1. Un circuito danzante enciende el arbolito de navidad

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Una enemiga de juegos sucios, un profesor sin alma y una flauta mágica me llevaron a la peor de las noches que pudo haber existido. En medio de la oscuridad siendo perseguida por una bestia mitológica que no tenía pinta en este siglo.

¿Cómo había llegado allí?

Recapitulemos.

Era un día soleado en que los pajaritos cantaban al compás del viento meciendo los árboles, un día perfecto para salir a acampar. No sabía cómo a los maestros se les había ocurrido a última hora, pero consiguieron los permisos de nuestros padres y nos enviaron a casa a recoger ropa e implementos. El bus escolar se encargó de recogernos de allí y llevarnos a nuestro destino.

La verdad no me había cuadrado desde que entré a mi casa y no encontré a mi madre en ella. Normalmente trabajaba en línea desde casa, por lo que solo salía cuando había compras grandes, en ocasiones especiales y en emergencias.

Era una mujer muy aislada del mundo, desde que la habían corrido de casa por salir embarazada de mí, muy joven. Aparte del hecho de que papá la dejó sola, eso para mis abuelos era una vergüenza con la que no querían cargar. Pero claro, ella había sido lo suficientemente lista para conseguir buenos trabajos, pocas horas y grandes ganancias.

Se pasaba la mayor parte del día dentro del taller, preparaba estatuas de piedra y madera, se le daba muy bien el tallado. Al igual que las decoraciones que hacía en cristal.

Y bueno, no encontrarla era signo de alarma. Pero luego de llamarla dos veces y que me mandara a buzón, supuse que estaría en el hospital viendo a nuestra vecina que se había accidentado una semana antes. Ella siempre apagaba el celular cuando la veía.

— ¿Todo bien con tu madre?

—No estaba.

Sami frunció el entrecejo sentándose a mi lado. Ella era la única chica que me hablaba de toda la escuela. Y eso era porque se había mudado a mitad de año y no tenía con quien más hablar.

—Pero sí le dejaste una nota.

—Se me olvidó —dije golpeando mi frente.

Sus ojos azules brillaron mientras me miraba divertida.

—Yo le dejé un mensaje en su contestadora diciéndole que ya nos íbamos.

Ella siempre tenía esa manía de llevar el control de todo, a veces se comportaba histérica cuando las cosas no le salían bien. Andaba en muletas y cojeaba ligeramente del pie izquierdo, los maestros la disculpaban de educación física. Ojala la vieran correr cuando habían postres de chocolate en la cafetería.

—Ya quiero llegar —murmuró—. Queda cerca de casa y podré ver a mis hermanas.

— ¿Me presentarás alguna?

— No lo sé, talvés las dejen salir.

Sami tenía cinco hermanas por parte de padre y tres por parte de madre, una familia muy extensa. Y por razones desconocidas, vivían todos juntos. Como ella era la menor de todas, le daba cierta ventaja, como asistir a la escuela. No era una gran escuela, de hecho, la academia Yansi era para niños con problemas.

Por mi tdah me habían expulsado de siete escuelas antes, hasta que por fin en esa escuela había durado ya dos años seguidos. Pero aun así me metía en problemas a menudo. Por ello los chicos no me dirigían la palabra, decían que podía pegárseles la plaga.

Solo por un incidente menor en el que terminé quemando la sala de química.

Y eso que no había sido mi culpa, bueno no toda. Una cosa con alas había intentado herirme con una espada, fue el terror de mi vida y con ella tuve pesadillas durante un mes. Por suerte a base de mi amplio conocimiento chocando con las cosas, terminé tirándole un ácido con el que se desintegró.

Esto es ser semidiosa (Nico D' Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora