Capítulo 11.

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Antes que nada, llegamos ¡A los mil leídos! gracias por leer esta historia de Yugi y Yami, y por su apoyo en los votos y comentarios en esta, sin más preámbulos sigamos con el capítulo, pero antes escuchen la canción mientras leen, disfrútenlo. ;)


- Maldita sea la hora en que me tocó este padre tan imbécil. Maldita sea la hora en que mi madre me dio a luz. Maldita sea la hora en que nací... ¡¡¡Maldita sea la hora en que mi vida se convirtió en un infierno!!! ¡¡¡A LA MIERDA TODOS!!!

Gritó eufórico Yami mientras entraba a su recamara rompiendo todo a su paso, objetos materiales nada significativos para el. La pantalla la aventó con tan brutalidad a la pared que esta termino rompiéndose de la pantalla. El DVD lo arrojó al piso logrando hacerlo añicos. Los muebles y todo lo demás lo rompió a su paso. Estaba dolido, demasiado. Sobre todo por las insensatas palabras de su "padre" Lo odiaba, lo despreciaba. El fue la razón por la cual su madre era tan miserable, el natalmente era de Estados Unidos, por parte de su madre, pero era también japonés por su padre.

- Ojalá  te mueras, Aknankanom... por tu culpa mi madre esta en la miseria. - Apretó con fuerza el portarretrato que contenía la foto de el y su madre abrazados con una notoria sonrisa. Al hacer presión sobre esta ocasionó que el vidrio se rompiera en pedazos, lastimando gravemente a Yami sus manos... no le importaba, absolutamente nada.

Las imágenes de su oscuro pasado resurgieron en sus memorias.

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- ¡Déjala en paz, padre! ¡¡Ya basta!!

Pidió un joven de 11 años de edad, a su padre quien estaba ebrio por el alcohol, cada noche era lo mismo. Llegaba siempre tomado y la forma de desquitarse era golpeando a su madre.

- No te metas escuincle inútil. - El padre de Yami lo aventó lejos de él, este por la increíble fuerza de su progenitor se golpeo contra la mesa donde estaba un florero este cayó encima de este golpeando su cabeza, sacándole sangre. Cayó inconsciente.

- ¡Yami, Yami no! - Gritó su madre al borde de las lágrimas.- ¡Mira lo que hiciste Aknankanom, lastimaste a tu hijo!

- Ese mocoso sólo recibió una pequeña porción de lo que te daré, maldita zorra.

- ¿Qué?

- ¡A mi no me engañas Kira! sé muy bien que te acuestas con el vecino de a lado, ¡Usami! - Aknankanom la tomó por el cuello apretándola fuertemente, así Kira no podía respirar, ella jadeaba en busca de aire.

- P-por favor... dices tonterías... ¡Estoy todo el tiempo trabajando por que tú eres un inútil! ¡Te la pasas borracho, siempre es lo mismo estoy harta...!

Una bofetada fue a parar sobre la mejilla de Kira, dejándole una fuerte marca roja y los dedos de su marido en ella, no pudo evitar soltarle unas cuantas lágrimas.

- Ahora pagarás. - El la dejó caer en el piso pudiendo respirar un poco, vio a su único tesoro en el piso con sus ojos cerrados.

- Yami... - Intentó acercársele pero fue inútil, la habían tomado de sus cabellos negros jalándola hacía la habitación la cual compartían a pesar de las peleas y maltratos.- ¡No, suéltame, por favor ya no más!

Rogó Kira en modo de suplica, pero hiciera o lo que dijera, Aknankanom no la soltaría por nada del mundo, todo lo que había dicho su esposa de el era cierto, era un borracho y un mantenido. Eso era lo que hizo arder su sangre, que su propia esposa le dijera sus verdades en la cara sin miedo alguno, ese era su objetivo difundir el miedo en ambos.

La Infiltrada. | Book #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora