-Hijo- llamó una bella mujer rubia que no aparentaba más de veinte años aunque su edad realmente rondaba por los treinta- ve a lavarte, la cena casi está lista.- Le dijo mientras se asomaba al patio trasero de la cabaña, una no muy pequeña en realidad gracias al trabajo que ella y su hijo, con ayuda de algunos otros hombres que vivían en los alrededores, habían puesto en su construcción, más uno que otro arreglo posterior. Era un lugar muy cálido y acogedor.
El niño, que era un pequeño morocho con ojos oscuros y delgado –no tan pequeño según él, pero prácticamente un bebé a los ojos de su madre- de 9 años, se encontraba dando estocadas al aire con una espada de madera. Llevaba ya varias horas haciéndolo, aunque para él fuera como si el tiempo no pasara. Mientras ese objeto estuviera en su mano todo era tranquilidad, aunque claro, excepto porque al ya haber oscurecido había roto por accidente un costal con trigo, le voló la cabeza a un espantapájaros y una gallina que iba pasando casi se convierte en la primera víctima de su espada improvisada.
-Pero mamá, casi no he practicado- le contestó el morocho que tenía de ella únicamente el carácter, tratar con él era como hablar con ella misma, aunque su físico a veces la hacía sentir como si hablara más bien con otra persona, otro hombre, uno que pertenecía a su pasado y gracias al muchacho frente a ella de cierto modo también a su presente.
-William- respondió- llevas toda la tarde con esa espada, hoy ni siquiera me ayudaste en casa por estar con eso, además si sigues así vas a terminar destrozando el espantapájaros y te voy a tener que amarrar a ti de un palo para que los cuervos no se coman nuestros cultivos- le dijo sonriendo mientras ponía la mesa- vamos, ya guarda la espada.
-Está bien mamá, pero ¿mañana me enseñas algún movimiento nuevo? Ya llevo mucho tiempo usando los mismos.- Le dijo mientras entraba al pequeño cuarto de baño y se limpiaba la cara y las manos.
-Antes quiero que avances en tus lecciones de literatura, y no te haría daño repasar de vez en cuando tus libros de matemáticas y astrología, y si te soy sincera me gustaría que repasaras algunas normas, solo las básicas, de etiqueta.
-Sabes que me gusta leer, y, de acuerdo, tal vez algún día vaya a utilizar las matemáticas para algo que no sea organizar el cultivo y contar algunos chelines, pero ¿etiqueta? ¿"Normas básicas de etiqueta"? Esas lecciones son tontas, me aburren- bien, quizás a veces fuera un poco exagerado el parecido que su hijo tenía con ella. Le recordaba a sí misma en su juventud, aunque claro, si bien pensaba igual que él, el mundo en que fue criada no le permitió nunca expresarlo del modo en que ella se lo permitía a su hijo, a menos que deseara ser castigada, después de todo, una dama inglesa nunca critica el sistema.- La astrología sí me gusta, mejor enséñame a leer las estrellas para usarlas de brújula por las noches, eso sí me serviría.
-No me digas jovencito- le dijo a niño que llegaba a la sala donde estaba el comedor- Y ¿para qué usarías tu eso si te lo enseñara? No creo que vayas a perderte en el Lago Jhum pescando la cena y necesites una brújula improvisada ¿o sí?
-Claro que no- le contestó su hijo riendo- quiero saber hacerlo para cuando crezca y me convierta en marinero como lo fueron tú y mi padre. Quiero descubrir tierras desconocidas y hallar misterios y peligros, como lo hacen los piratas en las historias que me cuentas.- Y ahí está, los genes de padre y madre saliendo a flote en las palabras de su hijo- eso quiero mamá, aventura, salir de esta isla y conocer el mundo.
-Sabes que un marinero honesto y un pirata no son lo mismo ¿verdad?- le preguntó al niño mirándolo con reproche por sus deseos, totalmente comprensibles según su juicio, pero demasiado peligrosos para permitírselos a su hijo- No es lo mismo surcar los mares y recorrer el mundo como un hombre honrado que hacerlo con la intensión de saquear y robar cuanto se pueda, estando incluso dispuesto a matar por ello.
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Piratas del Caribe: La maldición del Kraken
FanfictionDespués de quedarse en la isla tras la batalla que la coronó como reina pirata, Elizabeth siguió con su vida junto a la pequeña persona que le recordaba diariamente la vida a la que había renunciado. Sin embargo, a veces el destino desea que te reún...