Solo sé que debo sobrevivir...

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Entré casi instantáneamente por el pequeño agujero y llegué a territorios Alfa...

Pequeños recuerdos inundaron mi mente. Experimentos, crueldad, lágrimas y llantos constantes y, tras 3 años de guerra interior, libertad. Ciertamente, prefería el infierno de fuera al de dentro. No tenían absolutamente nada que ver. Al menos fuera era libre...

Me adentré en esos territorios donde, a unos metros, se encontraban los muros metálicos de la complicada edificación, cuyas luces (un privilegio que en la ciudad no existía) alumbraban como focos. Aquellos a los que tanto temíamos los experimentos como yo.

De aquello ya hace 12 años más o menos. El miedo ya no era lo que me gobernaba al entrar en dichos territorios, sino la ira. Y fue ella la que habló, o más bien actuó, al colarse casi sin esfuerzo en el gran, aunque sucio, edificio.

"Profesor Drac" repetí para mis adentros, y busqué un indicio del mismo. Si bien era cierto, debía librarme de toda huella, por ello, eliminaría a todo organismo que viese a mi paso.

Sin embargo, no llegué a ver nada. Todo estaba vacío. Los experimentos estarían en las pequeñas y frías habitaciones a las que esos monstruos llamaban "dormitorios". Dormitorios que consistían en jaulas de 4 paredes metálicas completamente oscuras...

De nuevo los recuerdos no me hacían ningún bien, pero no era tristeza lo que sentía. Me mantenía fría, sin miedo, pues no debía temer a algo a lo que ya me he enfrentado y he salido ilesa. Me mantengo firme, inmune a cualquier situación, cualquier delirio que los sentidos pudieran provocarme.

Y avancé en la oscuridad. No solo la que había a mi alrededor, sino la que mis propios demonios me ocasionaban sin querer en ese momento. Y sin darme cuenta, llegué a mi peor pesadilla.

-Hola, tú. Cuanto tiempo sin vernos, cuanto tiempo sin que me destroces la vida un día sí y otro también.

Ante mí, una puerta. Habitación 312.

-Te odio, ¿lo sabías? Te odio más que al infierno de fuera. Tanto dolor que causas, tanto dolor que soportamos. 

La rabia se apoderó de mí, y lo pagué con esa puerta con un solo golpe de mi Hoja Sakura, el cual dejó un notable rayón en la propia puerta. 

Respiré algo agitada y seguí adelante. Y tras un rato buscando, encontré entre los muchos pasillos un cuarto en concreto.

"Doctor Drac. Laboratorio principal de ingeniería genética"

Entré. Para mi sorpresa, no estaba cerrada, y dentro se podía escuchar el ligero sonido de un instrumento musical, el cual pude reconocer como un piano. 

-Ah, hola. Supongo que vienes en representación de la muerte misma.

-Cállate, solo he venido a matarte y ganar un poco de dinero con lo que encuentre por aquí, pequeño imbécil de bata blanca. 

-¿Cuánto te han propuesto por mi vida?¿Cuánto exactamente vale mi cabeza?¿Acaso soy realmente yo?¿Y quiénes eran ellos?¿No será una trampa?¿No te lo has planteado? Tal vez esto sea solo una prueba, una alucinación o un engaño, tal vez ellos solo quieren que mates al bueno, tal vez los malos son ellos, tal vez...

-¡OH, CÁLLATE!

Un cuchillazo en el pecho, fue todo lo que necesité para que ese viejo de pelo largo y blanco hacia atrás, aquel delgaducho de piel pálida se arrodillara ante mí, escupiendo sangre, pero, extrañamente sonriendo, antes de que me mirara, aún sonriendo, y muriera de una vez a mis pies.

-Maldito viejo.

El trabajo ya estaba hecho, tan solo debía volver y obtendría mi recompensa. Normalmente solía coger algo de valor por la escena, pero no tenía ganas de mancharme más las manos de esa pringue verde llamada "sector alfa", así que salí de allí.





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