Barco a la vista

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Elizabeth estaba sentada frente a su tocador acomodando su moño mientras pensaba. Todavía no entendía cómo era que su hijo se había dado cuenta de que las cosas que le había dicho sobre su vida no eran ciertas. No era que le enorgulleciera mantenerlo engañado pero saber la verdad podría llegar a ser muy peligroso para él, y eso era lo que ella menos deseaba. Will era muy listo y podía ser simplemente que algo en su actitud la delató y de ahí nació el que el supiera que le mentía.

Se quedó quieta un momento mirando su reflejo en el espejo frente a ella y abrió uno de los cajones del tocador. Empezó a sacar todas las cosas del cajón hasta que se topó con un hilito que jaló y al sacarlo un pedazo de madera del tamaño de la base del cajón estaba pegado a él. Era un fondo falso que ella le había puesto para que nadie pudiera encontrar accidentalmente lo que ocultaba. Tomó un objeto cubierto por una tela vieja y lo volvió a acomodar todo en su sitio.

William, que al pasar hacia su cuarto se dio cuenta de lo que su mamá hacía, se había escondido detrás de la puerta y observaba como desenvolvía el objeto. Cuando le quito el trozo de tela pudo ver lo que éste había estado ocultando. Parecía un fierro viejo, quizás mohoso por la tonalidad verdosa y oxidado, era como del tamaño de una mano, tal ves más pequeño, tenía un círculo que parecía una base que sostenía dos palitos de metal que tenían forma, si no se equivocaba, de llaves... "¡Es la llave del cofre!". Cuando Will se dio cuenta dejó caer su mandíbula al igual que todo su peso cayó sobre la puerta de su madre accidentalmente por la sorpresa haciendo que ella se volteara rápido por el ruido.

-¡William me asustaste!- se paró de frente a Will con la mano que tenía la llave oculta tras la espalda- ¿Qué haces aquí?

-Ehh p... pe... perdón madre. No fue mi intención asustarte.

-Esta bien hijo- se volteó hacia el espejo envolviendo de nuevo la llave mientras la ponía de vuelta en el cajón, sin ocultarla bajo el fondo falso.- ¿Para que viniste?

-Esteee ¡ah! ¿Quería saber si hoy también vamos a practicar juntos con la espada?-Desde ese primer día habían estado practicando todos los días.

-Si, claro, claro hijo, ahora bajo.

-Si mamá- estaba a punto de cruzar la puerta cuando regresó- primero voy por algo a mi cuarto.

-Esta bien Will, te espero abajo.

Will esperó hasta que Elizabeth bajó las escaleras y se metió de nuevo a su cuarto. Se paró frente al tocador de su madre y abrió el cajón en donde la había visto guardar la llave hacía un momento. Se suponía que esa noche Elizabeth iría a visitar a una mujer que vivía en el pueblo así que tendría tiempo para sacar el cofre de debajo del piso y abrirlo para saber qué había adentro. Ojalá que su madre no revisara el cajón antes de irse. Solo Dios sabía por qué Will era tan entrometido. La tomó y se la guardó en un bolsillo que tenía dentro del chaleco y bajó corriendo las escaleras para salir al patio donde su madre lo esperaba con las espadas en sus manos.

-¿Listo?- le preguntó entregándole su espada mientras le sonreía.

-Listo.- Will levantó la espada y empezó a pelear con su madre. Definitivamente había aprendido mucho durante esos últimos días. El brazo ya no le dolía al levantar la espada y no le costaba mucho tiempo pensar en el movimiento con el que debería responder a sus ataques, se estaban volviendo instintivos.

Empezaron a moverse más y terminaron alejándose un poco de su casa entre unos árboles muy frondosos.

-Para quienes nunca la han visto- iba diciendo Barbosa. Estaba toda la tripulación frente a él escuchando sus instrucciones. Jack estaba cerca de él apoyado en el borde del barco con una sonrisa en su rostro. –es una mujer delgada, de cabello rubio oscuro y un poco alta. Tendrá unos treinta años para este momento. Cualquier mujer que cumpla con la descripción tráiganla y yo verificaré si es ella o no.

Piratas del Caribe: La maldición del KrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora