Salí desesperadamente del edificio, sin hacer caso a los periodistas que me esperaban afuera. Cuando salí, ya estaban bastante alborotados, por lo que seguramente ya habrán visto salir a Mérida. Una chica, bastante molesta, comenzó a hacerme preguntas que mi mente no lograba descifrar. Estaba pendiente en observar a mi alrededor para encontrar una melena rojiza.
Sin embargo, no estaba por ningún lado.
Dando empujones y codazos llegué hasta mi auto y logré salir huyendo de allí. Lo primero que pensé es que intentaría marcharse, por lo que supe que iría a la estación de trenes que estaba cerca del centro.
Nunca había conducido tan rápido como esa noche. Parecía estar metido en una película de Rápidos y Furiosos. Esquivaba coches como un auténtico corredor de carreras y me pasaba todos los semáforos en rojo sin problema alguno. A pesar de la alta velocidad, también me mantenía atento a las calles por si no encontraba a una pelirroja con el corazón roto.
Al llegar a la estación, aparqué el coche y salí corriendo de éste. Busqué por toda la estación mientras los trenes llegaban y se iban. Le pregunté a cada persona que tenía a mi alcance si la había visto pero todas las repuestas eran negativas.
Me tomé el cabello con fuerza por haberme dejado engañar por esa harpía de Elsa. Juré en lo más profundo de mi ser que me las pagaría.
Volví al auto pensando dónde podría haber ido Mérida. No conocía mucho de Nueva Jersey, por lo que mis opciones eran reducidas. Entonces caí en cuenta de que podría estar en casa de su líder su grupo.
Conducí nuevamente como un loco hasta llegar a la pequeña casa azul en el suburbio. Casi tiré la puerta abajo para que me abriera, hasta que un hombre que identifiqué como el líder de Mérida abrió la puerta en bata y pantuflas. Él me observó unos momentos en silencio mientras yo retomaba oxígeno.
-Ella no está aquí.- Soltó, sin rodeos.
-¿Tienes idea de dónde pudo haber ido?- Pregunté en modo de súplica.
-Solo sé que me habló sobre un lugar al este de la ciudad. Un pequeño café de estos en donde se hacen concursos de poesía amateur. Podría estar allí, o no.- Comentó. Fue suficiente para mí. La sola esperanza de encontrarla era todo lo que necesitaba.
Me despedí con un simple gracias y corrí de nuevo a mi auto. Atravesé la ciudad entera hasta llegar al este y a partir de allí fui a pie preguntando a cada persona que se me cruzaba si había visto a una pelirroja con cabello alborotado y, luego, si conocía de algún café de poesía. Así fui recolectando información hasta dar con tres cafés que podían ser el que frecuentaba Mérida sin que yo supiera.
En el primero no obtuve ningún resultado, pero en el segundo una de las meseras me dijo conocer a mi pelirroja.
-Sí, sé quien es.- Me dijo, mientras recolectaba las tazas y colillas de cigarrillos de una de las mesas.- Viene aquí con frecuencia, en especial los fines de semana.- Comentó.
-¿Sabes dónde está ahora?- Pregunté, esperanzado de que aquella chica pudiera ayudarme. Ella esbozó una mueca de disgusto y me miró con cierta lástima.
-Lo siento, cariño. No tengo idea de dónde pudo haber ido.- Soltó, haciéndome liberar un suspiro decepcionado. Ella se quedó dubitativa por un instante.- Ahora que lo recuerdo....- Comenzó y la vida volvió a mi cuerpo.- Una vez me habló de que le gustaba ir a escribir poemas en un muelle debajo del puente de Brooklyn, aunque no estoy muy segura de ello.- Aclaró.
-No importa, me sirve de todas formas. Muchas gracias.- Comenté, retomando mi búsqueda a toda velocidad.
¿Mérida escribía poemas? ¿Por qué nunca me dijo que le gustaba la poesía? Y más importante, ¿en qué momento del día se escapaba para frecuentar un café poético?
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[Mericcup] She Wolf
Romance‘She Wolf’, así fue cómo denominé el retrato. El nombre tenía dobles sentidos, puesto que ella me inspiraba tanto la naturaleza salvaje y voraz de una loba, como el significado callejero de la palabra. ‘Loba’, una de las miles de formas de llamar a...