Capítulo 1

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Estaba lloviendo, el cielo parecía llorar por el horrible destino que les esperaba estos tres jóvenes.

Nombre del paciente: Tris Rood.
Fecha de ingreso: martes 13 de Abril de 1970. Hora: 20:45 pm.
Fecha de nacimiento: 6 de mayo de 1951. Edad actual: 19 años.
Motivos: Esquizofrenia paranoide y
Trastorno de identidad de la integridad corporal
Síntomas: Alucinaciones, delirios, agresividad y deseos de amputar partes de su cuerpo.
Tratamientos: no asignados.
Familia: padres (difuntos) hermanos (vivo y desaparecido) algún otro familiar (no).
Enfermera asignada: Caroline Martin.
Medicamentos: no asignados.
Información: cabello castaño y largo, tez blanca, ojos avellana, estatura mediana (1,65 aprox.), delgada; nivel de inteligencia superior.

Nombre del paciente: Niko Reaven
Fecha de ingreso: martes 13 de Abril de 1970. Hora: 13:26 pm.
Fecha de nacimiento: 25 de mayo de 1924. Edad actual: 21 años.
Motivos: Síndrome de Tourette, síndrome de Munchausen.
Síntomas:
movimientos repentinos, breves y repetitivos. Autolesiones.
Tratamientos: no asignados.
Familia: padres (desaparecidos) hermanos (desaparecidos) algún otro familiar (no).
Enfermera: Caroline Martin.
Medicamentos: no asignados.
Información: cabello oscuro, lacio y largo; tez pálida, ojos grises, estatura alta (1,80 aprox), delgado; no es sociable.

Nombre del paciente: Ellen Rood.
Fecha de ingreso: martes 13 de Abril de 1970. Hora:
6:36 am.
Fecha de nacimiento: 13 de Abril de 1953. Edad actual: 17 años.
Motivos: Síndrome de Fregolí y retraso madurativo.
Síntomas:
ilusiones, delirios y déficit de memoria visual. Infantilismo
Tratamientos: no asignados.
Familia: padres (difuntos) hermanos (vivo y desaparecido) algún otro familiar (no)
Enfermera: Caroline Martin.
Medicamentos: no asignados.
Información: cabello color miel, corto y ondulado; piel pálida, baja estatura (1,55 aprox); alegre e infantil, sociable.

~Por la mañana~

Poco a poco, la ambulancia iba llegando al manicomio. Los truenos resonaban y parecían que iban a impedir que llegase al edificio de piedra. Ellen estaba en la parte trasera, sentada en la camilla acolchonada, le habían puesto una camisa de fuerza blanca, ¡cómo si fuera una loca peligrosa! No sabía ni por qué la habían llevado allí, ella era una niña buena y además no la habían dejado llevar a Polvo de estrellas, su oso de peluche favorito. Ella solo había jugado con sus padres, ¿eso estaba mal? Quería divertirse en su cumpleaños, y ese fue uno de los mejores; adoró el decorado rojo del pastel, y más que ella pudo decorarlo a su gusto. De pronto, la ambulancia acolchonada se detuvo bruscamente, ella se incorporó tratando de pararse pero se golpeó la cabeza con el techo, maldita sea pensó, y eso que no soy la más alta del mundo. Un hombre corpulento y con las cejas pobladas y rubias la sujetó del brazo y la sacó fuera. No había sol, las nubes lo tapaban y la lluvia caía torrencialmente. La chica se puso rígida, no quería entrar a ese lugar, ¡ella estaba loca! Se retorcía e intentaba patear al enfermero pero no podía, él era más fuerte. Estaba vestido de blanco, había una mancha carmesí en el dobladillo del pantalón; lo descubrió cuando ella se tiró al suelo de grava, tratando de escapar del hombre corpulento pero él la agarró de la oreja, a pesar de las súplicas de la chica diciéndole que la dejara. La puso de pie, pero no para entrarla al edificio, sino para darle una cachetada que resonó a pesar de los truenos e hizo que se cayera nuevamente, raspándose las rodillas.

Levantó la vista de la grava y a unos pasos vio sangre. No era de Ellen ya que no había estado allí. Le preocupó, pero después pensó que alguien más sufrió lo mismo que ella, y se concentró en lo que sería su nuevo hogar. De tan solo pensarlo se estremecía, ese lugar no podría siquiera considerarse un lugar donde podría alguien vivir. Se escuchó un grito que provenía dentro del manicomio que pareció darle la bienvenida, y a su vez, un aviso de dónde estaría, quién sabe por cuantos años. Con un movimiento, el enfermero levantó a Ellen y, básica y literalmente, la adentró en el gran edificio.

~Al mediodía~

Ya estaban dentro del terreno del manicomio. Se escuchaban las ruedas circular por la grava, de un modo Niko se tranquilizaba. Ver el edificio de piedra no lo asustaba, de hecho, no le incomodaba, hasta se podía decir que le gusta.

No estaba deprimido, de alguna manera él pensaba que se iba a curar, que ya no iba a ser un bicho raro ni una amenaza para la sociedad.

Tenía fe, tenía esperanza de este lugar. No le importaba sufrir, daría todo para ser normal. Todavía no comprendía lo que le pasaba, soy normal, pensó, soy normal en mi cabeza.

Estaba pensativo, algo raro en él. La mayor parte del día, su mente estaba en blanco, como si estuviera inconsciente. Imaginaba una vida sin enfermedades mentales, una vida en la que todos eran iguales, felices. La felicidad no era algo común en el joven; vivía solo, sin compañía, no salía de su casa. Ahora todo iba a cambiar, iban a haber enfermeras que lo ayudasen e iba a estar acompañado de gente como él, con otra perspectiva del mundo.

La ambulancia frenó suavemente, escuchó como se cerraban ambas puertas de la cabina; él estaba sentado en un rincón de la caja acolchonada donde estaba, no sabía que murmuraba, podía oír como las palabras salían de su boca pero no podía detenerlas, se tapaba la boca con ambas manos pero cuando lo hacía hablaba aún más fuerte.

La lluvia ya había parado y ahora el sol alumbraba a su máximo esplendor. Dos enfermeros abrieron las puertas de la parte trasera y lo miraron con odio y asco. Él se enojó y en un abrir y cerrar de ojos estaba sobre ellos; solo le pudo pegar a uno. Le agarraron los brazos por detrás de la espalda, aprovecharon y le inyectaron tranquilizantes caseros.

~Al anochecer~

Ya era de noche; el cielo estaba teñido de un azul oscuro, casi negro y la Luna no se presentaba. No había luz, a excepción de la ambulancia. Se podían escuchar los golpes que provenían de ella, provocados por Tris, quien pensaba cosas que ella, por sí sola, nunca pensaría. Se calmó, pero empezó a golpear ahora los vidrios. Sus nudillos empezaron a sangrar justo cuando rompió el vidrio. Corrió los cartones que tapaban y evitaban que entrase la poca luz de fuera. Los cartones estaban pegados por el exterior para evitar que los "locos" viesen la luz del sol. Corrió y corrió, dejando atrás suyo la ambulancia hasta llegar a un cementerio. A lo lejos se veía el manicomio, tan horroroso y descuidado como lo había imaginado; aunque el cementerio no se quedaba atrás hablando de cosas espeluznantes, con sus lápidas torcidas y deterioradas por el paso del tiempo. Pudo ver a los enfermeros viendo de un lado a otro, buscándola con fervor, pero sin resultado. Paró en seco cuando le pareció ver a un hombre mayor frente suyo con lentes, vestido con una bata de médico y una camisa oscura; pensó que era otra de sus alucinaciones y solo lo ignoró.

Estando asustada por que la encuentren, salió corriendo a una casa y se detuvo frente a la puerta de esta. Pudo escuchar dos voces, de las cuales una respondía al nombre de Harry, quien era el "protector" de las cartas que había sobre una mesa llena de estas, que se podía ver por una ventana. Le intrigó que pudiese haber dentro de las cartas, e imaginando varías cosas, se quedó estática en el mismo lugar. Los enfermeros seguían buscándola, y la vieron finalmente; aprovechando de que estaba en su "propio mundo" le inyectaron un paralizante, y se divirtieron un poco, golpeándola por haberse escapado hasta que quedase inconsciente. Cuando esto pasó, ella pudo ver de vuelta al hombre con bata, sonriéndole.

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El director Daniel estaba lavándose las manos, no sin antes sacarse los guantes manchados de sangre. Preguntó a las enfermeras si esta vez tuvieron éxito, pero ellas negaron, musitando un tembloroso «no». Daniel gruñó, y fue hasta el cuerpo de la chica la cual unos minutos antes era víctima de una lobotomía. Cuando estuvo frente a la pequeña niña pelirroja, la levantó del sillón donde se la habían realizado y la tiró al suelo, para poder patearla. Ordenó a los enfermeros que saquen al cadáver de su vista, y ellos lo hicieron rápidamente. Volvió a gruñir, ahora más enojado y golpeó el escritorio provocando que el manchado bisturí se caiga. Otra vez había fallado.



Brookline [Fanfic: Asylum]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora