Bienvenido al perla negra

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Recostada en la popa del barco, Elizabeth miraba al horizonte. Ayer, Lo le había explicado todo lo que estaba pasando. Cómo la guardia planeaba sobornar a todos los piratas para retirarlos del negocio. Le dijo que el Capitán Chevalle, el señor pirata del mar Mediteráneo, y la señora Ching, la señora pirata del Océano Pacífico, habían accedido y otros señores piratas habían tenido que ir por ellos. Según le habían dicho, Jack y Barbosa irían por Chevalle, y después de eso irían a la isla naufragio. Ellos irían directamente a la isla.

Aun sabiendo esto, seguía sin estar segura de qué le correspondería a ella hacer durante la reunión. Su primera vez en la corte, había sugerido declararle la guerra a Lord Cutler Beckett y pelear contra él y toda la armada real; los demás no habían estado tan de acuerdo, pero gracias al voto de Jack, finalmente cedieron.

Debía pensar en el modo de arreglar esto. Según Shung, la reunión se llevaría a cabo para poner las cartas sobre la mesa y dejar en claro el asunto, cómo se le daría muerte a cualquiera que los traicionara, junto con toda su tripulación. No estaba segura de si realmente había manera de controlar a un pirata de su ambición, no creía que fuer posible controlar a nadie de su ambición, en realidad, pero si estos hombres eran realmente tan dichosos en alta mar, iba a tener que usar esa carta de algún modo, hacía tiempo que no participaba en actos de piratería, pero una parte de ella no estaba dispuesta a permitir que ésta desapareciera, si era necesario, lucharía.

Después de verse encerrado bajo llave no le quedó a Will más que comer lo que había guardado en su bolso y esperar a que alguien abriera la cocina a la mañana siguiente.

Cuando escuchó el cerrojo abrirse, despertó. Se había quedado dormido debajo de la mesa. Trató de mantenerse callado y observó debajo del mantel las botas sucias y roídas que se movían por la habitación. Era más de una persona, todos hablando y maldiciendo constantemente.

-Ya quiero llegar a Marsella- decía uno de ellos- es una de las mejores ciudades para conseguir licor en las que he estado.

-No mejor que tortuga.

-Pero las mademoiselles de tortuga no se comparan con las francesitas.-dijo otro con burla.

-Cuando lleguemos, el primer lugar al que iré será a la cantina Juliette, traigo ganas de un buen charetre.

-Es chartreuse, imbécil.

-Yo también iré allí, pero lo que yo quiero es jugar con un bonito corsé francés.

-Allí las mujeres si que saben soplar velas- Dijo con insinuación uno cerca de Will. Él no estaba seguro de haber entendido el doble sentido y esperaba no hacerlo. Los hombres continuaron hablando un rato más sin imaginarse siquiera que había un niño debajo de la mesa justo en medio de ellos. Will permaneció calmado, esperando a que se fueran hasta que escuchó a uno de ellos decir que necesitaban quitar el mantel para colocar algunas cosas sobre la mesa.

"Diablos" No sabía que hacer. Si retiraban el mantel lo verían enseguida. No estaba seguro de qué tan buena opción sería pedir piedad cunado lo descubrieran, pero algo le decía que no funcionaría de mucho.

-Muevan las cosas que están sobre la mesa. Rápido.

Todos rodearon el escondite de Will y él entró en pánico por un momento. Cuando le dieron la espalda caminando hacia el lado contrario de la cocina para dejar todas las cosas que habían tomado, vio una posibilidad de escape. No lo pensó mucho. En cuanto vio todos los pares de botas señalando al fondo de la habitación de espaldas a él, salió corriendo a gatas, intentando no hacer un escandalo con sus pisadas y, como una exhalación, llegó al rellano por el que había llegado la noche anterior. Tuvo la suerte de que no había nadie allí cuando entró. Se levantó del suelo, aún inclinado para evitar que lo vieran por los ventanales que daban a la cubierta del barco, y se arrinconó detrás de un montón de cuerdas junto a la pared. Sabía que no podía quedarse ahí todo el día, era muy peligroso. Cualquiera podría pasar y verlo, pero salir tampoco parecía lo más sensato. Como fuera, algo lo convenció de que la mejor opción sería intentar llegar de nuevo a la bóveda, aunque significara atravesar la cubierta a plena luz del día. La noche anterior ya había estado por allí y había visto que habían bastantes barriles y otras cosas que podrían servirle para camuflarlo.

Piratas del Caribe: La maldición del KrakenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora