Capitulo 1

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Eran las 12 de la noche cuando mi padre llegó a casa borracho, se oían pisadas de tacones así que supongo que estará con otra prostituta. Mañana empiezo la universidad y necesito las llaves del coche. Salí de mi cuarto y me dispuse a ir ha hablar con mi padre. Bajé las escaleras y solo se oían las risas de la prostituta.

- Papá... - susurré - mañana empiezo la universidad y necesito las llaves del coche. -se giró en mi dirección y me miró con la mirada que me mira siempre. Desprecio.

- ¿Que haces aún despierta? Estoy ocupado. - escupió.

- ¿Quién es ella? - preguntó la prostituta.

- Nadie. Sube a tu habitación y no me molestes más.

- Pero papá...

- ¡He dicho que subas!

-Las necesito para mañana... Por Favor.

- ¡Cállate! - se levantó y se dirigió hacia mí - Nunca aprendes la lección... -Cada vez se acercaba más y yo cada vez retrocedía más- No huyas, afronta las consecuencias pequeña hija de puta. -En su cara se dibujó una sonrisa que me dejó los pelos de punta. Intenté huir pero mis piernas no reaccionaban. Me agarró del cuello y me pegó contra la pared.

- Por Favor papá, otra vez no...

Al momento me lanzó un puñetazo en el estómago lo que me hizo retorcerme, repitió la acción hasta que me hizo caer al suelo. En el suelo me pegó dos patadas más, me quedé sin aire pero mi padre no me dejaba recomponerme. Me levantó del suelo, me puso de frente a él y me escupió en toda la cara. -Véte.- me dijo con voz cortante.

Escuché un grito que provenía de la prostituta, la cual huyó despavorida, mi padre se enfadó y me pego otra bofetada que hizo que mi cuello diese casi la vuelta. Las lágrimas no tardaron en brotar.

-¡Por favor, para! ¡No lo volveré ha hacer! He aprendido la lección... Lo juro... - susurré.

-Más te vale.

Subió las escaleras y escuché la puerta cerrarse. Me levanté con las pocas fuerzas que me quedaban, sentí un terrible pinchazo en el estómago y me dirigí a mi habitación. Fui directa a la ducha a limpiar los rastros de sangre de mi labio inferior y nariz. Sentía como el agua caliente me purificaba y relajaba mis músculos entumecidos. Salí de la ducha y me miré al espejo... Un terrible cardenal se encontraba en mi delgado brazo, más los cuatros dedos de mi padre marcados en mi mejilla y el pequeño corte en el labio inferior. Eran las 1:43 de la madrugada, en seis horas y diecisiete minutos entraría a mi primer día en la universidad. Me puse el pijama y me tumbé en la cama, y una vez más me dejé caer en los brazos de Morfeo...

Sonó el despertador a las 7:15 de la mañana, me levanté de la cama, la punzada en el estómago era más fuerte. Me dirigí al cuarto de baño, tenía un aspecto horrible. Estaba pálida, más pálida de lo habitual, tenía unas ojeras color violeta muy marcadas y los cardenales... Eran mas grandes y de un color morado con verde.
Saqué mi estuche de maquillaje y me puse corrector, tapé las marcas y las ojeras y delinéele mis ojos de negro como de costumbre. Me alisté como solía hacerlo cada mañana.
Tendría que ir a pie a la universidad y quedaba a 25 minutos andando, no me atrevía a volver a desafiar a mi padre pero algún día él se llevaría su merecido, por lo que nos hizo sufrir a mí y a mi madre.
Bajé a la cocina y tomé un vaso de leche fría. Tendría que apurarme o llegaría tarde.

Los veinticinco minutos se convirtieron en treinta minutos, llegué justa, pero al menos llegué.
Mi primera clase era idiomas y con la cabeza baja me dirigí a ella. No quería llamar la atención.
Tomé asiento en los últimos pupitres, mientras, me dediqué a observar como el aula se iba llenando y la gente que entraba. El profesor entró al aula, se presentó y dio comienzo a la clase. Atendí y anoté las cosas que me parecieron más importantes, así transcurrieron las 5 clases siguientes, almorzando y comiendo sola, ya estaba acostumbrada.
El timbre de la última clase sonó, dando paso a que cientos de alumnos se amontonen en las puertas desesperados por salir, me levanté de mi pupitre y recogí mis cosas, igual que había venido andando tenía que volver andando.

JAMES

La seguí durante todo el trayecto, su padre era mi mayor enemigo, así que ella también lo era, no tendría piedad. Con ninguno de los dos.
Hoy por la noche atacaría, y por fin acabaré con él.
Vi como entraba a su casa con preocupación y temor, era una chica delgada, con el pelo largo hasta la cintura, sus ojos azules era lo que más resaltaba de ella y también ese color pálido de su piel. Se le notaba cansada y demacrada, sin fuerza. Pero eso para mi no resulta ningún problema, más fácil será acabar con ella.

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