Capítulo 5

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Delfín se quedó pensativo durante un rato, el mismo que necesitó Eva para acabar de comprobar los últimos anónimos y el que tardó Antón en volver a entrar en la sala.

-Dos novedades -dijo con buena voz apenas había cerrado la puerta-. Una -señalando a Delfín-, ha recibido usted ocho coronas. He de decirle que todavía restan por llegar otras cuatro. La segunda es que no solo corrió el dinero para omitir datos en el pedido sino que casi seguro que también para encargar el trabajo a otra persona. Según la chica que me ha atendido, lo realizó un hombre alto y de unos veinticinco años que llevaba todo apuntado en un folio y que apenas sabía pronunciar algunos nombres, como si no conociera ni al destinatario ni nada de lo que tenía que poner en las cintas. También me he puesto en contacto con la policía de Sevilla para que mañana revisen las grabaciones de las cámaras de un banco cercano, a ver si localizan al chico en cuestión. Con un poco de suerte, puede ser alguien fichado.

Eva le ofreció la hoja de bloc con las ciudades desde donde se habían enviado los anónimos.

-¿Ves algún punto de relación entre ellas? -dijo.

Antón se quedó mirando el papel con el semblante de quien debe descifrar un jeroglífico y no sabe por dónde empezar. La inspectora se dirigió ahora a Delfín, a la vez que cogía otra hoja:

-Doctor Sánchez, la cuestión es: ¿quién puede estar interesado en verle muerto?

-Nadie -contestó con decisión-. Lo he repasado cada noche, año a año, toda mi vida. Primero empecé por la actualidad, luego he ido retrocediendo año por año, mes por mes. Y se lo aseguro, no sé quién puede querer matarme. Sí, claro que piensas en gente, comienzas a darle vueltas a la cabeza y todo el mundo te parece sospechoso, pero al final nadie en concreto, nadie que digas este es.

-Pues está claro que, o se le ha escapado alguien en esas noches o ha menospreciado las habilidades de algún conocido.

Delfín no supo contestar, quizá porque él pensaba lo mismo.

-Va a ser mejor que hagamos nosotros ese repaso -añadió Eva-. Vamos a ver, punto primero: ¿Mañana puede facilitarnos un listado con los pacientes que usted ha atendido en los últimos años?

-Sí, está todo informatizado.

-Me gustaría ver en especial los que hayan presentado alguna reclamación, o una demanda. Estoy segura de que alguno de ellos es digno de ser investigado.

Él asintió, al mismo tiempo que Eva trazaba con energía una raya horizontal en su bloc. Al acabar, la inspectora pasó a la siguiente pregunta:

-¿Su relación con sus vecinos, familiares y compañeros es buena?

-Sí, muy buena. En Traumatología todos nos llevamos bien, no tengo familia cercana y vivo en una casa a las afueras -explicó de un tirón-. Además, créame, no soy una persona biliosa.

Eva dirigió una mirada comprobatoria a su interlocutor, instintiva, sin mover la cabeza, durante un par de segundos.

-¿No tiene ambiciones profesionales que puedan chocar con las de algún compañero o superior?

-No, mi máxima aspiración siempre ha sido el trato con los enfermos. Quizá pueda parecerle raro, pero todavía hay médicos vocacionales, de los que se sienten realizados solo con ver la cara de un paciente agradecido. No, nunca he tenido aspiraciones directivas ni las tendré. Eso se lo dejo a otros.

(CONTINUARÁ)


CAFÉ Y CIGARRILLOS PARA UN FUNERAL (Eva Santiago 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora