Fiebre

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Las fuertes corrientes de aire azotaban con furia los rosales, arrancando de forma estremecedora los pétalos, llenando el ambiente con un aroma casi imperceptible a los humanos. Pero para el demonio cuyos sentidos están amplificados; aquel resultaba un completo deleite, así que no puede negarse el placer de arrancar una de aquellas flores la cual se deshace en suaves hebras que resbalan entre sus dedos, de un carmín intenso que logra arrebatar una sonrisa perversa de su rostro mientras abre los ojos y aun entre sueños puede ver ese cuerpo junto al suyo.

De pronto la realidad le hizo abandonar ese mundo al que últimamente accedía con demasiada frecuencia, sin embargo tardo un par de segundos en soltar el mechón de cabello que estuviera acariciando. Se levantó indignado dispuesto a atacar al Shinigami, sin embargo se detuvo al recordar lo ocurrido; algunas horas atrás había llegado de prisa, pensó en despertarle pero esto solo haría que comenzara a acosarle como solía hacerlo y le retrasaría, por lo cual decidió dejarle dormir en su habitación para que nadie le molestara ni se notara siquiera su presencia, así después de terminar con sus labores simplemente lo despertaría para enviarlo a casa. Lo que no estaba dentro de los planes del sirviente era que tan mal como durmiera últimamente, el cansancio lo vencería al entrar apenas en contacto con su suave cama. Suspiro pues jamás se imaginó tenerlo de esa manera, completamente vestido y haciendo un extraño sonido.

—¿señor Grell?—Sebastián tomo el candelabro encendiéndolo, su aura amarillenta ilumino a su huésped, mostrando el fuerte tono carmín en sus mejillas, su piel pálida y sin rastro alguno de imperfección, sus cabellos que opacaban el tono oscuro de sus ropas, sus labios entreabiertos como una deliciosa invitación a la que el pelinegro no logro negarse. De la misma manera en que su mirada, sus pensamientos no lograran apartarse de aquella imagen; su cuerpo se movió por sí mismo, hasta que sus labios se unieron a los del otro con lentitud al principio, suplicando quizá el permiso de los otros para que su lengua invadiera ese espacio húmedo robándole el cálido aliento hasta arrancarle un suspiro.

Caliente, ese era el caso, la temperatura inusualmente alta en el otro cuerpo. El mayordomo acaricio sus mejillas, recordando algo que leyera respecto a las enfermedades de los humanos y el cómo combatirlas; pero...¿Cómo se puede curar a un Shinigami?, ellos necesitan dormir tal como los primeros , así que muy seguramente podría hacer algo con la fiebre que lo aquejaba de la cual simplemente no podía escapar, la idea maliciosa del como curarle resonaba con mayor fuerza en su mente, no solo era la oportunidad perfecta que como demonio no podía dejar escapar, iba más allá del hecho que si intentará negarse no podría, en realidad no desea detenerse en absoluto; Grell se había convertido ya en ese punto en una obsesión para él, en algo prohibido que deseará con tanta intensidad que si su amo se lo negará, lo desobedecería sin dudarlo.

— ¿Por qué?—un leve susurro escapo de los labios del demonio, su mirada brillaba con intensidad mientras deslizaba la corbata del pelirrojo haciendo que la camisa se abriera dejando expuesta la pálida piel de su pecho. Esa inquietud que provocaba en él era algo imposible e impensable, si bien Grell no resultaba desagradable tanto físicamente como por el poder que poseía, tampoco era lo que el sirviente anhelara con locura; sin embargo allí estaba el, quitándose los blancos guantes con los colmillos para poder deslizar la ropa fuera de aquel cuerpo, para rozar su piel y verlo estremecerse; ¿qué era lo que le pasaba?, ningún ser podía resistirse cuando el decidía seducirlo y su acompañante no resultaba una presa difícil, todo lo contrario, ¿entonces porque esa necesidad de tomarlo en la clandestinidad buscando una excusa tan patética como aquella?, toda la situación lo estaba volviendo loco; no logro contener su lado demoníaco y termino por arrancar las ropas del otro.

— ¿Sebas...chan?—el pelinegro se paralizo por un instante, aquellos ojos verdes estaban abiertos, viéndole fijamente; pero el sentía su naturaleza desatada, su cuerpo ardiendo y su miembro dolía atrapado entre sus ropas, ¿Le daría alguna explicación o seguiría sin importar las consecuencias?

Atracción [SebasGrell]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora