No recuerdo nada, no sé dónde estoy ni siquiera sé como me llamo. Abro los ojos lentamente pero no percibo la diferencia de cuando los tenía cerrados. Intento incorporarme apoyándome sobre los brazos, pero segundos después me empiezan a temblar pierdo la fuerza y me caigo sin poder evitarlo. El golpe me deja sin aire en los pulmones, ni siquiera sé por qué me duele tanto, estoy bastante cerca del suelo. Me giro como puedo quedándome boca abajo y empiezo a arrastrarme poco a poco hasta llegar a lo que parece ser una pared. Contorsionándome consigo sentarme con la espalda apoyada en esta. Empiezo a sentir unas punzadas en las piernas me las masajeo lentamente hasta que más o menos se van. Levanto la mano rezando por encontrar algún punto de apoyo. Mi mano da con una barra y apoyándome me levanto poco a poco, parece que he recuperado la fuerza de los brazos. Me doy cuenta que mi visión se ha acostumbrado a la oscuridad, observo lo que parece ser una sala de ballet. Giro la cabeza y me doy cuenta de que hay un interruptor de la luz a unos dos pasos. Intento alargar la mano para llegar a él pero me falta como un palmo de distancia. Apoyándome en la barra y haciendo acopio de todas mis fuerzas muevo un pie. Mantengo el equilibrio, bien. Dos dedos, muevo otro pie. Casi me caigo, pero me apoyo en la barra y consigo mantenerme de pie. Le doy al interruptor y lentamente una a una las luces se van encendiendo, manchas rojas, azules y amarillas cruzan mi campo de visión durante unos segundos.
Cuando consigo abrir los parpados aprecio algunos detalles de los cuales no me había percatado: como bien había supuesto estaba en una sala de ensayos de ballet. Pero estaba destrozada. Maderas rotas, astillas por aquí y por allá, lo más escalofriante de todo era que todas las paredes estaban manchadas de sangre. No había ninguna puerta ni ventana.
Me aparté desesperada de la pared, rezando porque a mis espaldas hubiese una puerta pero lo que me encontré me dejo petrificada en el suelo: una gran cristalera, justo delante unas barras medio rotas y llenas de astillas. En una esquina el interruptor que yo había encendido y en la otra un enchufe. En la cristalera en letras grandes y rojas estaba escrito: "sojos sol sarba on"
Entonces me fijé. Mi reflejo. Me hallaba cubierta de sangre, pero no podía ser mía. No me dolía el cuerpo. Mi ropa, unos tejanos y una camiseta de tirantes negra, estaban hechos jirones y se podía ver un color pálido, casi blanco de piel. El pelo, negro, tanto que se confundía con la oscuridad estaba encrespado y no tenía brillantez. Debajo de mis ojos, también negros, había unas grandes ojeras y media de mi cara estaba cubierta de sangre reseca. Entonces me di cuenta de que algo no cuadraba. En el reflejo mis labios estaban moviéndose. Me acerque un poco más, un poco más, un paso solo y me encontré a escasos centímetros de mi propia cara. Un leve susurro, que no entendí, resonó por la sala vacía. Cada vez haciéndose más fuerte pude entender cuatro palabras que se repetían una y otra vez.
- No abras los ojos. No abras los ojos. No abras los ojos. ¡NO ABRAS LOS OJOS!
Entonces me di cuenta. La sala del reflejo era diferente, no estaba rota ni llena de sangre y mi reflejo lloraba. Lloraba sangre. Me mire el cuerpo y me di cuenta de que no tenía ni un rastro de sangre y mi ropa estaba en perfectas condiciones. La frase del espejo estaba al revés.
"no abras los ojos"
Empecé a sentir nauseas mientras veía como mi otro yo retrocedía y una sombra se abalanzaba encima de ella, intente chillar, aporree el cristal pero ya era tarde y un bate le golpeó la cabeza. Mi vista se nubló y caí al suelo. Antes de que la oscuridad me nublase la vista vi como mi reflejo me sonreía y unas palabras llenaron mi mente como un mantra: no abras los ojos.
ESTÁS LEYENDO
ao
Short StoryAo es azul: Como el cielo, como el mar, como la sangre. (Relatos varios)