Capítulo 8

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Era ni más ni menos que Zack Baker, el hermano mayor por dos años de Bea.

—A-Ania, cuanto tiempo...—Dijo bastante nervioso mientras se pasaba su mano por la sien.

La verdad es que no lo veía desde hace un par de años, se mudó a otra ciudad para continuar sus estudios, y desde entonces, no sabía nada de él.

—¡Y qué lo digas!—Sonreí.—¿Cómo está Bea?

—Bien, bien... Está algo mejor que anoche.—Dijo tímido.

La verdad es que no recordaba a Zack así, tan tímido como lo es ahora...

Me hizo un gesto para que pasase, y al entrar, cerró la puerta tras de mi.

—Bueno, pasaré a verla. ¿Está bien?

Le dediqué una sonrisa.

—S-Sí... ¡Claro!—Me dijo a su vez que desviaba su mirada... Su rostro estaba algo rojo, lo noté.

Será que la temperatura está algo alta, pues aunque era otoño, en este apartamento hacía mucha calor siempre.

Pasé por el salón y llegué a su puerta, la habitación de Bea. Iba a llamar pero una pequeña perrita captó mi atención, la cual parecía estar saludándome entre mis pies.

—¡Luna!—Dije mientras me agachaba a acariciarla.

Era una golden retriever de pelaje casi blancucino, la adoptaron hace apenas dos meses, por lo que a testimonio de Bea, era algo traviesa en bastantes ocasiones.

La acaricié por donde a ella le gustaba, detrás de sus orejas. ¡Era tan adorable! Pasé mis dedos por su collar, tenía grabado su nombre en una chapa de plata. "Luna"

A contemplada por tal ternura, no me di cuenta, pero la puerta de mi derecha, o mejor dicho, la puerta de la habitación de Bea, se abrió.

—Vaya... Ya decía yo que tardabas bastante. Seguro te paraste con mi hermano, y luego tal y como te veo, preferiste estar con la perra antes que venir y entrar a verme.—Dijo esto último mientras hacia un puchero, yo reí.

—Perdona, Bea.—Dije tranquila mientras me ponía en pie.

Bea estaba en pijama, el pelo algo alborotado, y tenía grandes ojeras,  me hacían pensar que realmente la noche la debió de pasar fatal.

—¿Cómo estás?—Dije mientras entraba por delante de ella a su habitación.—¿Te encuentras mejo-...?

Al entrar me quedé estática, había montones de pañuelos usados en cada parte de la habitación. No exageraria decir que había como unos cien, o quién sabe si más... En la cama, en el escritorio, ¡hasta encima de alguna de las aspas del ventilador!

Pasé por mí cabeza la idea de ver a Bea, aburrida en su cama, jugando a lanzar las bolas de papel... Pues yo no creo que tuviese el gusto de dejar a propósito el pañuelo encima de un ventilador.

—¿De verdad me preguntas qué como estoy?—Dijo con voz ronca detrás mía, mientras oía como se sonaba nuevamente la nariz.

—V-Vaya... Habrás tenido que gastarte mucho dinero en la compra de tantos pañuelos...—Dije mientras me reía nerviosa.

—Ni te lo imaginas.

Pasó por mí lado y se sentó en su cama, expandió las sabanas y arropó sus piernas. Yo la seguí, me senté como pude, pues tuve que retirar primeramente un montón de pañuelos que estaban esparcidos por la cama, o al menos echarlos a un lado para poder sentarme.

—¿Y cómo es eso?—Pregunté.—Ayer me dijiste que te encontrabas algo mejor por mensaje.

—Sí, bueno, lo estaba. Pero pasé una mala noche, me subió la fiebre y como verás dormí bien poco...—Dijo mientras suspiraba cansada.—¡Por cierto! ¿Me habrás traído las tareas, no?

"Ania"    [#Wattys2016]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora