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―¿Quién es él? ―preguntó Melanie a Mason la primera vez que vio a Diego Valverde en su clase de historia.

Había llamado su atención porque había dibujado una increíble araña en la esquina del pizarrón con marcadores antes de que el profesor llegara y lucía tan real que había hecho al hombre saltar de miedo cuando la divisó al voltearse. El chico no se había reído pero mantenía una sonrisa arrogante en su rostro, Melanie estaba parada en la puerta junto a Mason detallándolo mientras el timbre no había sonado todavía.

Diego era un chico guapo; alto, moreno, con ojos oscuros y cabello castaño espeso y desordenado, botas con calaveras pintadas en ellas y una camiseta sin mangas pintada a mano con su nombre como si necesitara presentación. Era un artista, un notablemente talentoso artista. No el tipo de chico que a Melanie le gustaría, pero definitivamente uno interesante.

Melanie conocía a todo el mundo en Midwood, por lo que le sorprendió no reconocerlo de los años anteriores o una clase siquiera. Estaba segura de que ella ya sabría todo sobre él de haberlo visto antes pero simplemente no podía recordarlos, por lo que se encogió de hombros entendiendo que sería un chico de nuevo ingreso.

―Es nuevo ―confirmó Mason a su lado sonriendo―. Por lo que sé hasta ahora viene de Dalton, al parecer lo expulsaron por hacer grafiti sobre los casilleros ―el chico se encogió de hombros y rodó los ojos luego al escuchar el timbre sonar―. Te veo luego ―le dijo a Melanie antes de caminar fuera del salón.

Melanie sonrió dispuesta a enseñar su amabilidad al chico nuevo y caminó entre los asiento hasta el que estaba justo junto al de Diego, mostrándole inmediatamente una sonrisa con sus labios extendidos cuando él le echó un vistazo. Él se le quedó mirando con una expresión crítica en su cara y luego volteó al frente como si lo que hubiera visto fuera un bote de basura. Melanie frunció el ceño y acomodó su cuaderno sobre el pupitre enfurruñada.

Ella no estaba acostumbrada a que la gente no le sonriera de vuelta, siempre lo hacían porque ella, se suponía, tenía una sonrisa contagiosa y quería agradar a todos, sin excepción, con ella. Melanie era conocida por ser amable y sincera, buena y astuta, graciosa a veces y sobretodo hermosa, aunque si la provocabas no debías esperar que se quedara sentada, tenía cierto carácter. Y él seguramente era un grosero pretencioso. Ella lo pensó pero borró ese pensamiento casi al instante, nunca juzgaba sin conocer primero.

―Soy Melanie, es un gusto conocerte ―ella le tendió la mano cuando el profesor se había disculpado para hablar por teléfono fuera de la clase―. Tú eres nuevo ¿Verdad?

Diego miró su mano, luego a ella y rió. Se voleó hacia el pizarrón, antes regalándole un corto y seco asentimiento que la dejó desconcertada. Melanie quitó su mano frunciendo el ceño, haciendo un puchero, luego juntó ambas sobre el pupitre.

―No había necesidad de eso ―susurró ella ladeando su puchero.

―Oh linda, no le hables ―susurró Charleen Brown a su lado haciendo una mueca―. Está loco, solo se junta con los del club de arte y es un grosero con los demás ―le informó la chica rodando los ojos―. Me toca darle tutorías, es tan estresante ―se encogió de hombros.

Melanie le sonrió para agradecerle por la información pero de todas maneras volteó a mirar a Diego de nuevo y descubrió que la miraba, aun cuando ella lo descubrió y él lo sabía él no dejó de mirarla y a Melanie esa mirada intensa la hizo querer esconderse, esa no era una sensación que habría sentido con cualquiera, la manera en que sus ojos la examinaban la dejaba paralizada y le incomodaba principalmente porque ella no era chica fácil de dejar paralizada. Ella decidió entonces que lo ignoraría, no era fan de ser rechazada y menos por un chico que la miraba de esa manera tan tétrica.

Para su mala suerte, le tocaba verlo tres veces a la semana, una en historia y dos en química. Su compañero en química era Mason y el de Diego era Charleen y aunque se sentaban en diferentes mesones, ella podía sentir la mirada de él sobre ella durante las clases, casi siempre que volteaba a verlo él estaba con la mirada fija en su cuaderno, pero ella sabía que la miraba. La intimidaba, no le gustaba para nada que la mirara si no iba a hablarle, Melanie quería respuestas e iba a conseguirlas.

Un día lo encontró solo en su casillero y se armó de valor. Respiró profundo y caminó hasta él esperando que no la ignorara, se paró de frente a su perfil y Diego la miró por un segundo, indiferente, antes de voltear al casillero de nuevo.

―Quisiera hacerte una pregunta ―dijo ella, educadamente pero con firmeza.

―¿De qué se trata? ―quiso saber él.

―De tú mirándome ¿Podrías dejar de hacerlo?

―No lo hago ahora.

―Pero sí durante química e historia ¿Tengo algo en la cara? ¿Te parezco horriblemente llamativa? ¿Quieres saber dónde compré mi labial o algo? ¡Solo tienes que decirme lo que te molesta y ya! Me incomodas y no te atrevas a decir que no me miras porque tengo testigos ―ella lo acusó con un dedo mientras despotricaba sobre él―. Y si lo niegas, tal vez puedes darme una explicación de por qué cada vez que volteo estás ahí, mirándome, así... ―ella no supo hacer la seña y solo terminó moviendo sus dedos ridículamente.

Melanie no acostumbraba a ser escandalosa o maleducada pero en realidad él y sus miradas la sacaban de quicio.

―¿No vas a decir nada? ―interrogó al ver que él solo buscaba algo en su casillero― ¡Vamos, no te mataría ser un poquito comunicativo!

Diego sacó una hoja de papel de uno de sus cuadernos y la miró.

―¿Diego...?

Él le tendió la hoja de papel doblada y luego cerró el casillero y se alejó.

Melanie frunció el ceño y se quedó ahí parada mirándolo caminar lejos de ella.

Desdobló la hoja, agrandando sus ojos cuando miró lo que había en ella; un hermoso dibujo de sí misma a color mientras escribiría, perfectamente detallado, con la ventaba de la clase de historia de fondo. Ella estaba inclinada sobre su pupitre, sosteniendo un lápiz en su mano derecha y el dije de su collar en la mano izquierda, mordiendo su labio, probablemente haciendo algún examen.

Melanie suspiró.

Él lo había hecho, su firma estaba en la esquina de la hoja.

Pero ¿Por qué?

"probab;f


Labios sabor a cereza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora