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Al día siguiente, en el recreo, Phil decidió que lo pasaría junto a Dan. El día anterior había vuelto a casa muy emocionado contándoles a sus padres sobre el niño nuevo de la clase.

—No puede moverse, tampoco hablar, pero quiero ser su amigo —comentó el pequeño mientras cenaba con sus papás—. No me gusta verlo solo en el recreo.

—Y me parece muy bien, hijo. Tienes un gran corazón —sonrió su madre.

—Claro que sí, podrán jugar juntos todo lo que quieran —comentó su padre.

Phil se sentía entusiasmado por eso, pero tenía que hallar una forma en la que pudiera hacer que Dan jugara con él a pesar de no poder moverse.

Había estado pensando en una forma de cómo hacer que su nuevo amigo participara en los juegos durante toda la tarde ese día, y al parecer la había hallado.

Ya en el recreo, lo encontró en el mismo lugar que el día anterior, solo y observando a todos los demás.

Se acercó al castaño con las manos en la espalda.

—¡Hola, Dan! Voy a acompañarte en el recreo —dijo el pequeño sonriendo—. Jugaremos futbol y será muuuy divertido.

El pequeño castaño lo observaba con confusión ¿Cómo haría eso?

Entonces Phil empujó su silla de ruedas hacia un arco de futbol.

En las manos del ojiazul se hallaba una cuerda pequeña de color rojo. Amarró el extremo de la cuerda al pie derecho de Dan, el otro extremo lo sujetaba Phil con su mano.

—Pondré la pelota aquí —dijo señalando sus pies.

Puso la pelota en los pies de Dan.

—Patearás la pelota a la cuenta de tres. Uno..., dos..., ¡Tres!

Entonces, disimuladamente, el niño jaló la cuerda con su mano, haciendo que el pie de Dan se moviera y la pelota pudiera salir disparada al arco.

—¡Gooooool! —Gritó el ojiazul celebrando cuando la pelota entró en la portería— ¡Muy bien, Dan, has metido un gol!

Los otros niños lo miraban extrañados, pero no le importaba.

Lo que quedó del recreo, Phil se quedó jugando de esa forma con él.

Phil tal vez no lo había notado, pero Dan había sonreído por primera vez.


Juntos {dan&phil}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora