Alvar Haurarniemi se sobresaltó al oír el timbre del reloj. Normalmente solía despertarse unos minutos antes de que sonara, y podía evitar su agudo e irritante timbrazo. Pero esta mañana no. Luego de apagar la alarma, se levantó de la cama rápidamente, y fue a cambiarse. No podía llegar tarde a su primer día de trabajo en el laboratorio del doctor Esko Anssili, en la ciudad de Helsinki. Se había recibido recientemente en Física Cuántica, y ese iba a ser su primer empleo. Al doctor Anssili le impresionó su trabajo sobre la ecuación de Xerolt, el problema matemático y físico más complicado de la historia de la ciencia.
Alvar se había interesado por el trabajo de Waldemar Xerolt, un científico polaco que hizo grandes descubrimientos, pero que ordenó que todos fueran revelados póstumamente. El único secreto que se llevó a la tumba fue la resolución de la ecuación y=(o/∞)×N!, aquella que lleva su nombre. Científicos de todas las épocas trataron de resolverla, pero aún hoy, 27 de noviembre del año 3042, sigue siendo una incógnita. Los trabajos de Alvar se aproximaron bastante a lo que los físicos y matemáticos contemporáneos creen que es el número N, el mayor misterio de la ecuación.
Mientras la computadora de la casa preparaba el café y leía las noticias, Alvar se asomó por la ventana de su departamento en el piso 42. La ciudad de Helsinki era una de las más modernas en todo el mundo, y una de las primeras en contar con el servicio público de teletransportación. Los autos, con sus paneles solares, reflejaban la luz del Sol en las ventanas de los innumerables rascacielos, dándole al amanecer de la ciudad un brillo característico.
Eran las 6 en punto cuando Alvar salió de su departamento con destino a la estación de teletransportación. Una vez allí, sólo tuvo que ingresar en una de las cabinas, introducir su mano en el lector, para que pudiera chequear su microchip de viajero frecuente, lo que abarataba el costo del viaje, y luego tipeo en el touchscreen la dirección a la que se dirigía.
El viaje fue casi instantáneo. A pesar de que utilizaba las teletransportaciones a menudo, Alvar siempre se sentía ligeramente mareado cuando aterrizaba. Tardó unos segundos en recuperarse, pero cuando se irguió de nuevo, el asombro lo dejo al borde del desmayo. Estaba frente al nuevo edificio del CERN, una maravilla arquitectónica de 42 pisos, con cientos de laboratorios, salas de conferencias, un gran colisionador de hadrones en el subsuelo, e innumerables aulas, ya que además era sede de la Nueva Universidad Científica de Escandinavia.
Alvar seguía admirando el extraordinario edificio, cuando oyó una voz que lo llamaba:
-Tú eres el doctor Alvar Haurarniemi? - Cuando volteó, se encontró con una mujer de unos 60 años, estatura mediana, vestido con el clásico guardapolvo blanco de todo científico del CERN, que incluía el logo del centro - Permíteme presentarme, soy Inkeri Kaarvoinnen, la secretaria del doctor Anssili. Él lo está esperando en su oficina, y me pidió que lo escoltara apenas llegara. Sígame por aquí.
La secretaria del Dr. Anssili caminaba raudamente por los pasillos de la institución, y Alvar casi tenía que correr para alcanzarla. Finalmente, luego de varias galerías intrincadas, llegaron a la oficina del Dr. Anssili. Alvar se acomodó la ropa, ya que en el correteo se había desaliñado, y entró.
El doctor Esko Anssili tenía 55 años, pero parecía 10 años más joven. Era un ávido deportista, y sumado a su impresionante talla de 1,90 y su grave entonación, su presencia era respetable. Vestía con un traje realmente importante, pero debajo del sobretodo se podía divisar los blancos trazos del guardapolvo, que revelaban el aplicado científico oculto bajo esa apariencia tan formal.
-Dr. Haurarniemi, me alegro mucho de su presencia aquí. Comenzaba a pensar que había olvidado su primer día de trabajo.
-Lo lamento, Dr. Anssili. Suelo ser muy puntual en todo lo que hago. Siento profundamente el haber dado tan pésima primera impresión.
-Descuide, estimado Alvar. Por ser el primer día está usted perdonado. Me gustaría que empiece a trabajar lo antes posible. Eso sí, antes del mediodía debe pasar por la oficina del Dr. Magne Beretik, quien es el rector de la Facultad de Física, ya que él tiene a cargo los expedientes de mis trabajadores.
-Así lo haré, señor. Muchas gracias por esta oportunidad. No se va a arrepentir. Estoy a un paso de obtener el resultado de la ecuación, y estoy seguro de que con su ayuda lo lograré.
Inkeri le entregó la llave de su oficina y unas carpetas con formularios que debía entregarle al Dr. Beretik. Alvar ya estaba saliendo cuando Anssili le gritó:
-Dr. Haurarniemi...
-Sí, señor?
-Esté seguro que cuando usted resuelva esa ecuación, todo el mundo va a cambiar. No lo dude jamás.
-Entendido, señor. Muchas gracias. Hasta luego.
Alvar salió de la oficina de Anssili con diversas sensaciones. Algo de temor por las duras primeras palabras, algo de alivio por la aclaración posterior, y una gran ansiedad por las últimas palabras. Esperaba tener tiempo para trabajar en la ecuación ese día, pero no estaba seguro.
Lo que Alvar ni siquiera sospechaba, es que ese día, su vida y la vida de todos en el mundo, iban a cambiar completamente. Y que todo se iba a deber a un simple y estúpido error de cálculo.
ESTÁS LEYENDO
Multiverso 4,2
Science FictionEl físico teórico Alvar Haurarniemi descubre la respuesta a la ecuación más compleja planteada por el ser humano, y decide expresárselo al mundo, pero la Secta de Orión lo detiene, ya que el líder de la secta, el Dr. Hansi Ójerodsson, considera que...