Las campanas de la iglesia sonaban de fondo. El aura era triste y solitaria, a pesar de que estaba rodeado de personas que querían demostrarme su apoyo. Me preguntaba cuántas de ellas estarían allí por simple compromiso con mis padres. Amigos del trabajo que conocían vagamente a la mujer que yo amé. Personas que no merecían estar velando su muerte. Ellos no buscaban rememorar a una mujer extraordinaria, sino llegar a estrechar la mano de mi padre y brindarle sus condolencias para así quizás tener algún beneficio en el futuro.
Ser hijo del magnate Estoico el Basto no es algo de lo que estoy orgulloso. No me gusta mi asqueroso apellido que viene cargado de millones de responsabilidades y obligaciones que yo no deseo cumplir. Miles de personas confían en mí, menos una: Yo.
Sentí una presencia a mi lado y noté al albino mirándome con el rostro preocupado. Le sonreí como pude, largando un suspiro al final.
-¿Te llevo?- Preguntó . Negué levemente la cabeza. En momentos como esos, no había nada que me despeja más que conducir por un rato.- Avisa en cuanto llegues.- Pidió, dándome leves golpecitos en la espalda.
Ambos nos retiramos de la iglesia en donde se había hecho el funeral. Al salir, saludé a mi padre con un apretón de manos y fui a mi auto. Conduje por un largo rato por toda la ciudad de Nueva Jersey hasta llegar a mi olvidado departamento a las afueras de la ciudad. El delicioso aroma a pintura fresca y madera húmeda me llegó a la nariz. Inhalé profundamente.
Caminé por el vacío hogar lleno de recuerdos de ella. Me recosté en el sofá, agotado, y me cubrí los ojos con un brazo. Ver nuestro hogar tan sombrío me destruía. Astrid y yo habíamos creado un mundo aparte para nosotros, en donde las preocupaciones de ser el futuro dueño de Airlines Berk no podían entrar. Ella me hizo verdaderamente feliz y ahora ya no estaba. La poca felicidad que tenía me había sido arrebatada por un maldito camionero ebrio.
El sonido del teléfono me distrajo.
-¿Diga?- Pregunté, con la voz sumamente ronca.
-¡Hiccup!- Era Rapunzel y estaba claramente enfadada.- Estábamos preocupados por ti. ¿Por qué no llamaste?- Me llevé la mano a la frente.
-Lo olvidé.- Confesé, susurrando. Al mirar el reloj noté que habían transcurrido tres horas desde que llegué a casa. Me había quedado dormido sin darme cuenta.- Lo siento, Punz.- Ella suspiró.
-Está bien, solo fue un susto.- Me calmó, endulzando la voz.- Jack y yo iremos a cenar algo. ¿Quieres acompañarnos?- Preguntó.
-Oh, no... Lo siento, no estoy de humor y no quiero arruinar la velada.- Me disculpé, mientras me desplazaba para ir hacia la nevera, abrirla y notar que no había nada de comida. Astrid era la que hacía las compras.
-Podemos llevarte algo de cenar a nuestro regreso, si quieres.- Propuso. Sonreí, esa chica lo sabía todo.
-Me haría falta, gracias.- Escuché que Jack decía algo a lo lejos.
-Oh, casi lo olvidaba.- Anunció y le alcanzó el teléfono a Jack.
-Hiccup.- Saludó el albino.
-Jack.- Contesté, volviendo a mi cómodo lugar en el sofá.
-Te tengo una buena noticia.- Comentó, algo molesto. Casi podía verlo luchar con la corbata de su camisa.- Has conseguido que mi amigo te preste su galería para la exhibición de tus pinturas.- Me quedé boquiabierto. Había esperado una oportunidad como esa por años. Incluso si mi padre propuso comprarme mi propia galería, quería lograr aquello por mi esfuerzo. Envié fotos de mis pinturas a todos los artistas de la ciudad con la esperanza de que alguno me permitiera exhibir mis pinturas y, al fin, lo había logrado.- Pero hay un problema.- Pronunció, aunque lo esperaba. Era demasiado bueno para ser verdad.- La galería tiene espacio para ciento treinta y cuatro pinturas chicas o sesenta y siete grandes. Según lo que me comentó, a ti te faltarían tres pinturas chicas o una grande para llenarla.- Estaba por preguntar algo, pero el desgraciado siguió hablando.- Y no, no puedes exhibir únicamente las que tienes. Me dijo que su galería tiene dimensiones muy específicas y si algo falta, se nota exageradamente. Por lo que te sugiere que si quieres que tu exhibición sea un éxito realices más pinturas.- Finalizó.
-¿Qué fecha me dio para la exhibición?- Pregunté, aún atónito.
-En un mes.- Ahogué un grito.- Lo sé, sé que es poco, pero también sé que puedes hacerlo. Supongo que solo intenta probar si eres capaz de aceptar un desafío.- Me acomodé el cabello hacia atrás. A veces pintar algo me llevaba más de un mes y ese hombre quería que hiciera una pintura en menos de uno. Era imposible si quería hacer bien mi trabajo. Además, con la muerte de Astrid, la inspiración se me había limitado considerablemente.- Ah, y te tenemos otra sorpresa.- Pronunció el albino, pasándole el teléfono a Rapunzel.
-Mis padres se irán a Escocia en un viaje político y no tienen ningún problema en que los acompañes. Se irán la semana que viene en su avión privado, por lo que podrás llevar todos tus elementos para pintar sin ningún problema.- Esto me dejó aún más atónito. Siempre había querido ir a Escocia por sus hermosos paisajes. En múltiples ocasiones se lo había comentado a mis amigos y ahora se las habían empeñado para hacer mi sueño realidad. Que par de desgraciados.
-No sé qué decirles, chicos.- Aclaré, formando una leve sonrisa.- Gracias, son los mejores.- Punz rió levemente.
-Te queremos, Hicc. Deseamos verte bien.- Anunció. Jack le quitó el teléfono.
-Yo no te quiero... te amo, hermano.- Aclaró, haciéndose el sentimental. No pude evitar soltar una carcajada.
-Ya, de acuerdo, yo también los amo.- Confesé. Jack suspiró ofendido.
-¿'Los'? ¿Qué? Creí que lo que teníamos era especial...- Mientras reía por su estupidez, Rapunzel le arrebató el teléfono.
-Mis padres saldrán el miércoles, ten todo listo para entonces.- Ella rió, al parecer Jack estaba haciendo algo digno de su idiotez.- Te llevaremos algo de cenar. Nos vemos, Hicc.- Saludó.
-Hasta ahora, Punz. Saludos a Jack. Pasen una buena noche.- Saludé y procedí a colgar.
Nuevamente el silencio del apartamento me inundó. Quizás sería una buena idea irme a Escocia por un tiempo. Pintar para sanar... Como los viejos tiempos. Y, además, podría exponer mi arte. Todo estaría bien. Así como Astrid hubiese querido.
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[Mericcup] She Wolf
Romansa‘She Wolf’, así fue cómo denominé el retrato. El nombre tenía dobles sentidos, puesto que ella me inspiraba tanto la naturaleza salvaje y voraz de una loba, como el significado callejero de la palabra. ‘Loba’, una de las miles de formas de llamar a...