Mis demonios están ahí dentro...

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Nada más salir de ese lugar, el cual odiaba, el terror me ahogó.

Sé que oír decir eso de una asesina cuesta, pero escuchar las voces en tu cabeza, susurrando, gritando y murmurando todo aquello que no quieres escuchar...

Te dan ganas de morir.

Me dejé caer de rodillas, con las manos en mis oídos y lágrimas en mis ojos. Mi espada en el suelo. Mi dignidad en lo más profundo de mí misma, intentando salir, desesperada, de ese infierno. Ese infierno en mí misma, donde el peso de los pecados, míos y de todas y cada una de las personas a las que les arrebaté la vida me ahoga, me corrompe, me quema poco a poco.

Una pesadilla en un mundo de monstruos.

Tan solo unos metros me separaban de la verja que separaba el infierno, del infierno más absoluto.

Pero yo no pensaba en eso, sino en el dolor de mi pecho, de mi incontrolable respiración, de mis demonios acechando.

Una sombra apareció rápidamente, agarrándome por la cintura y sacándome de allí. Fue lo único que pude ver, ya que me quedé inconsciente poco después.

***

Al despertar, el cielo, de un azul años antes claro, ahora ensombrecido por la guerra, me saludó desde lo más alto del mundo.

Y este desapareció tras la imagen de la cara del líder de los mestizos.

En seguida me incorporé, quedando sedente en el suelo arenoso, cara a cara con el fornido tipo de amarillenta y maliciosa sonrisa.

-¿Qué quieres, cacho de mierda?

Se incorporó de inmediato, quedando de pie. Tras de sí, dos tipos, menos fornidos, pero igual de brutos.

-Traigo tu dinero, asesina.-Lo tiró a mis pies.-Ten cuidado, iba por ahí y te he visto, estás a simple vista...-Hizo una pausa.-Podrían darte un tiro, y perdería a mi mejor asesina.

-No soy ni tuya ni de nadie, estúpido. Es por eso que no me matarán. No ganarían nada con ello, solo eliminar a la única asesina competente y libre de por aquí.-Sonreí descaradamente, él lanzó una mirada asesina antes de dar media vuelta e irse por donde había venido. 

Dejé caer mi cabeza en el grueso muro de piedra a mi espalda. ¿Qué había sucedido? Supuse que había llegado demasiado lejos. Esa sed de venganza, esa frialdad, ese deseo de poder y ese placer por la libertad... No se habían apagado, pero después de la última noche, mi corazón latía con más intensidad.

Me había desgastado.

¿Tal vez el afán por destruir a mi propio "creador"? Al fin y al cabo, soy un experimento, tal vez fallido, de un montón de hombres con bata blanca. Tal vez, el matar a la persona que más se había implicado en mi experimentación , y más importante, su muerte, fuera algo que pudiera perjudicarme a mí misma inconscientemente.

A saber lo que ese desalmado hubiese hecho en mis células.

En cualquier caso, no debía dejar que lo que me ocurrió influyera directa o indirectamente en mí.

No debía.

Me levanté, dejando así de mirar al cielo, para fijar mi vista en lo que me esperaba delante:

Cinco sombras.

Cinco contra uno.

Algún estúpido creyendo que podía conmigo, sin saber siquiera quien soy yo. Algo muy habitual en el continente X: matar a todo el que veas, para quedarte con lo que tiene, vender lo que no quieres y comprar armas para matar a más personas y repetir una y otra vez el ciclo del infierno.

La desesperación del abismo.

Suspiré. Hice crujir mis nudillos, rojos por el Sol y aún con restos de sangre de la noche anterior en mi ropa. 

-Veamos, tontos del culo. Os daré una oportunidad, ya que tengo prisa por ir al mar a limpiar esto.-Señalé mi camisa, rasguñada y manchada de sangre.- ¿En serio queréis luchar conmigo?

Al ver que los sujetos no respondían, me preparé, tomé mi Hoja Sakura del suelo y me respondí a mí misma, con total satisfacción:

-Así pues, morid.

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