La Verdad Está en Mí

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Draco se había desvanecido y su cuerpo estaba frío y húmedo producto del agua de lluvia que se colaba a raudales por las ventanas. Hermione creó con su varita una especie de escudo transparente para que los protegiera, mientras enviaba su patronus donde el Alcaide de la prisión, el Auror Samuel Martin, para que les prestara auxilio.

Al cabo de unos cuantos segundos el hombre, junto a un ayudante de no más de treinta años y bastante debilucho para trabajar en una cárcel, aparecían delante de ella. A juzgar por aquello, solo los Aurores podían utilizar ese hechizo en Azkaban y era lo más seguro, pensó Hermione en medio de tantas ideas que se cruzaban por su mente en aquellos momentos.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó de inmediato Martin, acuclillándose frente a Draco y tocándole la frente.

—Un Dementor nos atacó —informó de inmediato Hermione, sin embargo no estaba segura de entregar mayor información al hombre. Todo debía ser analizado antes por Harry y por Ron, preferiría guardar reserva.

El Auror más joven, comenzó a revisar las ventanas e intentar ver en medio de la bruma, pero entre las nubes y el agua, poco y nada se podía vislumbrar en el horizonte.

—Debe estar ya bastante lejos —agregó el hombre que mantenía su varita en ristre dispuesto a defender si algo estuviese fuera de lo normal.

—Es extraño que aparezcan esos seres por estos lados. Están erradicados. —masculló el hombre, examinando a Draco.

—Lo sé. Pero creo que buscaba algo —dijo Hermione.

Martin miró a su alrededor y se dio cuenta de que lo poco y nada que allí había, estaba destruido.

—Es mejor llevar al joven Malfoy a San Mungo —agregó mientras se ponía de pie.

El Alcaide hizo un hechizo y logró levitar a Draco y luego miró a su ayudante.

—Da el aviso al Ministerio y que el resto vigile todas las entradas, mientras llegan los refuerzos. Esos nunca andan solos. —le dijo haciendo alusión a las técnicas de ataque de los Dementores.

Luego de lo cual, los tres desaparecieron rumbo al hospital mágico.

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Hermione estaba en el pasillo del hospital, esperando a que le informaran respecto del estado de Draco Malfoy, mientras el Alcaide de la prisión de Azkaban, quien los había acompañado, ya se había retirado. A ella le extrañó la forma de cómo había tomado todo aquel hombre, era como si quisiera desligarse pronto de ellos y desaparecer. Literalmente, "desaparecer" porque eso fue lo que hizo al apenas haber llegado.

Mientras se paseaba en círculos en la pequeña sala, en su mente solo daban vueltas las últimas palabras que Draco había dicho antes de perder el conocimiento. Esperaba que pronto su compañero se recuperara para que le explicara lo que había dicho.

En ese momento uno de los sanadores ingresó a la sala, al parecer le traía noticias. Era un hombre joven, delgado y de color. Su rostro se veía amable pues al ingresar lo hizo con una sonrisa dibujada en su rostro.

—Señorita, ¿usted venía con el Alcaide? —preguntó al ingresar.

—Así es. Trajimos al profesor Malfoy —respondió ansiosa.

— ¿Y en dónde se encuentra él? Debe llenar unos formularios puesto que el ataque fue en Azkaban. —informó buscando mirando alrededor, pero era evidente que allí no había nadie más que ellos dos. —Volvió a hacer de las suyas...—Murmuró el hombre lo suficientemente audible para que Hermione entendiera que no era la primera vez que se iba así como así de un lugar.

El Secreto de tu MiradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora