonio con alas rotas. Porque tu fuiste el que me regaló en pinsonte.
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-Acepta este pinsonte. Es un pájaro muy bonito, es hijo de dos que tiene mi abuela y te lo quiero dar a ti pues ahora somos amigos.- me dijo Demian con esos ojos inquietos y esa sonrisa que rara vez se asomaba.
Demian, hijo de un vendedor de coches y de una florista. Nacido en el seno de una familia la cual lo quería mucho pues era hijo único. Y con razón era querido y apreciado por aquellos (escasos) que lo conocían bien.
La razón. El era albino y sus ideas no podían ser menos especiales que el. Desde el primer momento en el que lo vi hasta el último, no dejo de sorprenderme.
No se exactamente que tenía el que llamaba tu atención de una forma que deseaba conocerlo mejor. Creo que ese fue uno de mis primeros errores.
-Lo acepto.- dije con una gran sonrisa en mi boca.- Le pondré Amy.
-Creo que es macho.- dijo riéndose y asustando al pobre pinsonte.
Apenas teníamos ocho años y éramos inocentes y con una vida delante de nosotros.
Una vida.
-Entonces lo llamaré David.- le dije con las mejillas rojas por la vergüenza.
-Lo siento, era una broma. Si es mujer.- ahora fue a el el que le tocó sonrojarse.
-Entonces Amy.-
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Pasaron 5 años y con ellos se fueron la niñez y la inocencia. El y yo éramos cada vez más amigos y a su vez mi corazón estaba sintiendo un amor por el.
No se que le pasó a Demian para que su corazón se volviera oscuro y lleno de un rencor enfermizo, el siempre culpaba lo que hacía al "viejo Adán y nuestra naturaleza humana".
¿Realmente es de nuestra naturaleza ser manipuladores al tal grado de podrir otros corazones sólo con el afán de poder tener durante un breve minuto ese placer. Ese roce. Esa caricia.
No lo se aún. Me siento culpable de no haber frenado ese caballo desbocado cuando aún tenía riendas sobre el.
Me arrepiento de yo haber participado en haber aventado más leña seca al fuego.
Su cabello antes blanco y deslumbrante poco a poco se fue transformando a un gris cenizo producto de sus actos.
No sólo el fue el que cambió. Yo también cambie.
Mi mente se volvió débil, lo creí ser una vez dejo de existir para mí.
Y por primera vez, el pinsonte dejó de cantar en la entrada donde lo tenía.
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Siempre cuando termina una tormenta se viene una sensación de calma y tranquilidad. El caso de Demian fue distinto, cuando terminó su tormenta empezó otra inclusive más fuerte que la anterior.
Había pasado un año desde aquellos data dichos sucesos en los cuales habíamos vivido una revolución en nuestra forma de vida. Supongo que debo agradecer a Demian mi mente fuerte que tengo ahora.
Supongo que durante todo este tiempo la antigua amistad se sacó a la luz y relució más fuerte que la anterior vez.
Yo me volví la roca donde Demian podía descansar de la tormenta que el había creado.
Demian y yo nos hicimos mejores amigos. El relajandome con su antiguo humor y yo sirviendo de ancla para su barco de cordura en medio del mar del resentimiento.
En esos días el pinsonte había empezado a cantar las más hermosas melodías que de podrían decir superiores a las de un coro de Iglesia, además el pinsonte había empezado a buscar pareja y sabía que pronto tendría una parvada de pequeños querubines en cuerpo de pinson.
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Demian trató una temporada de desahogarse en los vicios del alcohol y la droga. Pero por mucho que se mejoren esas sustancias, el contacto humano siempre será el mejor remedio a la soledad y remordimiento. Mi pinson aún no tenía pareja y me preocupaba el humo que entraba de la ventana al patio, pues podía intoxicar al pinsonte y luego matarlo de asfixia. Así qué decidí ponerlo en el corredor a mi cuarto. También por esos días llenos de vicio en la vida de Demian, en mi vida empezaron a ocurrir cosas maravillosas. Me estaba yendo bien en mis estudios y creía que había encontrado el amor en una perdona que me entendía como ser humano que necesitaba reparar unos trozos de su rígido corazón.
No puedo decir lo mismo que Demian ni de mi pinsonte. Los dos parecían que se estaban muriendo.
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-Ya se que le pasa a Magie.- dijo Demian tomando un trago de su cerveza.
-Si gustas puedes contarme. Sabes que tratare de siempre apoyarte.- le dije sonriéndole y soplándole a mi café.
-La Ley de Realidad/Ficticio.- dijo solamente alzando sus hombros y volteando a ver el pinsonte de manera pensativa.
-No se cuál es esa ley, pero si gustas puedes explicármela.- le dije pues bien sabía que a veces le gustaba hablar y otras no.
-¿No te ha dicho ella? Wow. Entonces no debería decirte, no se sí ella quisiera que tu sepas.-
-Bueno, últimamente tu y ella han estado hablando de tonterías y pintura lo cual llega a ser en un punto molesto y monótono.- dije al mismo tiempo que tamborileaba la punta de los dedos con mi café. Me estaba poniendo eso nervioso y estrenado, pero era algo común en el.
El pinsonte, que había estado cantando maravillosamente los últimos días, había dejado de cantar de improviso.
-Mi confianza se perdio. Tu perdiste mi confianza, por eso de mi parte ya no te enteraras de nada.- dijo tomando el un poco más de su cereza y acercándose al pinsonte.
-De acuerdo.- sabía que el era así y algunas veces había pasado lo mismo.- Pero, ¿puedo saber por qué? No he hecho nada, me he quedado en mi casa haciendo mi tesis y la tarea.
Efectivamente estaba yo había estado haciendo mi tarea de la universidad y yo había pasado parte de ese verano haciendo mi tesis. Pero no había tenido tiempo para salir. Me había enterado que Demian heredó la refaccionaría de autos y lo había invitado a mi casa para celebrarlo.
-Tu lo sabes, nada más que no recuerdas.- dijo y se marchó de mi casa.
Me quede confundido durante unos momentos y luego voltee a ver el pinsonte.
La jaula están igual, lo diferente era su cotenido.
El pinsonte...
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40 historias sin fin
Short StoryLa mente humana se compone de diversas partes y cada una de ellas es un planeta en medio del cosmos mental. Es por ellos que la creatividad y el talento es algo innato en el ser humano. Solo es necesario buscar más allá de nuestra estrella. En ciert...