Capítulo 7: Problemas en el paraíso

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Se despertó es una habitación a oscuras. Trató de acostumbrarse a la falta de luz. Enfocando un poco más la vista, pudo visualizar una figura masculina. Sentía que algo no estaba bien y lo comprobó cuando escuchó una voz que le pareció muy familiar.

— Ahh, Mi querido Masato~

— ¿Quién eres? —intentó moverse instintivamente, así fue como se dio cuenta que estaba esposado a la cama.

— Ya lo verás... —dijo en un tono sensual.

De repente, aumentó levemente la luz, permitiéndole darse cuenta que no tenía puesta la ropa de antes, en lugar de eso, vestía ¡un escotado vestido de maid! Miró en dirección hacia donde suponía estaba aquel causante de ésta situación.

— ¡Jinguji Ren! ¿Por qué estás vestido así? ¡¿Y por qué tengo puesto éste humillante vestido?! —dijo sumamente molesto con una pequeña vena que sobresalía de su cabeza.

— Es muy simple de deducir, mi estimado Masato. Tu eres la maid y yo soy el policía que debe enseñarte cómo atenderme.

— ¡Qué diablos dices! —ésta situación lo estaba sacando de sus casillas.

Lentamente el rubio se fue acercando con un vibrador en sus manos.

— Ahora tendré que castigarte —dijo mordiéndose su labio inferior.

— ¡Detente! —dijo temiendo por su integridad física, tratando inútilmente de soltarse del agarre de las esposas. En ese momento de desesperación, intentó hacer memoria de cómo habían llegado a esta situación.

#FLASHBACK#

Esa mañana se despertó muy temprano, cosa habitual en su vida. Observó a su pareja al lado suyo en la cama que ambos compartían y este lo abrazaba posesivamente, con cuidado se liberó del agarre y se fue al baño. En allí, se dio una ducha, se cepillo los dientes, etc.

Salió del baño y se dirigió a la habitación de su único hijo. Ahora que lo recordaba, pronto sería el cumpleaños de Akaya, debía comenzar a organizar los preparativos.

Cuando llegó a la habitación, vio a Akaya profundamente dormido. Se acercó y dejo un casto beso en la frente de su bebé.

Se quedó observándolo, mientras los primeros rayos de sol alumbraban el lugar. Comenzó a recordar cómo había sido la primera vez que lo vio, el día de su nacimiento.

Recordaba que cuando lo posaron por primera vez en sus brazos tuvo mucho cuidado al sostenerlo, parecía un muñeco de porcelana muy fragil que amenazaba con romperse con cualquier simple toque. Su llanto era débil y se la pasaba durmiendo "como todos los bebes" habían dicho las enfermeras.

Sin duda su hijo era perfecto, tenia el mar en sus ojos y cabellos dorados con una tez tan blanca y suave como la porcelana. Ahora su hijo había crecido notoriamente, ya casi lograba caminar bien e intentaba hablar.

Su primera palabra fue "Mamá". Lo había dicho una noche, cuando Masato lo recostaba sobre su cuna y cuando se estaba por marchar lo dijo. Al principio lo sintió raro, pero en seguida una sentimiento cálido invadió su corazón y se emocionó. Esa noche casi no duerme producto de la felicidad que lo invadía.

Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no se dio cuenta que Ren estaba detrás suyo hasta que el rubio lo abrazó por la espalda y besó su cuello haciendo que una corriente eléctrica recorriera todo su cuerpo.

— ¿Qué haces? —dijo separándose del rubio con la mejillas teñidas por un leve color carmín.

— Te doy amor —dijo guiñendole un ojo.— Además hace mucho tiempo que no lo hacemos y tengo un "amiguito" que necesita divertirse.

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