No tengo nombre...

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Mediodía.

Vagaba de nuevo por las calles de aquel infierno llamado Tierra. Esperaba cualquier cosa, lo que fuese, estaría preparada. En realidad, no se tiene rumbo fijo en mi tierra. Aquí lo único que importa es sobrevivir.

Una sombra llamó mi atención. La seguí.

Al cruzar una esquina, vi que la sombra se trataba de un humano, encapuchado con una gran capa negra que lo cubría completamente. Bajo la capa había un arma que sobresalía, no había duda.

Me preparé para luchar. Si algo he aprendido estos últimos 12 años por las calles, es que cualquier ser viviente esconde un secreto, no hay que subestimar a nada ni nadie. Sin embargo, el sujeto solo lanzó un objeto a tal velocidad, que no pude visualizar bien lo que era. Sin embargo, cayó mi espada, la cuál sostenía entre mis manos, al suelo.

Instintivamente, miré adonde había caído mi espada. Segundos después volví a mirar a donde se encontraba el individuo que, para mi sorpresa, ya no estaba.

Recogí mi espada y corrí hacia donde se encontraba segundos antes aquel extraño sujeto. Miré a un lado y a otro: nada.

Tan solo encontré, a mis pies, un objeto que me llamó la atención: un libro.

Abrí los ojos como platos mientras sonreía: ¡Aquello podía llegar a valer millones! Si conseguía venderlo a alguien del sector Alfa, el sector del continente X que se encargaba de las investigaciones con células humanoides, podría hacerme con un buen dineral. Y es que en aquel lugar, ya no existían los libros.

Aquellos tipos, los que vivían en la zona más alta de mi pequeño y casi extinto continente, eran muy peligrosos y malvados. Ellos eran los encargados de las investigaciones, los experimentos... los proyectos. Proyectos como yo, como aquella niñita pequeña que encontré anoche, asustada y desorientada.

Pocos proyectos habían conseguido escapar de allí, el sector Alfa, y los que lo conseguían, debían apañárselas para sobrevivir a las frías noches, los calurosos días y los mil y un peligros. Ni siquiera sé que hacen con los proyectos buenos, los "no-fallidos". Los proyectos incompletos son liberados, o más bien, abandonados a su suerte en el continente X.

Yo era uno de ellos, pero a mí (por alguna extraña razón) no tenían intención de liberarme, por ello me escapé.

Tomé el libro con mis manos, con fantasías de recompensas y armas, y dinero.  A los pocos que vendían armas y artilugios para la supervivencia, se les consideraba del sector negro. Ahora que lo pensaba, ¿y si vendía ese libro al mercado negro? Seguro que me conseguía más dinero y sería más fácil.

Me escondí en una pequeña casa, sentada en un rincón, y empecé a husmear el libro. Leer un libro era tan solo privilegio de los Alfa, pero yo quería hacerlo, me sentía poderosa.

Jamás había tenido un libro en mis manos, sin embargo, una ventaja de ser un proyecto era el tener un conocimiento básico y medio de cualquier materia o tema de interés en aquellos tiempos: la inteligencia predeterminada.

Leí unas 10 páginas. Era un libro de astronomía antiguo, no había duda. Sistema heliocéntrico, órbitas elípticas, sistemas solares y galaxias, dimensiones paralelas, agujeros de gusano... hablaba de temas muy básicos, aunque interesantes. No pude llegar a la página 15 cuando noté un fuerte tirón, como si alguien tirara del libro, sin embargo, no había nadie a mi alrededor.

De nuevo un tirón. Agarré el libro con fuerza y lo observé, desconcertada, ¿se estaba moviendo solo?

Otro tirón, esta vez más fuerte, me levantó del suelo, sin embargo, no solté el libro. Y así, tirón a tirón (no sin un poco de resistencia por mi parte), el libro me condujo hacia un edificio muy, muy extraño.

Era completamente hecho de madera, una madera brillante, oscura, parecía nueva. Grandes ventanas y una gran puerta estaban tapadas con tablones de una madera mucho más vieja, que fácilmente podría haber cortado por la mitad con mi Hoja Sakura, que ahora descansaba en una funda de piel a mi espalda, atada por un cinturón a mi torso.

El libro paró con los tirones, permitiéndome observar mejor aquel edificio de dos plantas tan extraño para mí. El cómo la madera se mantenía tan bien era un misterio; el por qué de ese extraño edificio allí, en medio de la arena, igual. Entonces un nuevo tirón permitió al libro atravesar la pared, sin yo haberlo soltado aún.

Vi boquiabierta como la mitad de mis brazos habían atravesado la pared sin ocasionarse ningún daño ni a mí, ni al muro. De nuevo un tirón metió la mitad de mi cuerpo en el interior de aquel lugar, mientras mi cabeza luchaba por no ser absorbida por el muro. Ya no podía soltar el libro, significaría (muy posiblemente) quedarme atrapada a mitad de un muro que, aunque fuese de madera, era muy resistente, o eso parecía.

Un último tirón me hizo traspasar del todo el muro, y yo seguía con los ojos cerrados. Los abrí lentamente, aún atónita por lo que acababa de ocurrirme. Miré el muro, que estaba intacto. Respiraba pesada pero rápidamente. El libro paró con cualquier movimiento para volverse de nuevo un objeto inanimado. No sé mucho sobre libros, pero creo que no se mueven solos.

Miré a mi alrededor: una habitación pequeña, de paredes y suelos de madera y algún que otro mueble del mismo material. La estancia era oscura y fría.

Oí murmullos de lo que parecían ser voces distantes y fui hacia ellas. Al salir de la habitación, un gran pasillo me esperaba, igual de lúgubre que la habitación anterior.

Al final del pasillo había luz, así que dejé el libro en la funda de mi espada para tomar esta en mis manos. Me acerqué lentamente a la habitación, escondiéndome en el marco de esta, y agudicé el oído. 

-Antiguos sistemas astronómicos, literatura del siglo XX, historia del Imperio Romano... ¡El gato negro! Esto no debería estar aquí... Esta sección es la didáctica. -El hombre lanzó un suspiro.- Como siempre debo ser yo el que recoja el desorden de ese viejo loco.

El hombre, de mediana estatura, algo gordo y calvo, con gafas, chaleco y pajarita me irritó. Me recordó demasiado a los investigadores del sector Alfa. Se alejó de la habitación, permitiéndome visualizarla mejor, y quedé maravillada ante todo aquello.

Una gran estancia, luminosa, bien cuidada y de aspecto antiguo, cuyas paredes eran estanterías repletas de libros. Libros que valdrían millones. Y en mi cabeza solo había una palabra:

Dinero.

Si uno solo de esos libros valdría miles, incluso millones, llevándome unos pocos de ellos podría hacerme rica. 

-Querida...-Una voz tras de mí me estremeció y me volví con mi adorada espada en mano, dispuesta a atacar al ser del que procedía la voz, y me encontré, para mi asombro, a una mujer bastante joven, de sincera sonrisa, pelo corto y rojizo y ojos verdes, que me miraba alegre.

Me extrañé ante la idea de que aquella mujer, aún teniendo a una intrusa armada frente a ella, le sonriera sin más, serena, alegre...













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