Escondiéndose

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Sosteniendo la tapa del cofre con el mango de la espada para no quedarse sin aire, Will se acomodó entre las ropas y se quedó dormido por lo que se sintieron como algunas horas.

Cuando despertó parecía que ya había amanecido. La luz entraba por unas rendijas en las paredes, por donde se asomaban los cañones del barco, iluminando toda la bóveda.

Se volvió a asomar hacia afuera del baúl y no vio a nadie. Solo se escuchaba el ruido de pisadas y personas hablando que venía de la parte superior del barco. No quería que lo encontraran si salía, pero permanecer escondido hecho bolita en una pequeña caja no era su definición de valentía, y él definitivamente no se consideraba un cobarde. "Vamos William no puedes quedarte aquí para siempre". De cualquier modo, se notaba que en ese barco se escuchaba hasta la caída de una pluma, si alguien bajara se daría cuenta de inmediato y le podría dar tiempo de esconderse.

Levantó completamente la tapa y salió de su escondite. Se volvió a colgar la espada de la cadera y decidió inspeccionar un poco el lugar.

No se había dado cuenta antes, pero algunas de las cosas que estaban ahí no parecían pertenecer a ese lugar. De hecho, veía muchas que sabía exactamente a dónde pertenecían. Eran las cosas que habían sacado de la isla. Incluso podía distinguir las figuras de plata del señor Brown, y la vajilla de porcelana de la señora Lewis, y sus libros, ¡los libros!

Estaban todos apilados junto a un barril; esos canallas debían de haber pensado que tenían algún valor para haberlos sacado todos los de su cuarto. Tomó el bolso de cuero, que había dejado en el baúl, y guardó los mismos tres libros que había tomado del cuarto de su madre días antes; el de mitología, el que parecía un diario, y el códice pirata.

Cuando los guardó, recordó una cosa. Todavía tenía la llave colgada del cuello. Si encontraba el cofre podría ver qué es lo que había allí dentro. Quizás no fuera el pensamiento más lógico tomando en cuenta la situación en la que se encontraba, pero finalmente no tenía nada más que hacer, y en ese momento, tampoco tenía nada que perder. Empezó a buscar por todas partes, moviendo y levantando cosas, hasta que dio con él.

Se acercó y se sentó en el piso frente a él. Tomó el cofre y lo acercó a su oreja. Todavía se escuchaba el extraño sonido. Se preguntaba qué podría ser. Se sacó la llave del cuello y la puso frente a la cerradura. La metió, y se dio cuenta de que encajaba perfecta. "¡Genial!"

-¡Ya deja de quejarte y ve a buscar las provisiones!- Will se detuvo a punto de girar la llave, y casi se le cae del susto. La sacó de la cerradura y se la volvió a colgar. Escuchó los pasos que venían desde arriba y se apresuró a dejar el cofre a un lado y cerrar el baúl. No pensaba meterse ahí de nuevo. Corrió a la parte trasera y en una esquina encontró un montón de cajas. Se agachó detrás de ellas e intentó quedarse tan quieto como fuera posible.

Los pasos se hicieron más audibles hasta que escuchó a una persona caminando por la habitación. Estaba revolviendo cosas, como si estuviera buscando algo. Will sacó un poco su espada y la puso frente a él para utilizarla como espejo. Miró el reflejo en la hoja, y observó a un hombre quitando cosas de una pila de bolsas detrás de él. Era muy delgado y se le veía muy raro el ojo derecho. Después de observarlo un momento se dio cuenta de que era porque su ojo era de madera. Will hizo una mueca y lo siguió observando. El sujeto tomó un saco lleno de algo y se lo cargó al hombro y salió de la habitación, de regreso a la parte superior del barco.

"Estuvo cerca" Will guardó la espada y se asomó un momento fuera de su escondite. Se volvió a acomodar detrás de las cajas, sacó uno de los libros y, así escondido, empezó a leerlo. Por lo menos tendría algo que hacer mientras estuviera allí.

Piratas del Caribe: La maldición del KrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora