2. Una voz de terror me canta una canción de cuna

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Si antes me hubieran dicho que imaginara el sitio al cual iría al morir, hubiese dicho que sería blanco y tendría nubecitas. Ahora me encontraba en un lugar completamente distinto, era como el interior de una cueva, con tierra por todos lados y la oscuridad era contrastada con la poca iluminación de unas antorchas.

Y olía a putrefacción.

Me levanté con una facilidad que me sorprendió, ¿no estaba herida? Quizá al morir se curaban las heridas o algo así. ¿Qué tendría que hacer allí? Caminé hacia donde el túnel conducía. Mala idea.

Muy mala idea.

Al terminar el túnel, una cueva más grande se abría paso, dentro de ella, un centenar de monstruos que no deberían existir. Lo peor de todo es que se arrodillaban hacia un monumento, no podía verlo bien, pero parecía ser la de un hombre medio vestido.

Un chico rubio se levantó del suelo y se acercó a la estatua.

— ¡Nuestro señor espera lo mejor de ustedes! —gritó—. ¡Una nueva era para el mundo está a punto de alzarse!, ¡Con la carroza en nuestro poder, el destino del mundo está en nuestras manos, solo deben traer el último tridente!

La multitud se alzó en gritos festejando lo que el chico decía.

Lo que no contaban era que una mujer llegaría a interrumpir su fiesta. Iba vestida con un manto largo y negro que cubría su cara y cuerpo en totalidad. Esta lanzó un grito espeluznante y los calló. Eso era poder femenino.

¿Cómo sabía que era mujer si no podía verla? Pues por las curvas que se marcaban en la capucha.

—No es lo único que necesitan —dijo.

Varios de los monstruos allí rieron, y supongo que le molestó porque se quitó la capucha de golpe. Era una mujer muy hermosa, tenía los ojos negros y la piel blanquecina. El cabello negro como la noche le colgaba hasta la cintura.

Todos dentro de la cueva soltaron una exclamación de terror. ¿Quién era ella? Se arrodillaron ante ella, también le decían que los disculpara por su atrevimiento y que no volvería a suceder.

Luego mi vista empeoró, me encontré en una oscuridad inmensa. Me asusté de caer en algún momento, pero luego me di cuenta que estaba sostenida mágicamente en el aire. No podía pararme en ninguna parte y por más que movía mis manos intentando encontrar algo, no podía avanzar mucho.

—Pronto te darás cuenta de tu destino semidiosa —dijo una voz suave—. Y te unirás a mí, juntas tendremos poder sobre la tierra, seremos invencibles.

— ¿Quién es usted? —murmuré.

Pero ella no contestó. Se limitó a reírse, su voz era una mescla de susurros, tan suave que sentía como que me estaba cantando una canción de cuna. Y se rio de mí técnicamente en mi cara la muy hija de a saber quién.

Poco a poco la oscuridad se fue disipando hasta que escuché unas voces a lo lejos, llamaban a un tal Will. ¿En dónde rayos estaba? Abrí los ojos con cuidado, explorando el sitio en que me encontraba. Era una cabaña rústica, con las paredes de madera y las cortinas blancas. Aproximadamente unas treinta camillas y varias mesitas con medicamentos, la única decoración eran unas flores sobre cada mesa.

Había varios chicos acostados en las camillas, y otros, por cierto, todos rubios que iban y venían con medicamentos, vendas y vasos con algo dentro.

Una rubia de ojos azules se acercó a la camilla en que me encontraba, sonrió mientras me observaba.

— ¿Te sientes mejor? —preguntó.

Había un tono muy agudo en su voz, dudaba que no fuera de esas chicas que ven a otros de menos. Fruncí el ceño y me senté.

Esto es ser semidiosa (Nico D' Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora