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No todos los días eran divertidos y felices para Dan.

Había algunos días en los que tenían que recogerlo temprano de la escuela porque no se sentía bien, o a veces salía al recreo con Phil pero solo miraba a la nada, con ojos distraídos.

A esos días, Phil los llamaba "días tormenta" porque, al igual que un verdadero día de tormenta, no podían hacer cosas divertidas y el ambiente se tornaba triste.

Ese era un "día tormenta"

Normalmente, si Dan se sentía mal, sus padres lo venían a recoger, eso iba a pasar.

La profesora ya había llamado a los padres del castaño, y llegarían todavía en 40 minutos.

Era recreo, y debido al estado de Dan, la maestra decidió no dejarlo salir al patio.

—Yo me quiero quedar con él —insistió Phil con mirada suplicante.

—Está bien, puedes estar con él hasta que lo vengan a recoger —aceptó la profesora y salió por la puerta.

Así solo quedaron Dan y Phil en el salón. Dan tenía la mirada perdida en el suelo, y se notaba triste. Phil se hallaba sentado en una silla frente a él, y no le gustaba ver a su mejor amigo de esa forma. El ojiazul comenzó a pensar que podía hacer para levantar el ánimo de Dan.

Y entonces se le ocurrió una idea.

Se levantó de su asiento y llegó a la radio que había en un estante del aula. Encendió el aparato y una melodía suave comenzó a sonar.

Phil volvió a su lugar frente a Dan y lo sujetó por debajo de los hombros.

—Cuando mi mamá está muy cansada o triste, mi papá pone una canción y anima a mi mami bailando con ella —dijo con inocencia—. Tal vez bailar también te haga sentir mejor.

El ojiazul había sujetado a Dan de una forma en la que los dos podían estar de pie. La cabecita del castaño reposaba en el hombro de su amigo y sus brazos descansaban alrededor del cuello de Phil. Éste lo guiaba al compás de la música, hacía que Dan se moviera.

Su cuerpecito era como el de un muñeco de trapo: frágil y manejable, no tenía movimiento por sí mismo.

¿Cómo sería caminar? Era una pregunta que Dan se hacía siempre. Quería saberlo, sentir sus pies tocar el suelo y correr junto a Phil por los jardines del colegio, o jugar fútbol, incluso saltar la soga.

Entonces Dan imaginó un mundo donde él podía moverse por su cuenta y podía bailar con el ojiazul sin necesidad de ser sujetado.

Un mundo donde ambos podían viajar a todos los lugares que quisieran sin necesidad de usar una silla de ruedas.

Un mundo donde podían correr, saltar, leer cuentos y cantar en voz alta.

Un mundo donde Dan tenía poder sobre su propio cuerpo.

El pequeño se sentía seguro en los brazos de Phil. Él era la segunda persona con la que se sentía de esa forma. Las primeras eran sus papás, quienes hacían todo lo posible por hacerlo sentir bien.

En ese momento, soltó una lágrima. Lamentablemente, no era una de felicidad, era una de frustración por no poder lograr todo lo que soñaba con hacer.

Phil se dio cuenta.

—Dan... No llores, no, no, ¿Yo lo hice? D-discúlpame —tartamudeó el ojiazul con las lágrimas a punto de caer al pensar que él había causado que Dan llorara—. Danny... Disculpa, no quise..., no quise hacerte esto.

Y acto seguido, Phil lo abrazó, lo abrazó tan fuerte que pudo sentir el débil aroma a vainilla que tenía su piel.

Dan derramaba lágrimas con más y más fuerza, porque no quería ver a Phil llorar, porque le quería decir que no había sido su culpa. ¿Por qué todo era tan difícil?

Pasó el tiempo y la canción llegaba a su fin, y los dos seguían abrazados, aún llorando, cada uno por diferentes razones pero que estaban conectadas.

Eran solo dos niños de 8 inocentes años que aún no podían comprender por qué a las personas más buenas les tenían que pasar cosas tan malas.

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Capitulo triste :( , falta poco para el final asi que prepárense.

Gracias por leer, no se olviden de votar y comentar. Lxs amo 💖

-Valeria.

Juntos {dan&phil}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora