5.

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Melanie se sorprendió a sí misma una vez que Diego había aceptado su propuesta pero se dijo que era en nombre del arte, en favor a la creatividad y el talento de Diego. Y aunque fue sumamente incómodo mirarlo después de eso, una vez que se encontraba en su baño de su taller, lista para ser dibujada por él, no se sentía tan incómoda. Porque él era profesional, le había dicho que no la miraría como más que una obra de arte que iba a intentar interpretar en el lienzo, que no iba a ser lascivo o sucio, era arte no pornografía.

Ella estuvo más tranquila con sus palabras, como si este acto fuese algo programado y acordado bajo un contrato, como si ella en realidad fuese una modelo que hacía estas cosas todos los días. No podía explicar por qué se sentía así, pero era lo que sentía. Sabía que tenía que ser adulta y seria, así que salió de ahí envuelta en una sábana con su frente en alto. Él la esperaba sentado en un taburete frente al sofá donde ella iba a recostarse, ella se acercó y se sentó frente a él, su cabello caía sobre sus hombros, desordenado mientras Melanie intentaba mirarlo a través de él.

―¿Lista? ―él interrogó sonriendo.

―Sí ―ella asintió, decidida.

―¿Estás segura de que quieres hacer esto? ―preguntó.

―Sí... es decir, a lo mejor no soy tan hermosa como para dibujar de esa manera, pero eso no es lo que importa ¿No? No dibujas algo porque es totalmente bello e ideal físicamente, sino porque es bello e ideal en el interior... porque representa algo ¿Verdad?

―Melanie... ―él se inclinó y puso sus codos sobre sus piernas, sonrió para tranquilizarla―. Eres hermosa ¿Vale? Tanto por dentro como por fuera, no tienes que preocuparte por lo que voy a ver debajo de la sábana, mejor preocúpate por no moverte demasiado ¿De acuerdo? No quiero perder detalle.

―Está bien ―ella miró el sofá―. ¿Cómo quieres que me acomode?

―Bueno, primero levántate y quita la sabana, luego te acomodas, siéntate sobre tus tobillos y echa tu cabello sobre tu hombro, mantén tus manos apoyadas atrás, no trates de cubrirte ¿Sí? Y mírame todo el tiempo, no mires a otra parte, solo a mí ―ella asintió a todas sus indicaciones.

Dejó caer la sábana y la pateó con su pie lejos de ella, su cara enrojeció pero hizo todo lo que él le indicó, aunque él solo podía mirarla fijamente y repasarla una y otra vez con sus ojos. Ella sabía que era porque quería conocer su figura, se estaba familiarizando don ella pero aun así la puso un poco nerviosa. Melanie tuvo que respirar por su boca hasta que encontró un punto medio entre su comodidad y lo que Diego le había pedido, él asintió aprobando su posición, ella le respondió con el mismo gesto indicándole que estaba lista.

Él se tomó su tiempo para repasarla una y otra vez con ojos firmes, escudriñando cada curva y borde de su figura y unos largos minutos después comenzó a mover su lápiz sobre la hoja con suma concentración, como si del asunto más serio del mundo se tratase. Mientras estaba en esa posición, se tomó su tiempo para detallarlo. Él siempre vestía de negro y ese día no era una excepción... pero a él le quedaba muy bien, ella sentía que con otro color no sería igual. Su piel era tan diferente a la de ella, parecía estar permanentemente bronceado, sus ojos oscuros le encantaban porque la hacían sentir como una obra de arte, siempre... sí, a ella le gustaba Diego.

―Mírame ―lo oyó decir.

Se dio cuenta de que miraba más allá de él, ella resopló y por poco pierde la postura, pero lo pensó rápido antes de moverse.

―Lo siento ―murmuró ella y volvió a sus ojos.

―Siempre tienes que mirarme ¿De acuerdo, Lanie? ―le preguntó sonriendo.

Labios sabor a cereza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora