6 - El Accidente

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Alvar llegó a su departamento poco después de las 20. Había comprado algo para comer y se había demorado por culpa del horario pico de teletransportaciones, pero estaba aliviado por poder descansar luego de un estresante primer día de trabajo.

La comida no estaba muy rica, una tira de carne artificial recalentada con unas verduras hervidas no era el plato ideal para relajarse, pero Alvar tenía tanta hambre que devoró todo en un par de minutos.

Se hubiera acostado inmediatamente, si no hubiera recordado la carpeta que Vaino le había entregado. A pesar del cansancio físico, y el agobio mental, prorrogó su sueño, y se dispuso a analizar el trabajo del joven.

El accidente ocurrió mientras sacaba unos viejos cuadernos suyos de arriba del armario. La silla cedió ante el peso, y Alvar terminó en el piso. La caja con sus anotaciones, que había quedado al borde del armario, no resistió la gravedad y cayó sobre la pierna de Alvar. El fuerte golpe de la caja de madera le produjo un agudo dolor. Como pudo se incorporó, y fue a buscar el botiquín de primeros auxilios.

Se sentó, y apoyó su malherida extremidad en otra silla, y abrió la caja de herramientas donde guardaba las cosas que le eran útiles en tales casos. Decidió usar el destornillador magnético, que tenía una punta que era ideal para remover los pequeños y oxidados tornillos que sujetaban el armazón de la prótesis que tenía en la pierna. Cuando logró sacar el pedazo de metal, observó que el golpe de la caja había dañado uno de los chips que reemplazaban a los nervios naturales. Un enmarañado de cables pelados y chispeantes le impedía tener una mejor visión. No le quedaba otra opción que desconectarse la pierna artificial que tenía desde los 4 años, cuando un camión de dieciocho ruedas lo había atropellado, y le había destruido su pierna natural.

El proceso de desconexión siempre era complicado, y a Alvar siempre le disgustaba realizarlo, pero debía hacerlo unas 6 veces al año para limpiar, y evitar que se oxide. Comenzó por cambiar de herramienta, porque el destornillador magnético no podía liberar los tornillos que sujetaban a la prótesis a la cadera. Utilizó un largo destornillador láser que identificaba fácilmente los tornillos que debía retirar, y en 15 minutos logró sacarlos a todos. Pero faltaba la parte más difícil del proceso. Alvar tomó un cable largo, y a tientas logró conectarlo en la base de la pierna artificial. Mediante un monitor podía ver todo el recorrido que hacía el cable, mientras lo empujaba dentro de él.

Afortunadamente dejó de empujar un instante antes de tocar la arteria femoral, lo que hubiera representado un dolor muy agudo, y una herida que causaría una hemorragia tan fuerte que se desangraría mucho antes de alcanzar llamar a la ambulancia. Retrocedió un poco el cable, y encontró lo que estaba buscando: una conexión entre la prótesis y el fémur, que debía desconectar con sumo cuidado.

Alvar llevaba años realizando este proceso, de modo que ya tenía la experiencia suficiente como para realizarlo efectivamente y sin problemas. Pero el dolor que siempre conllevaba la desconexión era algo con lo que no se podía lidiar. Una vez completado el proceso, Alvar retiró cuidadosamente su pierna artificial de su cuerpo, y la colocó en la mesa para repararla. Pero antes de comenzar, se incorporó como pudo, y saltando en una pierna fue hasta el espejo de su habitación, donde se veía de cuerpo entero, y ordenó a la pantalla del espejo que tomara una captura de la imagen. Los espejos inteligentes se habían vuelto una gran moda. El espejo obedeció, y luego adjuntó la imagen al álbum creado por Alvar para guardar todas las fotos de su discapacidad.

La prótesis era antigua, pero Alvar pudo arreglarla en pocos minutos, con piezas recicladas. Luego de realizar el proceso de conexión se quedó inmóvil, aguardando que la sangre volviera a recorrer los conductos, y mientras tanto comenzó a pensar en ese terrible problema que acarreaba desde tan temprana edad. Pero había otra cosa que le pesaba desde su infancia, y era la presión que había sobre él.

Luego de pasar por guerras y problemas ambientales, al inicio del siglo XXVII la humanidad parecía haberse encaminado hacia un mejor futuro, pero sucedió algo terrible e inesperado. Una epidemia azotó a la población mundial. No causó muertes, ni pilas inmensas de cadáveres, ni cuarentenas eternas, pero sí algo mucho peor, o mejor dependiendo del punto de vista. Esta enfermedad causaba infertilidad, tanto en las mujeres como en los hombres. La gente iba muriendo normalmente, pero la tasa de nacimientos era tan baja que no llegaba a reemplazarlos. Así, la población terrestre comenzó a bajar drásticamente, hasta que a finales del siglo XXIX se había llegado a la población de tan sólo ochocientas mil personas. La gente estaba desesperada, pues no se encontraba cura, y la enfermedad se extendía, y sólo quedaba un 1% de la población sin ser afectada.

Hasta que en 2983, un genetista ruso descubrió una forma de procrear sin necesidad de tener relaciones. Logró fabricar un embrión con una impresora 3d e implantarlo en un útero. El feto creció saludable, pero un problema hizo que no llegara a término. Se continuó intentando, hasta que se dio el primer caso exitoso, en el año 3010, con el nacimiento de una niña canadiense. El segundo caso exitoso fue en el año 3012, y ese fue Alvar.

El estudio sobre él, y el accidente al que increíblemente sobrevivió determinaron la aprobación mundial del sistema de fetos impresos. Vaino pertenecía a la segunda generación nacida así.

Alvar se acordó de Vaino, pero ya era tarde para leer sus apuntes. Lo haría el día siguiente. Se fue a acostar, con un terrible dolor en la pierna, y un gran desorden en la mesa de su cocina.


Multiverso 4,2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora