-Mami, estoy cansada de todo. Todo me sale mal, yo creí que podría salir bien, pero no, no soy tan inteligente como creí en el colegio. Me he desvelado y he hecho de todo y ve, depende de un examen para saber que pasará conmigo... -dije a mi mamá entre lágrimas.
-Ay hijita, no te agobies. Claro que eres inteligente, nadie es bruto. Yo sé que tú puedes y también sé lo que te has esforzado por salir bien. Así que tranquila, lo harás bien, ya verás. No te bloquees, tú puedes. -me dijo mi mamá mientras me abrazaba. Siempre encontraba alivio en sus palabras. No importa las veces que peleemos, en ella están las palabras que necesito oír siempre.
Estudie día y noche durante varios días, incluso la noche antes de la evaluación me acosté casi a las 2 de la madrugada estudiando.
El día siguiente, era el día definitivo. Me pare temprano para estudiar un poco, repasar lo que había hecho. Y me sentía realmente preparada, sabía que lo haría bien, ¿por qué no? si había estudiado tanto.
Me fui temprano y entré al salón. Me entregaron la prueba y tenía los nervios de punta, pero mire las preguntas. Estaba todo lo que había estudiado, perfectamente bien podría resolverlo, ¿por qué no? Si eran los mismos ejercicios que había practicado tantas veces y tanto tiempo.
Me puse a resolver mi evaluación, y sabía todo, estaba segura de que iba bien y en eso se acercó mi profesora a mi puesto.
-No te alteres. Concentrate en tu examen, yo sé que tú puedes. Eso está bien fácil, así que tranquila. -fueron las palabras de mi profesora y de verdad me alegraba saber que contaba con su apoyo también.
Resolví mi examen y lo entregué con la esperanza de que la nota que tuviera fuera la esperada.
[...]
Esta semana era decisiva, y tenía miedo. Sabría cuál sería mi nota y ver que iba a pasar conmigo.
Luego de Matemáticas me fui al cubículo de mi profesora a revisar mi nota.
-Rosse, ¿no? -dijo la profesora.
-Sí -respondí con un nudo en la garganta.
Me entregó mi examen y mi mundo se vino abajo. Tenía 4 puntos, de 10 que era la calificación máxima. Ni siquiera lo había pasado, me había quedado ahí.
Sentí como las lágrimas rodaban por mis mejillas. Podría ser normal para cualquier otro estudiante, pero para mí no, no estaba ni estaré nunca acostumbrada a salir mal en mis clases.
Me salí del salón y todos me preguntaban que me pasaba, yo sólo les decía que repararía.
Me encontré con Gabriela en mi camino, que estaba con su grupo de amigos de la universidad. Me acerqué a abrazarla y saludarla porque tenía tiempo que no la veía.
-Holaa ami, ¿cómo estás? -le dije mientras la abrazaba, pero ella me paró en seco.
-No si, cuando te de la gana a ti. Te estaba llamando, pero tú todo el tiempo de diva, ni bolas me paraste. -me dijo.
-Ni te escuché de verdad... -le dije.
-¿Cómo no? Si te llame varias veces, no es posible. -me dijo.
-Ay, ¿sabes qué? No me creas, yo no estoy para peleas ahorita, de verdad. -me levante y me fui con mis dos compañeras de la universidad.
-¿Qué pasó? -preguntó una de ellas.
-Se puso a pelear conmigo porque yo no la quise saludar, según ella. -dije.
-Ay, ¿pero no le dijiste por qué? -preguntó la otra.
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Never stop dreaming.
Teen FictionMuchas veces me pregunté porqué la vida era tan dura a veces, o porqué el camino era tan difícil de caminar. Y me di cuenta de que ningún arcoiris sale sin un poco de lluvia. Y qué a veces algunas lágrimas caen para sembrar algunas semillas para lue...