Capítulo 29 Para Que Un Thompson Sea Un Presidente...

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Un acalorado viernes 6 de septiembre cubría a todo Crowfield; las calles estaban abarrotadas de personas que se movían de un lado  a otro, niños descansando sobre un verde pasto cerca de un gran árbol que les pudiera proporcionar una perfecta sombra, algunos padres de familia cortaban el céspedmientras sus esposas les veían sonrientes al llevarles algo de limonada. Pero los que más disfrutaban de aquella ola de calor eran los heladero que llegaban a ganarse mucho dinero en un día entero... pero para algunos jóvenes, ese momento era uno de los más aburridos que podían haber; el sólo hecho de estar encerrados en un salón, todos sofocados, sudando a más no poder, mirando al reloj y pedir que las horas pasen rápido para ir a sus casas a prepararse para una fiesta de fin de semana que les diera un poco de ánimo.

Por una extraña razon, Alice estaba entre esos chicos.

-Bien chicos, para este fin de semana les dejaré un buen regalo. -El profesor Burke de inglés pasaba por cada asiento dejando un libro que, para muchos habría sido "un martirio" que arruinara un fin de semana, pero para Alice era más bien una "lectura ligera". -Quiero que lean La Letra Escarlata y me entreguen un ensayo para la próxima semana. Por supuesto que dicho ensayo tendrá que ser defendido en la clase.

Todos los alumnos empezaron a abuchearlo.

-Silencio, ¿querían algo para entretenerse un sábado y un domingo? Pues ahí lo tienen. -Esbozó una sonrisa maliciosa en su rostro. El profesor Burke tenía veintitrés años, de cabello castaño oscuro y ojos cafés, alto y apuesto. Un sueño para toda alumna. Solía ser un poco estricto en su materia pero no era muy serio ni amargado como algunos profesores que ejercían de jóvenes. El timbre de salida se escuchó por todos lados y los chicos se levantaron emocionados. -Que tengan un buen fin de semana.

Alice se encontraba mirando por la ventana, su vista se fijaba a el patio que estaba lleno de hermosas margaritas. Una mano se posó sobre su hombro haciendo que la chica se sobresaltara. -¿Q-Qué ha pasado? -dijo con un tono de cansancio en su voz.

-No quería asustarte Alice -la voz del profesor Burke era como un coro de ángeles en sus oídos-, es sólo que te vi allí algo ida... ¿te sucede algo?

-Si, de hecho alguien me acosa pero no sé qué hacer. -pensó ella, no podía decirlo aunque quisiera. -Eh, ¿ya terminó la clase?

Miró a su alrededor notando que sólo estaba ella y el profesor Burke, de pronto se sintió extraña ¿acaso sería efecto del calor o de alguna otra cosa? -Disculpe, es sólo que me siento algo cansada.

-No has dormido bien, ¿no?

Alice asintió. Se había pasado la madrugada hablando con Stephen por vide o llamada, algo le sucedía pero el chico no se lo quiso decir, el joven Hudson estaba blanco como un papel y sus ojos parecían estar rojos.

-¿acaso has estado llorando? -le preguntó Alice preocupada. -Steph, puedes decirme... no ahora si no quieres pero puedes contar conmigo. ¿es sobre esa persona? ¿te ha escrito o algo parecido?

Al principio Stephen no se sentía cómodo para responder, pero cuando por fin abrió la boca para decir algo lo único que dijo fue:

-L-lo siento por molestarte tan tarde Alice. No, no he recibido ningún mensaje.

Ella dudó en aquello que le decía su amigo pero sabía que algo estaba pasando; quizás no era referente a mensajes o amenazas pero ella presentía que podía representar algún secreto que no quería contar; era lógico que no lo supiera ya que ninguno era capaz de compartir sus secretos, la única persona a la que ellos le podían contar cosas como esas era a Helena. Esta mañana salió para esperar a su amigo en la puerta de su casa pero nadie salía, le escribió pero no le respondió ningún mensaje. Y tampoco se presentó a clases hoy.

Crowfield: Secretos EnterradosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora