Amber

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No era como si tuvieses una memoria lo suficientemente buena como para recordar claramente los acontecimientos que habían transcurrido con tres o cuatro años de edad en tu vida, pero si eras capaz de recordar un sentimiento: Indiferencia.

Jamás le habías importado a tu padre o a tus hermanos. Aun a esa edad, el Rey no se había contenido ni una sola vez al decir que toda tu existencia, desde el principio, no era más que un error. Que él jamás quiso ni necesitó otra hija después de que tuvo a Aimee y a Mikael, tus hermanos mayores. Incluso llegó a decir que lo único que lo detuvo de abandonarte en algún paraje lejano o en brazos de cualquier forastero cuando naciste, fue la intervención y la "estúpida terquedad" de tu madre.

No intentabas hacerte la víctima. Sabías que no eras la primera en vivir esta clase de cosas y tampoco deseabas obtener la atención o la lastima de nadie. Al contrario, sentías que circunstancias como estas solo debían enseñarte a ser alguien más fuerte, alguien mejor... Pero eso no quitaba el hecho de cuánto habías sufrido por culpa de ese sentimiento de rechazo.

Y es que simplemente no lo entendías, eras demasiado joven como para hacerlo. Y esas lágrimas se hacían cada vez más amargas cuando notabas como tus hermanos mayores eran bañados de afecto, regalos y elogios por parte de tu padre, los sirvientes y los demás nobles.

Así que intentaste buscar una solución, aun cuando apenas habías aprendido a leer y a escribir, dejaste de lado los juegos y las niñerías para esforzarte en imitar las acciones de tus familiares, intentando con todas tus fuerzas ser capaz de ganar al menos la aprobación de tu padre y hermanos... Podías jurarlo que lo intentaste todo, todo lo que estuvo a tu alcance para lograrlo, pues para la tú de ese tiempo, un "lo hiciste bien" de parte de ellos sería el mejor regalo del mundo.

... Lo máximo que lograste sacar de ellos, en cambio, fueron bofetadas y empujones cuando tus esfuerzos terminaron por voltearse en tu contra o no llegar a ser suficientes como para complacerlos. Tal vez gracias a tu torpeza, a tu inocencia o simplemente a la terrible mala estrella en la que habías nacido, si es que eso podía contar como explicación.

Oh, eso tal vez era lo peor; la mirada de desprecio que tu padre o tus hermanos te mandaban cuando eso ocurría. Al final del día, eso era mucho más doloroso que cualquier golpe que ellos pudiesen darte... Y siempre terminabas en el mismo sitio; llorando y preguntándole a tu madre por qué las cosas eran así.

Tu madre era como un pequeño punto de paz en medio del caos. Como las reinas blancas de los cuentos de hadas, ella era benevolente y hermosa, majestuosa y de corazón noble. Aun ahora, eras capaz de recordar el aroma a irises que la envolvía... El calor de sus brazos, la calma y el amor que brotaban de su pecho, la primera persona que te amó y a la cual tú amaste con toda sinceridad. Tu podrías permitir que te catalogasen como la peor escoria de la humanidad, pero jamás permitirías que alguien dijera que no habías amado a tu madre, pues esa es una mentira que no eras capaz de tolerar.

En medio de tus lágrimas, ella intentaba consolarte tras cada intento fallido por cumplir tu deseo, acariciando tu cabello con sus suaves y cálidas manos una y otra vez. Recordabas que le preguntabas incesantemente por qué las cosas eran así. ¿Por qué a ti? ¿Es que acaso había algo malo contigo? ¿Tal vez les habías ofendido mucho tiempo atrás y por ello tu padre y hermanos te odiaban? ¿Debías pedir perdón? Preguntas estúpidas, guiadas por sentimientos estúpidos y provenientes de un deseo estúpido. Ni una sola respuesta a todas tus preguntas logró salir de la boca de tu madre...

Beyond The BoundaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora