Introducción

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Minamisawa Atsushi es un chico de 3º de ESO que no cree en ni cosas espiritual ni magicas.

Él hace poco había cumplido los 15 años, el ya no quería creer en ese tipo de cosas.

Aquel mismo día iba a comenzar su cuarto año en el instituto así que se despertó temprano y fue a darse una ducha.

Cuando salía de la ducha ya eran más o menos las 6:49 a.m, cogió su mochila y se puso su uniforme de el Raimon para bajar a desayunar.

Cogió también su teléfono móvil y se lo metió en el bolsillo, abre la puerta y salió bajando las escaleras.

- Buenos días - susurro al entrar a la sala vacía a la que había entrado que era la cocina.

No espero respuesta y fue hacia el refrigerador abriendo la y mirando que tenía para comer.

Podría decirse que Minamisawa vivía solo ya que sus padres casi nunca estaban en casa. Para el ya era normal despertarse y no ver a nadie en casa.

Finalmente el pelimorado cogió una tostada y le puso nutella. Después empezó a comérselas mientras caminaba para la puerta principal de la casa. Justo en ese preciso instante la puerta sonó y el joven pelimorado la abrió encontrándose con: un chico de lentes blancos y pelo rojizo y otro con lentes de ¿natación? y el pelo azul oscuro subido para arriba y morenito.

- ¡¡¡Buenos días Minamisawa!!! - grito feliz el moreno con una sonrisa.

- Hamano cállate - dijo el pelimorado tapándose los oídos con las dos manos.

- Buenos días Minamisawa-san - dijo el chico de lentes mirando al suelo.

- Buenos días Hayami - respondió con un suspiro.

- ¡¡Qué emoción!! Por fin empezamos nuestro cuarto año en el instituto - dijo el moreno muy feliz - ¿Cómo les habrá ido a los demás? - pregunta mientras empezaba a caminar arrastrando a sus dos amigos.

- No me importa eso - dijo aburrida Minamisawa.

(...)

Todos los miembros del equipo se encontraban en la base hablando de cómo les habían ido las vacaciones, todos con grandes sonrisas y mucha alegría hasta que algún idiota (Hamano) mencionó algo.

- ¿Escuchar sobre la leyenda del santuario de detrás del instituto? - pregunto el moreno sentándose a lo indio en el suelo.

- A sí ¿Sabré que abandonaron eso por los fantasmas? - pregunto Sanguk.

- Exacto - dijo el moreno señalando al portero - Y como todos somos "valientes" ¿Qué os parece si vamos? - pregunto con una sonrisa.

- Yo creo que pasó - Dijo el chico de cabello rojizo.

- Yo simplemente no creo en eso - dijo el pelimorado levantándose de la silla, cogiendo su mochila y marchándose por la puerta - Hasta mañana.

- Minamisawa no sera...¿Que te da miedo verdad? - pregunto el moreno mirándolo con burla.

- ¿Disculpa? ¿Yo miedo? - dijo el pelimorado - Tengo un par de cojones para ir a las doce de la noche yo solo. - dijo al pelimorado.

- Está bien así que trae una foto - dijo Kariya.

- Hecho y si yo gano - dijo con una sonrisa maligna - Jejeje.

(...)

"¿Cómo acepte hacer esto?" - pensó Minamisawa caminando hacia el instituto por la noche con una linterna.

Siguió caminando tranquilamente hasta que llegó a su instituto. Encendio la linterna y rodeó el instituto hasta llegar a las escaleras que daban al cementerio. Subió las largas, largas, largas escaleras hasta llegar arriba del todo.

- Esto les encantaría a los del Club de Atletismo - dijo tirándose al suelo - Cansancio - susurro levantando un poco el rostro encontrándose ya frente al templo.

El joven se levantó del suelo y comenzó a caminar, justo antes de apenas entrar un poco dentro de los grandes pilares rojos que habían a cada lado antes de entrar al templo sintió que a cada paso que daba una fuerza extraña le atrapada.

Finalmente entro, sintió un gran escalofrío recorriendo todas espalda.

- ¡¡¡Fuera de aquí!!! - gritó una voz distorsionada.

- ¿He? - pregunto Minamisawa mientras cogía su teléfono para sacar la estúpida foto y poder largarse ya.

En ese momento el teléfono de Minamisawa salió volando estampando sé contra un árbol.

- ¡¡¡ESTE NO ES LUGAR PARA LOS HUMANOS!!! ¡¡FUERA!! - grito la voz distorsionada todavía más fuerte.

Minamisawa ni lento ni perezoso comenzó a correr dejando atrás su querido teléfono móvil.

"¡¿Qué c****** fue eso?!" - Se gritaba mentalmente mientras corría más y más rápido pero aún no desaparecía esa sensación de ser observado.

"No puedes huir" - Fue lo última que escuchar antes de entrar a su casa y cerrar la puerta de un portazo.

Kurama Norihito, un dios domesticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora