Capítulo 2 Toma Un Bote Y Ve A Navegar

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La tarde del martes, Tom Hendricks y su familia disfrutaban en la cabaña del sr. Hendricks; una construcción de madera que se encontraba casi a las afueras del bosque de Crowfield, en la que sólo había dos formas de entrar: una sería conducir fuera de la ciudad y llegar al camino de la cabra, o la segunda, adentrarte por el bosque, cruzar la cerca y llegar sin problemas. Solo un Hendricks podía saber el camino más corto para llegar si entraban por el bosque. Pero esa tarde era todo un reto, pues el camino que llevaba a la cabaña estaba cubierto por la maleza y ramas de árboles.

— ¡Cariño, pásame la carne! —llamó la Sra. Hendricks a su esposo. El sr. Hendricks retiró la carne de la parrilla y se la llevó a su esposa en un plato de vidrio. Hoy era un día familiar, como era costumbre que hacían cada semana que podían. Pero esta vez era diferente, Josh el hermano mayor de Tom había traído a su novia de hace un año Karen Fernández.

—Querida, ¿quieres una hamburguesa? —le preguntó la Sra. Hendricks a Karen. Ella asintió. La madre de Tom era una mujer muy amable con todos, aún más con las novias de sus hijos.

Karen tomó la hamburguesa y la colocó sobre su plato. Era enorme, incluso para ella, pero no era una de esas chicas que les gusta satanizar la comida.

—No le des otras de esas monstruo-hamburguesas a Karen, mamá... O perderá su figura y tendré que dejarla. —bromeó Josh. Karen le dio un codazo.

El sr. Hendricks estaba mirando a su alrededor.

— ¿Dónde está Tom?

—Está dentro de la cabaña. —respondió Josh mientras masticaba su hamburguesa.

Karen le dio otro codazo. —Por favor, no hables con la boca llena Joshi.

—Lo siento. —se disculpó. Luego se apresuró en tragar el bocado que se había llevado a la boca.

El sr. Hendricks se rascó la cabeza.

—Qué raro. Él estaba aquí hace rato.

— ¡Tom! —llamó la Sra. Hendricks. No hubo respuestas.

***

El aire se sentía caluroso, la cabaña olía como a madera mojada y a pinos. Tom estaba acostado sobre el sofá, con sus lentes de sol sobre sus ojos y con los audífonos en sus oídos escuchando alguna canción de David Guetta; de algún modo el estar ahí le hacía sentirse algo incómodo. Hubo un tiempo en el que él y sus amigos venían a acampar, jugaban, iban al lago o simplemente bebían. Pero lo que hacía que se sintiera un ambiente pesado fue el hecho de que fue el último sitio en ir cuando Helena había desaparecido.

Todavía podía mirar alrededor y pensar en las veces que la policía vino a registrar la casa o a inspeccionar el bosque sin poder haber encontrado alguna cosa, ni una huella, ni un cabello, ni sangre, o algo de ropa... absolutamente nada.

— ¡Tom! —llamaba su madre desde afuera de la cabaña. Ya había pasado como 25 minutos desde que se levantó de la mesa y salió a caminar hasta adentro de la cabaña y se tumbó en el mueble. Con el poco ánimo que tenía salió y se desplazó por las escaleras de la parte de atrás que daban a un hermoso patio verde con grandes árboles donde estaba su familia comiendo unas hamburguesas y lo que parecía ser ensalada de pollo. Todos estaban felices y sonriendo, su padre estaba contando uno de sus viejos chistes, y su madre se reía remilgadamente de cada cosa que su esposo contaba, Josh se sentaba cada vez más cerca de Karen, si tan solo Tom pudiera sentirse así también.

—Hijo, ¿dónde estabas? llevaba rato llamándote pero no respondías.

Tom trató de que la Sra. Hendricks no lo notara algo extraño. Por lo general ella se daba cuenta de ello fácilmente, como todas las madres suelen hacerlo.

—Huh, estaba recostado en el sofá.

La Sra. Hendricks asintió lentamente. —Come un poco y verás que se te pasa.

—Creo que mejor voy al lago un rato —le dijo Tom—. Y más tarde comeré.

Luego se avivó en caminar por el sendero que llevaba al lago. Escuchó a su madre decirle algo pero no entendió mucho. Se apartó unas ramas de su cabello rubio y siguió caminando hasta poder ver de cerca el lago. Todo estaba como lo había visto hace pocos días: el muelle estaba limpio y el pequeño bote estaba atado a un lado.

Él se metió en algunos problemas semanas después de que Helena desapareció ya que los policías habían dejado los alrededores todo desordenado, así que su padre le ordenó que se hiciera cargo del desorden como acostumbraban a hacer, y Tom tuvo que aceptar; lo cual fue extraño; su mente estaba en pensar en dónde estaba Helena, si se encontraba viva, por qué se había ido de esa forma y algo importante para él.

Saber que pasó mientras estaba ebrio ese día.

Tom estaba algo confundido sobre cómo fueron las cosas. Pero ya eso no era posible. No para él. Así que liberó el nudo de la soga del bote y comenzó a remar, la tranquilidad y el silencio del bosque y del lado le despejaba la mente. Él no era el tipo de chico que podía creer en esas cosas de la energía y la tranquilidad, pero desde hace meses el ya no tenía nada más que creer. Remó y remó hasta llegar a la mitad del lago, vio en la distancia a su familia; seguían en la mesa.

—Debo hacerlo, no hay de otra. —Susurró Tom. Metió la mano en su suéter y sacó un brazalete de color rojo. Era el brazalete de Helena, ella lo había usado el día anterior de que desapareciera cuando estaban en la casa de Tom. Ella era tan hermosa, una sonrisa encantadora. Helena había dejado el brazalete en el baño. Tom tenía pensado entregárselo a los Crabbs cuando estaban angustiados por Helena pero lo conservó para sí mismo, cuando pasaron los meses él se aferraba al brazalete como un recuerdo, ¿por qué? nadie lo sabía, y así lo prefería, pues no era muy afectuoso frente a mucha gente, decía que le quitaba reputación.

Tom respiró profundamente y estiró la mano donde sujetaba al brazalete, no quería hacerlo, pero debía. Tanto tiempo sin dormir por mantener el recuerdo vivo de Helena le hacía pensar en las cosas malas que habían hecho, y ya que Helena no está las cosas serían normales. O al menos casi normal.

—No seas cobarde. —se dijo. De pronto sintió como si alguien estuviese allí, observando pero no alcanzaba a ver a alguien. Pensó que era su imaginación así que dio un último respiro profundo, cerró sus ojos y abrió la mano, en ese momento lentamente abrió sus ojos y observó como el brazalete se hundía en el agua, iba cada vez más abajo hasta que desapareció de su vista en el fondo.

—Creo que se acabó. —lo dijo con un alivio en su interior. Luego siguió remando hasta llegar a la orilla. Sabía que el acto que había cometido era el mayor consuelo dándole fin a esos meses de pensamientos que rondaban en su cabeza, también era algo erróneo, se había deshecho de lo que podía ser una evidencia o una pista y se podía meter en problemas con la policía... Pero ya era tarde, ya lo había hecho.

Siguió caminando pensando en el tiempo que fue amigo de Helena, en las veces en que hizo cosas por ella, cosas que serían graves si alguien las sabía. Pero ya eso era pasado.

Y él iba a comenzar desde cero.



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Crowfield: Secretos EnterradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora