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Pasaron dos semanas, dos semanas en las cuales Phil solo pasaba el recreo junto a Dan.

Ya no le importaba perderse los juegos con sus amigos, él solo quería pasar tiempo con su nuevo amigo.

Aquello no era ignorado por la profesora que les enseñaba a ambos. Notaba el gran cariño que Phil había desarrollado en el niño castaño, y estaba muy feliz y agradecida por eso. Lo último que la maestra deseaba era que Dan estuviera aislado durante su estadía en la escuela.

También admiraba el ingenio de Phil al usar cuerdas para poder ayudar a su amigo a sentir lo que era jugar como un niño normal de su edad.

Era algo reconfortante saber que Phil no era como los otros niños, quienes miraban al niño en silla de ruedas como un ser extraño.

Era un día muy bonito, y como todos los días, el ojiazul empujaba la silla de ruedas de Dan hacia el patio.

—Mira, Dan. Podemos sentarnos debajo de ese árbol, en la banca. Se ve muy bonito, las plantas son muuy lindas ¿no lo crees? —hablaba el pequeño sin esperar respuesta alguna, sabiendo que su amigo no podía responder.

Habían pasado solo dos semanas, pero Phil ya podía diferenciar si a Dan le agradaba hablar o hacer algo, o si le disgustaba.

La característica que más resaltaba del pequeño ojiazul era la curiosidad, una virtud que va de la mano con la observación. Al ser un niño curioso, observaba minuciosamente cada cosa que llamaba su atención.

Gracias a eso, podía distinguir el estado de ánimo de su amigo.

Si los ojitos cafés de Dan se veían brillantes y atentos, era porque disfrutaba de lo que Phil hablaba o hacía. Si se veían distraídos u opacos, algo ocurría.

En ese momento, los ojos de Dan brillaban.

—He pensado en que podemos leer un cuento —dijo entusiasta Phil mientras se sentaba en la banca, con el castaño al frente de él en su silla—. Será lindo.

Entonces sacó de la mochila que llevaba una caja roja muy bonita con 7 libros en el interior, cada uno lleno de cuentos diferentes.

—Este es un regalo de mi abuela cuando cumplí siete años —sonrió Phil—. Si quieres podemos leer toodos estos libros en los recreos. Hoy leeremos el primero.

Sacó de la caja el primer librito, titulado "Cuentos de Aventura"

—Comenzaré a leer. Este cuento se llama "Peter Pan" —dijo Phil abriendo el libro—. Peter Pan vivía en el País de Nunca Jamás, una isla maravillosa...

Entonces paró en seco, como si una idea hubiera golpeado su mente. El ojiazul observó a Dan y sonrió.

—¿Quieres pasar las páginas del cuento conmigo? —preguntó Phil.

Dan lo observó confundido. ¿Cómo lo haría?

El ojiazul se levantó y sujetó a su amiguito por debajo de los hombros, levantándolo de su silla de ruedas. Con esfuerzo, logró colocarlo a su lado izquierdo en la banca.

Su brazo izquierdo sujetaba a Dan por su espalda y en su mano derecha, ató un extremo de la cuerda roja que siempre llevaba consigo. El otro extremo fue amarrado a la mano derecha del castaño.

—Ahora podremos leer juntos —celebró el pequeño.

Puso la mano de Dan encima de la suya y comenzó a pasar las páginas. Estaba funcionando.

Peter Pan vivía en el País de Nunca Jamás, una isla maravillosa habitada por piratas, indios y sirenas. Valiente y avispado, Peter Pan era el capitán de los niños perdidos y había decidido no crecer nunca para poder divertirse sin parar...

Las páginas pasaban delicadamente, de manera lenta. Dan miraba de reojo a su amigo, quien estaba concentrado en leer. Ambos se sentían relajados y felices leyendo bajo ese árbol sin nadie que los molestara.

Aquella escena era muy tierna, tan tierna e inocente que interrumpirla podía ser considerado pecado.

Por eso, cuando el timbre del recreo sonó, la profesora esperó hasta que hayan terminado el cuento para llamarlo para que vuelvan a la clase.

Juntos {dan&phil}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora