Ni siquiera yo sé quien soy...

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Abrí mis ojos lentamente para encontrarme con alguien desconocido que me miraba de reojo. Inmediatamente le di una patada que lo tiró al suelo, aún consciente, para luego levantarme con mi Hoja Sakura en mano.

Miré más detalladamente al personaje. Un chico de aproximadamente 17 años, de pelo negro, ni muy largo ni muy corto y capa negra. Yacía en el suelo, sentado, frotándose la cabeza con una mano mientras con la otro se apoyaba en el desértico suelo.

-Auch, eso dolió, oye.- Seguí firme.

-¿Quién eres?- Podría jurar que mi gesto se veía frío y mis ojos oscuros.

Me miró de arriba a abajo, parándose en mi espada,  y luego miró el lugar donde nos encontrábamos con suma cautela, como buscando algo, y tras hacer esto, me sonrió y se levantó mientras hablaba.

Era muy alto, mucho más que yo, y su capa negra le cubría enteramente. Lo reconocí al instante e, inconscientemente, bajé mi arma y lo miré atónita.

-¡Eres aquel que dejó caer el libro!

-Eh... sí-Dudó un momento.- A propósito, ¿dónde está?- Se acercó a mí, ya sin sonrisa en su rostro. Retrocedí y ascendí el arma.

-Huye si no quieres que te mate.

-No te conviene hacer eso, además...- Me atrapó, inmovilizándome.-... no creo que pudieras.

Conseguí librarme tras un ligero forcejeo y, al girarme para verle la cara, observé que se estaba riendo.

-¡¿De qué te ríes, estúpido?!- Su risa continuó, irritándome. Iba a atacarle, pero se movió rápidamente, impidiendo que le diese de lleno. Tan solo le hice un pequeño corte en la mejilla.

-Uy, vale, vale. No te mosquees, solo quiero el libro.

-Pues lo siento, no sé de que hablas.-Mentí.

-De acuerdo.

Lo siguiente pasó muy rápido. Me agarró de la cintura, me puso en su hombro y llevó así por el camino. No había dado ni tres pasos cuando le mordí la mano con la que me sujetaba, librándome así de su agarre, para acto seguido intentar de nuevo atacarle. Sin embargo, era muy rápido, y consiguió esquivar mi ataque. Volvió a atraparme y, esta vez, logró inmovilizarme.

-¡Suéltame!- No hace falta decir que intenté forcejear, pero fue inútil. Era mucho más grande que yo, no servía de nada.

Guardó silencio todo el camino. Cuando me di cuenta estaba, de nuevo, en esa casa de madera.

-¡¿Por qué me...- no pude acabar la frase, ya que me empujó.

De nuevo atravesé el muro, pero esta vez acabé en el iluminado salón lleno de libros. Tal vez esa fuera mi oportunidad de robar todo lo que no robé y ganar todo lo que no gané.

-Dame el libro.- El sujeto a mi espalda me miraba serio. 

-¡¿Por qué debería...- De nuevo fui interrumpida.

-¡Kali!

Miré tras de mí. Un señor ya mayor, el mismo que vi en la última ocasión, se dirigía hacia el chico que me había llevado allí; y tras de él, la mujer que me había hablado en esa misma ocasión, me miraba a mí. Seca, sombría, de reojo. Me intimidó.

-¿Esta es aquella que tiene en su posesión aquello que busco?-Se dirigió el hombre al chico, que al parecer se llamaba Kali.

-La misma.- La mujer seguía mirándome, vigilándome.

Esta vez no podía hacer nada, salvo, tal vez, mentir. Y eso hice.

-Yo...Lo...Lo siento, desconozco las razones de aquello que me convierte en culpable. Ni siquiera tengo en mi recuerdo la causa de mi acusamiento. Solo sé que intentaba protejerme de la desolación del nuevo mundo y...- una falsa lágrima corrió por mi mejilla-... Lo...lo siento. Si necesitan sus alegres señorías cualquier acción, cuenten con mi presencia, pero me temo que no seré de ayuda en esta ocasión.-Me cubrí la cara con mis manos.

He de decir que la mentira se me da muy bien. Poseo un gran vocabulario debido a la inteligencia predeterminada y puedo controlar bien mis emociones. Si duda, sirvo para esto.

Sin embargo, estaba esa señora. Ella me había visto anteriormente y no dijo nada en esta ocasión, cosa que me extrañó. Más extrañado se encontraba el chico, ese tal Kali. Sin embargo, el hombre parecía habérselo creído, ya que le hecho una profunda mirada a Kali.

-De acuerdo- Pronunció aún mirando a Kali, que permanecía incrédulo ante la situación.- ¿Estás segura de no haber visto un libro por tus territorios?

-Absolutamente.- Dije con una falsa sonrisa melancólica.

-Está bien. Kali, acompaña a esta señorita a la salida.- El chico intentó reprochar, pero le fue imposible.

Así fue como me libré de la situación, aún en posesión de ese pequeño tesoro que había obtenido. Fuera era ya de noche, posiblemente me topara con un tiroteo esa noche, sin embargo, me lo perdería, tenía trabajo que hacer.

Sin embargo, me había ganado un fuerte adversario, al que no había logrado engañar. Sin duda ese tal Kali me daría problemas más adelante, pero la frialdad con la que me mantenía impedía cualquier rasgo de sospecha, por leve que esta fuese.

Me adentré aun más en la oscuridad. El camino más corto hacia el sector Alfa era atravesando los espacios del clan Puro, uno de los más fuertes, y a la vez brutales, del pequeño pueblo rodeado de montañas y dunas en el que me encontraba. Y aunque el sector alfa era tan solo un laboratorio más allá de esas mismas dunas, sería difícil entrar allí. Debía prepararme para aquello que me esperará tanto en el territorio Puro como en los alrededores del desierto.

Y tras matar, tal vez no accidentalmente, a un par de individuos por los territorios llamado Puros, y atravesar el poco terreno desértico que me separaba de mi camino, llegué, ya muy adentrada la noche, a la verja hecha de metales preciosos encontrados en las cuevas de los bastos territorios. Estas, delimitaban la actividad del laboratorio e impedía la entrada al mismo. Y allí, escondido (aunque se le viera casi completamente) entre la arena, se encontraba uno de los vasallos del clan Mestizo.

Donde se encontraba, un pequeño agujero en la verja permitía el paso de alguien pequeño, delgado.

Yo.







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