Celeste

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—También creo que es lo mejor, pero... no puedo obligarlo a ir. Ese es el problema.

—Deberías insistir —me contesta el hermano de Dylan desde el otro lado de la línea telefónica—. Por favor. Sé que no quiere saber nada de mí, pero odio saber que está así y...

De pronto, su voz se quiebra y lo oigo sollozar, lo cual me hace sentir peor. Si soy sincero, muy pocas veces ha pasado por mi mente el hecho de que no soy la única persona sufriendo por lo que sucede con Dylan; quizás su familia lo dejó de lado, pero su hermano es el único que ha intentado retomar de manera incesante todos los lazos perdidos, ya que fue prácticamente obligado a alejarse de mi novio cuando era todavía un niño. Saber que tu hermano se encuentra atrapado en el horrible mundo de la drogadicción y no poder hacer nada al respecto casi equipara o sobrepasa el dolor que yo vivo día a día, y todo lo que veo con mis propios ojos. El saber que esa persona, quien creció junto a ti y posee la misma sangre que tú, no reconoce tu existencia y se niega a recibir tu ayuda ha de ser tristeza y desesperanza pura. Sin embargo, Dylan no lo quiere entender y tan pronto le hablo sobre el tema, su mente se bloquea y evade todo lo relacionado a ello.

—Hey, Matt. Matt, tranquilo... Yo... Yo sé que es difícil y créeme que...

—¿Con quién hablas? —oigo a Dylan a mis espaldas. Es evidente que sabe quién está al otro lado de la línea telefónica, pero su voz es severa, áspera y supongo que me hace esa pregunta con el propósito de que yo comprenda cuán molesto está por lo que estoy haciendo.

Es como si se activara una señal de alerta en mí, una sensación que definitivamente no debería suceder porque él no debería atemorizarme; pero son los recuerdos de hace dos días atrás los que reviven y me hacen sentir de esta manera. Lo único que hago es permanecer quieto, el teléfono aún en mi oreja y mi espalda hacia Dylan, esperando a ver su siguiente acción.

—¿Es él? —pregunta Matt, algunos de sus sollozos todavía siendo perceptibles—. Thomas... dé-déjame hablar con él, por favor.

—Es que...

—Thomas —esta vez, mi nombre es pronunciado por Dylan en un tono mucho más autoritario—, cuelga el teléfono.

Tomo una bocanada de aire y cierro los ojos. No entiendo cómo de un momento a otro todo se vuelve un problema, en especial el hecho de que solo se trata de su hermano; no obstante, para Dylan es algo grave y que lo pone totalmente colérico.

—Thomas, cuelga el maldito teléfono —masculla Dylan una vez más y yo me paso la mano que tengo libre por el rostro, todavía sin atraverme a mirarlo a los ojos.

—Escucha, Matt... Tengo que... Tengo que colgar, ¿okay?

—Thomas, por favor... dile que quiero hablar con él. Por favor —me ruega apenas termino de hablar.

—Matty, escúchame. No creo que...

Los rápidos y sonoros pasos de Dylan hacen crujir la madera del piso, y de pronto sus manos me arrebatan el celular en un parpadeo. Doy media vuelta, enfrentándolo y viéndolo presionar con ira algunos botones en la pantalla, para luego aventar el móvil lejos, este rebotando sobre la cama y cayendo al piso con un fuerte sonido. Sus ojos me encuentran: dos iris castaños con toques verdosos y pequeñas venas rojas alrededor de ellos. Tiene ojeras y los párpados ligeramente caídos, lo cual me hace reparar en lo obvio: está completamente drogado.

—¿Qué mierda te pasa? —exclamo de inmediato. Sueno seguro, pero el miedo se encuentra en el fondo, a punto de emerger al pensar en lo que me hizo hace dos días atrás.

—Te dije que colgaras el teléfono —responde entre dientes, sus ojos fijos en mí.

—¡Es tu hermano, Dylan! —vuelvo a gritar, recordándole lo mismo que he repetido por más de un mes. La desesperación comienza a apoderarse de mí y todo lo que parecía haber mejorado hace unos días atrás, empeora— ¡Estamos hablando de Matthew, ni siquiera de tu mamá! Es tu hermano menor que tan solo tenía 10 años cuando pasó todo, y no tiene la culpa de nada. ¡Él es tu familia, Dylan!

Colors ↠ dylmasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora