Reencuentro

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Es hora de regresar. De dejar de bailar con tu recuerdo y de enfrentarte de una vez. Sé que será difícil y que quizá a la hora de verte otra vez a los ojos, miles de recuerdos recientes se activen nuevamente en mi ser.

¡Demonios, Hermione! ¿Qué me has hecho? ¿Cómo es que durante todos estos años aún siga pensando en ti? Te has clavado en mí como la espada en la piedra y no he tenido la fuerza suficiente para sacarte de allí. Estás tan metida en mi ser, que todo lo que hago gira en torno a ti:

¿Qué diría ella?

¿Qué opinaría ella?

¿Qué estará haciendo ahora?

¿Con quién estará? ¿Ya habrá encontrado a otro?

¿Me recordará tanto como yo a ella?

Todos los días las mismas preguntas retumban en mi mente. Incluso a veces creo hasta oír tu voz y luego, como de la nada, ella se apaga. Se oculta de mí y no logro remembrarla. Solo me quedan por segundos algunas reminiscencias de lo que alguna vez fue, de aquellas hermosas palabras que a mi oído decías... Luego, de repente todo se activa y creo hasta verte a mi lado.

Lo sé. Soy un loco. Un loco que, a pesar del tiempo y de la distancia que ha puesto entre ambos, te sigue amando como el primer día.

Ahora te veré nuevamente y eso de verdad hace que mi cuerpo experimente espasmos que no puedo controlar. Ya sabes, son mis estúpidos nervios, los que con los años no logro domar.

Tienes un excelente trabajo, un prestigio, todo un mundo por delante. ¿Quién era yo entonces en tu vida? Era el estúpido segundón que nunca brilló con luz propia. Feliz has de estar en lo tuyo. Todos estos años te he amado como no te imaginas y también te he llegado a odiar con todas mis fuerzas, como si con eso pudiera aplacar el amor que está por sobre la verdad que inunda y ahoga cada poro de mi ser.

Ron Weasley se armaba de valor para ingresar a la reunión que tendría aquella mañana con Harry Potter. Al caminar por los pasillos del Ministerio, muchas personas lo saludaban al pasar. Como autómata respondía, pues no veía caras, no veía personas, sino que solo sombras que con una mano lo hacían ver en donde se encontraba, indicándole incluso qué pasillo tomar para no perderse en el laberinto.

No, definitivamente esa no había sido la mejor opción: Regresar y ver a Hermione no era el camino correcto. Sin embargo entendía que debía definitivamente enfrentar a sus temores pues no podía avanzar en su nueva relación con aquella novia francesa y obsequiarle a su vida un nuevo capítulo, si no dejaba de una vez por todas de darle leídas y releídas al capítulo anterior... ese que llevaba por título: "Hermione Granger".

Si bien sabía que quizá fuese un error el reencuentro, también tenía claro cuál era su obligación, su deber moral y profesional. Esos eran los valores agregados que le decían que debía estar allí, que ese era lugar correcto junto a su amigo Harry Potter para combatir juntos contra esos seres que estaban azolando a muggles y a magos. Y si para ello tenía que aunar fuerzas con ella y con el altanero de Malfoy, pues lo haría.

Era consciente de que Malfoy había redimido sus culpas y que luchaba por limpiar su nombre. El hecho de haber sido mortífago y de que conocía los ardides de estos, así como los de sus aliados, eran un punto a su favor a la hora enfrentar la amenaza.

De tanto cavilar hasta que al fin llegó a la oficina de Harry, en donde una secretaria de aspecto severo, lo recibió. No obstante la mujer le sonrió de buena gana invitándolo a ingresar a la oficina de su amigo quien ya lo esperaba.

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Hermione Granger, Jefa de Gabinete del Ministro y su mano derecha, se encontraba en su oficina con un legajo de papeles en su escritorio pero solo uno tenía en sus manos y era el informe que el Jefe de Aurores le había enviado.

El Secreto de tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora