¿No es malo rescatar a alguien?

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En lo más recóndito del océano Índico se encontraba la peor isla que el hombre hubiera podido encontrar. Era despreciada por la gente, y también idolatrada por algunos idiotas. Aquella isla se encontraba en la Región de Oceanía, una región muy famosa por la cantidad de islas que tenía en su poder. Su presidente de seguro estaba orgulloso por poder representar una hermosa Región. Sin embargo, una de esas islas era la mejor cárcel del mundo, con una seguridad de primera y resguardada por los clanes militares de dicha Región. Esta pequeña isla se llamaba Namblok. Nadie se atrevía a entrar a la isla. Era algo muy extraño, pero esta isla solo tenía un prisionero. Su comida era entregada por una sola persona, esta persona debía tener mucho cuidado de hacer enfadar al prisionero. Si lo hacía enfadar, lo iba a matar. A cientos de kilómetros adyacentes a su costa se encontraban unos puestos de vigilancia, eran cuidados por el clan estratega. Una plataforma de vigilancia se podía observar a lo lejos sobre el océano. Una luz emergía del agua y un submarino apareció. Se acercaba lentamente a la plataforma B. Un hombre vestido en un uniforme de color negro que llevaba el símbolo de la muerte salió de ese submarino, apreciando la increíble vista de la noche. Suspiró y de su cinturón sacó un radio. Presionó el botón y mando un mensaje mientras el submarino flotaba tranquilamente sin ser detectado por los radares.

-¿Estás listo, White?

-Siempre lo estoy.

El submarino se acercó hacia la plataforma. White abordo la plataforma sigilosamente, sus subordinados hicieron lo mismo. Cada uno llevaba una pistola pequeña, parecida a un revólver. White les dio la orden de no matar a nadie. Los soldados, confundidos, obedecieron. Se acercaron al puesto de control de aquella isla.

Los soldados entraron al puesto. Las personas dentro de la cabina estaban asustadas y confundida, no sabían que pasaba. Los subordinados dispararon a todos. Las personas caían una por una, sin poder dar gritos de auxilio o ayuda. Uno de los soldados exclamo que la orden había sido desobedecida, pero el hombre le dijo que se callara.

-¿Ellos? Ellos no están muertos. Nosotros no matamos gente inocente. Solo las dormimos. No hay de qué preocuparse.

El soldado dudoso, se acercó a un rehén. Vio un dardo en el cuello de su víctima. No era letal, se trataba de un suero tranquilizante.

-Tendremos que neutralizar a todos en la plataforma - dijo el hombre - Síganme.

La plataforma no era de gran tamaño. Caminando toda la noche, tenían que dopar a todo el personal de vigilancia. White y sus subordinados siguieron con la operación sigilosamente. Pasaron horas al dopar a todo el personal, pero al fin lo lograron. De pronto, la radio de su cinturón comenzó a vibrar. Era su compañero que se encontraba en la otra plataforma.

-¿Terminaste? - pregunto su compañero.

-Sí, ya estamos listos.

-Eres muy distraído, White. Te demoraste mucho. La hora acordada era a las tres de la mañana. ¿Sabes qué hora es?

-Lo lamento. Tuvimos algunos problemas, pero ya está todo listo - dijo White.

-Perfecto. Comencemos con el plan.

White se dirigió al cuarto de armas de la plataforma. No había armas ahí, tan solo un ordenador antiguo que te pedía una clave. Los subordinados no sabían porque estaban allí. White sonrió y cogió su radio para avisar a su compañero.

-Aquí White, contesta.

-¿Qué paso White?

-Tengo el ordenador al frente mío. ¿Cuál es la clave?

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