Capítulo 6

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La inspectora lo escuchó en aquella misma posición, sin perder detalle. Cuando el hombre acabó su breve explicación, trazó una segunda línea en su bloc y siguió con su interrogatorio, casi con el mismo tono que usaría con un detenido:

-Sr. Sánchez, ¿está usted casado, divorciado?

-Divorciado. Y llámeme Delfín, por favor. Sinceramente, no creo que mi ex mujer tenga interés en matarme, nuestras relaciones son cordiales. Tenemos un hijo en común y nunca hemos tenido problemas a la hora de entendernos. Para nosotros, él está por encima de todo.

-¿No han tenido desencuentros sobre su manutención, o con la custodia?

-No, hace casi cinco años que nos separamos, la custodia la tiene ella, de común acuerdo, y yo cumplo con la manutención y las visitas con regularidad. Sé que no es muy habitual, pero en nuestro caso siempre ha sido así.

-¿Alguna nueva relación estable?

-Ahora, no. Hace algún tiempo tuve una especie de noviazgo que no resultó muy edificante, se llamaba Teresa. Me molestó en el trabajo, en mi casa y hasta llegó a buscar a mi ex mujer con la intención de alejarla de mí. Puros celos, ya se hace una idea. El caso es que cuando decidí poner punto y final, no se lo tomó muy bien. En mi quiniela, la había puesto como principal candidata, pero lo cierto es que esto sucedió hace unos dos años y, conociéndola, no tengo claro que sea una persona capaz de mantener durante tanto tiempo un plan tan elaborado.

-Necesitaremos sus datos completos y cómo localizarla.

Él volvió a asentir con la cabeza.

-Delfín, ¿ha hecho usted testamento?

-Sí, pero mi único heredero es mi hijo y tiene ocho años. No creo que busque matarme...

Una sonrisa salió de su rostro. La primera de la noche, quizá la primera en mucho tiempo. Aún con ella en la boca, continuó con su relato:

-Verá, hace año y medio sufrí un infarto y ya sabe, uno se asusta en estos casos. No tengo grandes propiedades: mi casa, el coche y algún dinero ahorrado, pero nada especial. También tengo una pequeña participación en la clínica de mi ex mujer. Digamos que cuando nos separamos, quise conservar en mi poder la parte que me correspondía. Mi ex mujer es Yolanda Frontela, es cardióloga en Complejo Hospitalario. La clínica es privada y la abrieron ella y su padre, el doctor Evaristo Frontela, pero como era un bien ganancial, en el acuerdo de divorcio yo tenía derecho a la mitad de la participación de mi mujer. A pesar de que durante todas las negociaciones su abogado lo pidió con insistencia, yo no acepté renunciar a mi parte. Pero no se equivoque, no lo hice por avaricia. No me meto en nada, ni siquiera reclamo derechos económicos. Lo hice porque era una manera de estar más vinculado con Yolanda.

La mirada de Eva, y un pequeño gesto, semejó reclamar una explicación.

-La separación fue más cosa suya que mía.

-¿Le había dejado de querer?

-No, no creo que fuese eso -confesó-. Seguramente había terceras personas con más influencia de la que deberían -explicó luego con tono enigmático-. A ella no le gustaba mi madre, y a mí tampoco me gustaba la suya -acabó por aclarar.

(CONTINUARÁ)


CAFÉ Y CIGARRILLOS PARA UN FUNERAL (Eva Santiago 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora