El primer no mago.

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Cuentan las leyendas de la antigüedad que existió una tierra de magia infinita. También cuentan como todo aquello terminó, y esa, es nuestra historia.

***

En un lugar donde la magia volaba por el aire, y la mayoría de las criaturas la contenían, un lugar rodeado por montañas tan altas que era inimaginable intentar traspasarlas incluso para los habitantes de esta tierra, vivía Zaramir.

Zaramir era un joven que nació en un mundo de magia, sin magia. Sin embargo, nadie se percató de aquello durante mucho tiempo gracias a pequeños trucos de cartas y otras artimañas que él llevaba a cabo.

Se acercaba un gran evento para la magia, de hecho, el mayor evento de la historia mágica, la alineación de los planetas en sintonía con la luna de sangre y, apenas una semana antes, uno de los trucos de Zaramir fue descubierto y él fue acusado de ser una criatura no mágica. En aquel lugar era la primera vez que sucedía, el primer humano que no contenía magia en si mismo. Esto hizo que el consejo de los ancianos se reuniese para acordar que hacer con el joven que no contenía magia pues se acercaba el gran evento. El consejo decidió, durante un evento tan poderoso sacrificarían al joven para que la magia en si aprovechase el cuerpo.


Los intentos del joven de mostrar que si tenía magia eran constantes, pero a la par, inútiles, y terminaron por transformarse en intentos de escapar de la prisión en la que le habían encerrado, mas, como lo anterior,  esto tampoco resultó.

Entre los intentos pasaron los días y llegó el momento esperado por los magos. Todo se preparó para el sacrificio, el cuchillo de plata se afilaba con magia de aire, un enorme cuenco de bronce se colocaba sobre llamas verdes y azules y, a su vez, bajo el pedestal donde cortarían el cuello de Zaramir.

Cayó la noche, los planetas ya estaban en su posición, la luna se teñía en rojo, al igual que el borde del pedestal en el que el cuerpo sin vida de Zaramir yacía. La sangre caía en el cuenco, y pronto, comenzó a hervir, expulsó un humo púrpura que se volvió más oscuro hasta ser negro. Aquella nube se introdujo en el cuerpo de Zaramir. Sus heridas desaparecieron, se levantó lentamente y sus ojos se abrieron con la misma parsimonia. Eran negros, profundos, como si pudieran atravesar tu carne y ver hasta tu alma.

Nadie se movía, nadie sabía lo que estaba sucediendo y nadie, absolutamente nadie se esperaba que aquello acabase así, pero no estaban asustados, al fin y al cabo la magia debía tomar posesión del cuerpo de alguna forma.

Zaramir fue el primero en romper el estático momento que se había creado, alzo el brazo hacia el mago más cercano y apenas instantes después este cayó al suelo entre convulsiones que, al cesar, dejaron el cuerpo rígido e inerte.

El caos estalló entre los magos, muchos corrían procurando huir de allí, otros en cambio intentaban enfrentarse al nuevo ser lanzando conjuros y hechizos. Todo resultó inútil, un aura de protección parecía rodear a Zaramir y absorber toda magia lanzada contra él. El ser apuntó al cielo con sus brazos y un enorme cúmulo de nubes se formó rápidamente sobre el lugar, este lanzaba rayos rojos a todo aquel que intentaba escapar eliminando toda vida en los cuerpos de los magos.

Zaramir caminó entre los magos y ellos iban desplomándose a su alrededor probando en sus carnes el nuevo elemento mágico.

El Vacío

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